La acuicultura 'de tierra adentro' abre un mar de oportunidades al mundo rural
La tecnología y la innovación multiplican la productividad y la sostenibilidad de una actividad que aún se enfrenta al dique de una regulación dispersa
España llega tarde al matrimonio de conveniencia entre las renovables y el campo
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Iniciar sesiónLubina, dorada, rodaballo, mejillones, trucha o huevas de caviar (si tiene la suerte). Cada vez que deguste cualquiera de estos pescados o moluscos (también pueden ser mariscos) tenga en cuenta que es muy probable que no provengan de una vida natural en mares o ríos, ... sino de la acuicultura, es decir de su cría y cultivo en instalaciones (tanques, bateas, viveros, estanques...) construidas, controladas y gestionadas por el hombre tanto en agua salada como dulce. Esta actividad ya representa casi la mitad de la producción de pescado a nivel mundial (49%), según la FAO, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Y las previsiones de esta agencia apuntan que la acuicultura seguirá creciendo a un ritmo del 2% anual hasta 2030, año en el que superará a la pesca de captura.
Una industria que la FAO pone en valor por varias razones. La acuicultura garantiza el abastecimiento de la demanda de pescado a nivel mundial. Algo que seguirá siendo necesario en años venideros por el crecimiento de la población (seremos casi 10.000 millones de personas en 2050). Además, alivia la presión sobre la pesca tradicional en mares y ríos, que ya han llegado al límite de su explotación. Y son alimentos con un alto contenido en proteínas de calidad cuya producción genera menos emisiones que otros sectores ganaderos, como el avícola, porcino y vacuno. Por todos estos valores, también la Unión Europea ha marcado las Directrices estratégicas para una acuicultura más sostenible y competitiva para el periodo 2021-2030.
Aunque los grandes productores son países asiáticos, España es líder a nivel europeo. La cosecha de acuicultura en nuestro país fue de poco más de 327.000 toneladas en 2021 (representa el 25% del pescado cultivado en el Viejo Continente) por un valor en primera venta superior a 600 millones de euros, según la patronal Apromar (Asociación Empresarial de Acuicultura en España). Y si bien la mayor parte de esta producción es de especies marinas (lubina, dorada, corvina, lenguado, mejillones y almejas), hay una acuicultura continental, en tierra firme y aguas dulces, que representa una gran oportunidad para el desarrollo de las zonas rurales.
Pueblos que resucitan
M. Antolín / I. Jimeno / Diego L. GonzálezCon el éxodo rural se fueron quedando sin vecinos hasta que el último echó la llave. Ahora sus hijos o emprendedores tratan de dar una nueva vida a esos lugares que durante años fueron ruinas
En esa España vaciada, hay 150 instalaciones que cultivan sobre todo trucha arco iris y esturión (para caviar). «Suelen ser granjas que están en la parte alta de los ríos, donde el agua tiene gran calidad, que es lo que necesitan especies sensibles como la trucha. Es una opción muy interesante para muchos pueblos en los que es difícil emprender con una actividad que dé trabajo durante todo el año. La estabilidad de los puestos de trabajo en acuicultura es constante y son empleos con un nivel de cualificación alto», indica Javier Ojeda, gerente de Apromar.
Ahora parece que han llegado nuevas corrientes para que esta industria coja fuerza. De por sí nuestro clima y orografía hacen que España sea un lugar idóneo para desarrollar la acuicultura continental. Contamos con nueve grandes ríos, con sus afluentes, lagos, embalses... que son un caldo de cultivo para especies de agua dulce.
Mercado excepcional
Pero sobre todo contamos con un inmenso mercado para dar salida a la producción de la acuicultura de tierra adentro. De hecho, según la FAO, nos hemos convertido en el cuarto país con mayor consumo de pescado del mundo. Sin embargo, «los productos pesqueros que consumimos provienen mayoritariamente de la importación. Somos el mayor importador de productos pesqueros de la UE y ésta a su vez importa el 63% de la pesca que consume. Por ello es necesario cambiar en el futuro con producciones propias que generen riqueza en nuestra sociedad y que palíen el déficit de nuestra balanza comercial que es superior a 3.000 millones de euros anuales. La acuicultura puede abastecer nuestro enorme mercado. Y es especialmente importante la acuicultura continental, porque el recurso se encuentra precisamente dentro de nuestra España vaciada tanto rural como litoral, en áreas con necesidades de actividad económica», valora Fernando Torrent, director de la piscifactoría de la Escuela de Ingenieros de Montes de la Universidad Politécnica de Madrid.
Aparte del consumo alimentario, la producción de la acuicultura continental (que nació a mediados del pasado siglo para repoblar) puede tener también otro destino: la pesca deportiva y recreativa. España dispone de unos recursos acuáticos excepcionales, como comenta Torrent: 75.000 km de ríos, 250.000 hectáreas de lagos, lagunas, pantanos, estuarios, marismas... «Un potencial turístico enorme para 600.000 pescadores españoles y 25 millones europeos. Nuestros recursos acuáticos están unidos a un magnífico clima para la práctica de deportes y actividades al aire libre», considera Torrent.
Inversores extranjeros
Tales son las oportunidades para la acuicultura continental que ha llamado la atención de inversores extranjeros. «Empresas de Francia, Dinamarca y Noruega están llegando para invertir en la producción de trucha», asegura Ojeda.
