todo irá bien
Un adiós indigno
«Las lágrimas de Sergi Roberto en su despedida tendrían que haber sido las de los aficionados, por cómo el supuesto ídolo no tuvo ningún escrúpulo a la hora de llevarse por delante la economía del club»
El Barça y el rostro de la muerte
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Iniciar sesiónEl Barcelona no emerge de la fatalidad de acabar mal con sus jugadores más simbólicos. Pero también es cierto que algunos de estos deportistas contribuyen a este destino trágico dando muestras de una especial indignidad. El cóctel de desgracias ha envenenado el adiós de Sergi Roberto ... (Reus, 1992). Tras 14 años en el primer equipo y 18 en el club, el Barça le desposeyó sin previo aviso de su dorsal para entregárselo a Dani Olmo y le despachó en un breve y frío acto sin dejar que se despidiera de la afición.
Roberto fue uno de los que atracó a Josep María Bartomeu aprovechando falta de carácter y el miedo que siempre tuvo de ejercer de presidente. No lideró el abordaje —lo hicieron Messi, Piqué y Ter Stegen—, pero por decantación simpática estuvo junto a sus compañeros y participó del reparto del botín. Ese chantaje fue la primera causa de que el club se arruinara. La segunda, que Bartomeu cediera en su debilidad e incompetencia. Y la tercera que el breve mar azulgrana que aún quedaba conoció al pirata mayor del reino, que es Joan Laporta, capitán de un sombrío galeón de despiadados comisionistas. Las lágrimas de Sergi Roberto en su despedida tendrían que haber sido las de los aficionados, por cómo el supuesto ídolo no tuvo ningún escrúpulo a la hora de llevarse por delante la pobre economía del club.
Forma parte de su indignidad, y la retrata, que en 2020 aceptara la rebaja de más de la mitad de su ficha para quedarse en el club haciendo nada, en lugar de tratar de relanzar su carrera deportiva; y da una idea del valor que ya entonces concedía a su aportación y de la fe que tenía en sus posibilidades deportivas el hecho de que prefiriera la humillación conocida al futuro por ganarse.
Pero sin duda su penúltimo acto fue el más degradante. Cuando Xavi anunció en renuncia en diferido, una de las pocas salidas que tenían claras Deco y Laporta era la de Sergi Roberto, pero en el 'pacto del sushi', Xavi puso para quedarse la condición de que el jugador continuara, porque le explicaba lo que se comentaba en el vestuario. El que lamentó con lágrimas de cocodrilo no haberse podido despedir de la afición, y exaltó el honor de haber sido «primer capitán del club de su vida», aceptó quedarse como espía de su compañeros y correveidile de su técnico, cobrando la friolera de 5 millones de euros y sabiendo que su talento futbolístico no era para nada ni por nadie requerido.
No podía ser casualidad ni culpa de un solo un presidente que el Barça sea hoy un club tan íntimamente podrido.
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