Deco, Mendes, Flick y el adiós de Gündogan

En cambio, hay respuestas y muy claras para lo que nunca se atreve a preguntar a Deco, a Flick o a Laporta. La primera es que a Gundogan no lo fichó Deco, que es quien ahora no lo quiere. La segunda es que el mánager de Gündogan es su tío y no uno de los comisionistas habituales de Laporta (Mendes, Zahavi, Cury, etcétera). La tercera es que si un jugador de la actual plantilla encajaba con el sistema de juego del nuevo entrenador, más trabajado y ordenado, es Gündogan, y el club le ha mandado precisamente al técnico que le comunique al jugador que no cuenta con él. Otra demostración de quién manda y quién no, y de cuáles son las verdaderas motivaciones de las ventas y los fichajes en el Barça de hoy. Viendo el trato deportivo y personal que se la ha deparado Gündogan, ¿qué jugador de un cierto nivel querrá arriesgar su carrera deportiva en este club? Cuando un club importante tiene a un buen jugador no sólo ha de exprimirlo: ha de cuidarlo. Mira lo que Modric le ha durado al Madrid.

Ilkay Gündogan (Gelsenkirchen, Alemania, 24 de octubre de 1990), acostumbrado a la obsesiva meticulosidad de Pep, nunca entendió la improvisación del club de Laporta. Es un jugador culto, trabajador, comprometido con el equipo y con el club y con la idea elevada del fútbol que le ha transmitido Guardiola y con la suficiente personalidad para guiar a sus compañeros hacia la responsabilidad y la seriedad, será vendido en los próximos días a pesar de sus notables aportaciones la temporada pasada.

Tras su primera derrota en un Clásico explicó en su comparecencia ante los medios de comunicación que le había sorprendido entrar en el vestuario y encontrar a dos de sus compañeros -sin especificar cuáles- riendo y jugando con el teléfono móvil, en lugar de estar enfadados y cabizbajos. Ante la eliminación del Barça de la Champions criticó la frivolidad del equipo en algunas fases del juego y en especial la expulsión de Araujo, que pudo obrar con más inteligencia.

Gündogan fue el comodín de Xavi casi para todo, y cumplió con su mezcla de talento y disciplina. El sistema le parecía imperfecto respecto del que había conocido en el City, pero lo interpretaba sin quejarse de la mejor manera y en la posición que cada vez se le asignaba. Con mucho trabajo y dedicación, logró sus objetivos personales; a la vez que los colectivos se alejaban y aumentaba su frustración por la desidia de la plantilla y los espectáculos de incontinencia de presidente y entrenador.

Fuera del campo no protagonizó ningún escándalo, vida tranquila y ordenada. Cliente habitual de Nobu, pedía los platos con acierto e iba siempre con la misma novia, de la que a veces aguantaba notables reprimendas sin perder la sonrisa: ni con ella ni con los fans que de vez en cuando se acercaban a pedirle un selfie o un autógrafo. Nunca se le vieron excesos con el alcohol ni abandonar el restaurante a horas excesivas.

Su salida subraya una mediocridad de fondo. También futbolística, por supuesto, pero más de entidad y de sus supuestos valores, que encajan mucho mejor con el que se va que con los que lo ponen a la venta para que siga rodando su siniestro carrusel de comisión y calamidad.