En el interior, por ahora priman las pequeñas explotaciones. Se trata de instalaciones que se sitúan en los márgenes de los ríos. Aprovechan la trayectoria, el desnivel y las corrientes. «Las granjas no gastan agua dulce, la toman prestada del río y tras un proceso de limpieza y depuración, la devuelven. Es un proceso sostenible. Para producir peces se requiere menos recursos naturales que otros alimentos provenientes de la ganadería terrestre. Son de sangre fría y flotan, por tanto no necesitan tantos recursos para luchar contra la gravedad y mantener un esqueleto», explica Ojeda.
Las nuevas tecnologías pueden contribuir al desarrollo de estas instalaciones para hacerlas más sostenibles, innovadoras y productivas. «Hay que asegurar que los peces tienen las condiciones perfectas. Sondas, sensores... miden el oxígeno en agua, la temperatura y la calidad del agua antes de verterla al río. La alimentación de las especies requiere software y cálculos para dosificar las cantidades exactas. El pienso es caro», afirma Ojeda. Además se investigan nuevas soluciones, como la recirculación de agua. «Con este sistema el agua está permanentemente recirculando, no se devuelve al río. Esto exige un tratamiento conjunto del agua para que esté siempre en condiciones adecuadas. Es complicado y caro. Se está intentando conseguir hacerlo más económico», añade Torrente.
Hay otros retos por delante. Levantar una de estas instalaciones nueva no es tarea fácil. «Hoy día casi todas las partes de los ríos son zonas protegidas y no se permite la explotación ni realizar una construcción de hormigón en el cauce de un río», cuenta Ojeda. «Con nuestra regulación no es fácil conseguir una concesión de agua. Además requiere de muchos trámites donde intervienen varias administraciones: locales, comarcales, autonómicas y también las Confederaciones Hidrográficas. Se necesita una regulación específica para la acuicultura continental, para que los pequeños emprendedores puedan acometer este tipo de proyectos, si no quedará en manos de grandes grupos», cree Torrent.
Una opción es recuperar instalaciones que cerraron por diversos motivos en el pasado. «El reto es poner en marcha decenas de piscifactorías cerradas en la España despoblada que eran empresas familiares», sostiene Torrent.
Proyectos activos
Es lo que ha hecho Piscifactoría Río Mundo que ha recuperado una instalación de 1975. Situada en el municipio Riópar (Albacete), se nutre de dos manantiales del río que da nombre a esta empresa. Aguas cristalinas, oxigenadas y a una temperatura de entre 7 y 13ºC permiten la producción integral de la trucha arco iris: desde los huevos hasta ejemplares adultos. «Es una especie muy sensible a los cambios de temperatura y del pH. Aquí el agua está fría todo el año. Por eso podemos hacer reproducción. A partir de 13ºC los huevos no fecundan. Además, hacemos mediciones tres veces al día», cuenta Delio Lombardero, fundador de esta nueva empresa. En este caso, añade, «tenemos una concesión de agua de 300 litros por segundo. Unos sensores infrarrojos miden la altura y velocidad del agua en todo momento y nos indica el flujo que pasa en un 'display'».
Han comenzado a exportar los huevos a países como Ecuador, Bolivia, Portugal e Irán. «Tenemos tres canales de distribución: comercializamos huevos y alevines para otras piscifactorías, que continúan el ciclo productivo, y la trucha adulta para repoblar ríos, cotos de pesca y para el canal de restauración», comenta.
Pionera
La empresa granadina Caviar Riofrío es una de las pioneras en la acuicultura continental española. Fundada en 1963 para el cultivo de trucha, también comenzó en los años ochenta con la cría en cautividad de esturiones autóctonos para obtener caviar. Solo las hembras de esturión lo producen, y tardan unos 18 años en dar sus huevas. Hoy esta empresa vende este producto, de reconocida fama a nivel internacional, en países europeos, de Oriente Medio y Taiwán. «También lo vendemos en nuestra propia red comercial Osborne en toda España tanto a restaurantes, tiendas y a particulares. Y contamos en esta zona con un turismo gastronómico donde miles de personas visitan el pueblo, comen, pasean por sus calles y riberas. Todo este movimiento genera empleo y riqueza, a la vez que fija población en zonas rurales, manteniéndolas vivas», comenta Carlos Portela, director de Calidad de Caviar Riofrío.
Las instalaciones se encuentran en Riofrío, un pequeño pueblo de 250 habitantes en la falda de la Sierra de Loja. La gran calidad de las aguas del río que da nombre a esta pedanía, que emanan a 300 metros de las piscinas y que se encuentran a una temperatura estable entre los 14 y los 15º C, han hecho posible que se desarrollen estas especies.
Además, el caviar de esta compañía cuenta con una certificación ecológica. «Implica tiempos de producción más naturales, no hay prisa, y una alimentación que no busca el engorde, con poca grasa. Y por supuesto, respeto a las aguas donde viven nuestros esturiones. Las tomamos limpias y limpias debemos devolvérselas a nuestro río», explica Portela.
Vivos ejemplos para que la acuicultura continental española despegue y se convierta en una oportunidad para generar riqueza y revitalizar la España rural despoblada.
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