El baúl de los deportes
El regalo más impactante que recibió el máximo goleador de los Mundiales
Episodios mundiales
Just Fontaine, delantero de Francia, marcó 13 tantos en el campeonato de 1958 celebrado en Suecia
El uruguayo que troleó a la reina de Inglaterra y su consorte
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Iniciar sesiónNo es nada sencillo conservar un récord deportivo durante décadas. Los avances y mejoría en todos los aspectos de cualquier actividad atlética contribuyen a elevar progresivamente el listón de los límites del esfuerzo y el acierto humanos. En muchas disciplinas, además, la voracidad mediática provoca ... el constante aumento del número de campeonatos y de participantes en los mismos. Como consecuencia, hay modalidades, por ejemplo el fútbol, cuyas estadísticas engordan al ritmo que lo hace el negocio. Y, lógico, es más fácil sumar goles cuantos más partidos juegas. Sin embargo, ningún futbolista ha sido capaz aún de superar, ni siquiera igualar, los 13 goles marcados por el francés Just Fontaine en el Mundial de 1958 celebrado en Suecia. Nadie ha vuelto a ser tan efectivo en una fase final de la Copa del mundo.
Evidentemente, Fontaine fue el máximo goleador del torneo, pero entonces todavía no existía el trofeo oficial Bota de Oro, instaurado en el Mundial de España 1982. El atacante galo, además del cariño de sus compañeros y el reconocimiento público, recibió un curioso regalo. Una revista sueca le entregó una escopeta de caza Husqvarna –empresa que suministra rifles al ejército del país nórdico desde el siglo XVII- grabada con la inscripción «Just Fontaine 13 goles». Un inesperado e impactante premio a su letal puntería.
La efectividad del delantero del Stade de Reims no fue suficiente para llevar a su selección a ganar el título mundial. El primer partido del torneo enfrentó a Francia con Paraguay (8 de junio). «Ganamos 7-3 ante un buen equipo, de hecho perdíamos 2-3 en la segunda parte –recuerda Just Fontaine en una entrevista con la cadena de televisión ESPN emitida en 2014-. Yo marqué tres goles y di dos asistencias. En el siguiente partido perdimos 3-2 con Yugoslavia. Tenían un buen portero, se llamaba Beara, y yo marqué los dos goles. Después de esa derrota para ser primeros de grupo teníamos que ganar a Escocia. Y ganamos 2-1, yo marqué uno y asistí a Kopa en el segundo». En los cuartos de final el rival fue Irlanda del Norte: «Ganamos 4-0 y yo marqué dos, uno con la derecha y otro con la izquierda. Hay una foto donde estoy saltando con Harry Gregg, portero irlandés, y se ve cómo yo llego más arriba que él pese a que estira las manos. Rematé de cabeza y el balón dio en el poste».
«Luego vino la semifinal con Brasil. Era un Brasil muy impresionante, no le habían metido ningún gol, pero sabíamos que tenían miedo de los delanteros franceses. Perdimos 5-2 y yo marqué uno, fue el primer gol que encajaron. Aquel día jugamos la segunda parte con 10 hombres por la lesión de Jonquet (defensa central). Se rompió el peroné, y en esa época no había cambios. Ya era difícil 11 contra 11, así que jugando con 10 solamente... Por último, en el partido por el tercer puesto ganamos 6-3 a Alemania Federal. Marque cuatro goles, todos con la derecha. Cuando el árbitro pitó el final mis compañeros me levantaron a hombros», rememora Fontaine.
Pocas camisetas y botas prestadas
El récord de goles es lo que ha quedado para la historia, pero en la memoria de Just el hueco más especial lo ocupa la camaradería y el excelente el ambiente que se vivió en el seno de una selección que había viajado sin grandes expectativas y habiendo sufrido no pocas críticas por los malos resultados cosechados en los meses previos al Mundial (llevaban casi un año sin ganar ni un partido). Ni la propia Federación Francesa de Fútbol confiaba en ellos. Sólo les dieron tres equipaciones para los encuentros de la fase de grupos. A partir de ahí, para jugar las rondas eliminatorias con camisetas limpias los propios futbolistas tuvieron que lavárselas en la habitación del hotel.
El detalle anecdótico de compañerismo más popular y famoso atañe directamente a Fontaine y a su registro goleador: «Se me rompió una bota y en aquella época no había patrocinadores ni marcas que te dieran ropa y calzado en abundancia. Uno de los suplentes, Stéphane Bruey, usaba el mismo número de pie, 41, que yo, así que me dejó las suyas. Jugué todo el Mundial y luego se las devolví. Los 13 goles fueron inspirados por dos espíritus en el interior de un mismo zapato».
El Mundial de Suecia fue el culmen en la carrera de un futbolista nacido en Marruecos (Marrakech, 18 de agosto de 1933), cuando el país africano todavía era un Protectorado de Francia. Su padre era un funcionario francés. Su madre, una mujer española que tuvo otros seis hijos y castellanizó el nombre de Fontaine. Le llamaba Justo, apodo con el que fue conocido el delantero galo. El niño Justo sintió muy pronto la pasión por el balón: «Los campos no tenían hierba, eran de tierra y había piedras duras. Es el fútbol de la calle y ahí se aprende mucho más». Su primer equipo fue el Sporting Athlétique de Marrakech (SAM).
En 1952, Mario Zatelli, entrenador del Olympique de Niza, viajó a Marruecos para ver a Abdesselem Ben Mohammed, delantero del club Wydad de Casablanca. Antes de ver el partido y al futbolista que le interesaba, en el mismo campo jugaba el Union Sportive Marocaine (USM), club donde militaba Fontaine desde los 17 años. Aquel día marcó dos goles soberbios desde 25 metros de distancia de la portería, uno con la pierna derecha y otro con la zurda.
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Casualmente, Zatelli, nacido en Argelia, había jugado en el USM (de 1929 a 1935). Habló con directivos del club y les prometió que en uno o dos años volvería para fichar a aquel joven goleador que le había impresionado. Cumplió su promesa y en 1953 regresó. Y abonó el traspaso con dinero contante y sonante, algo que todavía recuerda Fontaine con divertida sorpresa: «Pagó en líquido, no con un cheque. Mi padre, que estaba allí, le dijo: 'un momentito'. Eran dos millones de francos (305.000€) y se puso a contar los billetes uno a uno. Yo temía que cambiaran de idea y pensaba: '¿por qué no parará mi padre de contar el dinero?' Pero siguió hasta el último billete y dio su conformidad: 'Ahora puedo firmar'». Por cierto, finalmente Abdesselem no se fue al Niza. Jugó en el Girondins de Burdeos y en el Nimes.
En junio de 1956, el Stade de Reims vendió a su estrella, Raymond Kopa, al Real Madrid y decidió que el sustituto ideal era Fontaine, que llevaba tres temporadas demostrando su puntería –rubricó un total de 51 goles- en Niza. Pagó por él 10 millones de francos (1,5 millones de euros). «Cuando llegué, Albert Batteux, un buen entrenador, me dijo que no intentara jugar como Kopa, que lo hiciera como Fontaine. Eso me dio gran confianza. La primera temporada marqué 30 goles y la segunda, en 1958, fuimos campeones de Liga y yo, el máximo goleador del campeonato con 34 goles en 26 partidos». Su presencia en la selección francesa que se disponía a jugar el Mundial era incuestionable.
Grave lesión y retirada
Tras deslumbrar en Suecia, Fontaine no perdió su olfato matador. Fue el máximo realizador -10 goles- de la Copa de Europa (hoy Liga de Campeones) en 1959 pese a perder la final ante el Real Madrid (2-0). Su club, el Stade de Reims, ganaría dos Ligas más (1960 y 1962), pero en lo personal la carrera de Fontaine se quebró, literalmente, el 20 de marzo de 1960, cuando sufrió una fractura de tibia y peroné provocada por una dura entrada de Touré, jugador del Sochaux. Tras una larga convalecencia, volvió a vestirse de corto. Apenas le dio tiempo a sentirse otra vez futbolista: el 1 de enero de 1961, la misma pierna, la izquierda, se rompió otra vez. El 5 de julio de 1962, a los 29 años de edad, Fontaine tuvo que abandonar la práctica del fútbol.
En 1986, con motivo de la celebración del Mundial de México, Just Fontaine se encontraba en Acapulco y le sucedió lo siguiente: «Iba paseando por la playa con un amigo y organizaron un partido en la arena. Les faltaba un jugador y uno de ellos, canadiense, me escuchó hablar en francés y me preguntó si quería participar. Jugamos una hora y luego nos fuimos al hotel. De pronto, siento que una persona me toca la espalda, me vuelvo y me dice: '¿Sabe que usted podría hacer carrera en el fútbol?' Los que estaban conmigo se empezaron a reír, le preguntaron si estaba bromeando y le dijeron que yo era el mejor goleador de todos los mundiales. El hombre, avergonzado, me pidió perdón. Yo le dije: 'Al contrario, ha sido el mejor y más sincero cumplido que me han hecho'. Yo tenía 53 años y estaba cojo, no puedo doblar el tobillo».
En una entrevista con el diario inglés 'The Guardian', Fontaine replicó a quienes de vez en cuando cuestionan su marca e incluso minusvaloran el fútbol de épocas pasadas: «No era más fácil marcar goles en 1958. El estado de los campos, el balón, la duración de los viajes entre un partido y otro y el amateurismo hacían que todo fuera mucho más complicado. Y encima aquel Mundial yo lo jugué con unas botas prestadas. Los árbitros protegen hoy a los delanteros mucho más que en mi época. Así que permítanme repetirlo: 13 goles es una cifra enorme. ¿Batir mi récord? No creo que se pueda lograr».
De hecho, los que siguen la estela histórica de Fontaine son el húngaro Kocsis, con 11 goles en Suiza 1954, el alemán Müller -10 tantos en México 1970- y el portugués Eusebio -9 en Inglaterra 1966-. En el siglo XXI, el que más cerca ha estado es el brasileño Ronaldo, que firmó 8 goles en el Mundial de Corea y Japón en 2002.
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