Análisis
Nosotros renovamos a Messi
Florentino echó a Cristiano y a Ramos porque siempre ha pensado que nada ni nadie está por encima del Madrid
Rubiales y Camps, investigados por presuntas amenazas
Messi, en su despedida del Barcelona
Nosotros renovamos a Messi, y dejamos que cojitos en decadencia como Busquets, Piqué y Alba sangraran al club hasta sumirlo en la miseria. En la última renovación, le pagamos a Messi lo que no teníamos y el pasado verano, estando oficialmente arruinados, nos habríamos vuelto ... a suicidar con el crédito envenenado con que Tebas y Roures querían hipotecar el futuro del Barcelona para tenerlo arrodillado y a su merced, de no ser porque a última hora evitaron el criminal despilfarro el CEO Ferran Reverter y el principal avalista de Laporta, José Elías, ambos fulminados casi a continuación por un presidente que quiere mandar como «en una empresa familiar».
Florentino echó a Cristiano y a Ramos porque siempre ha pensado que nada ni nadie está por encima del Madrid y no entra en el juego de los que pretenden saquearlo. No es casualidad que el club esté a punto de inaugurar el estadio más moderno y multifuncional del mundo, y de ganar su 14ª Champions. Tampoco es casual que las obras en el Camp Nou no hayan aún empezado, que el Barça cayera hasta en la Europa League con su propio estadio vendido a los alemanes, y que hace unas semanas no le quedara más remedio -ni menos vergüenza- que celebrar su segundo puesto en la Liga con la euforia de los que ascienden de categoría.
Otra cosa es que, como explicó Josep Maria Casanovas el domingo en ABC, no se puede competir en serio contra clubes-Estado con presupuestos de 1.000 millones. Por eso el presidente del Madrid, junto al del Barça y la Juventus, impulsan un nuevo modelo de competición europeo en que los clubes capitalicen su valor, en lugar de plegarse a sistemas de competición fallidos y con estructuras corruptas cuando no directamente mafiosas. Más de fondo, está la imprescindible privatización de Barça y Madrid, y la necesidad de que coticen en bolsa.
El Madrid podría haber fichado a Mbappé tal como habría podido retener a Cristiano y a Sergio. El Barça lo hizo con sus vacas sagradas y ahora tenemos una deuda de más de la mitad de lo que vale el club, un déficit operativo de bancarrota, un estadio que cae a pedazos y un equipo que se arrastra por los campos de España y Europa porque como sus últimos entrenadores han dicho: «es lo que hay».
Campeón de Liga y camino de su decimocuarta Champions -versión actualizada de una Copa de Europa que se inventaron Santiago Bernabéu y Raimundo Saporta, contra la fiera oposición de los Tebas y Ceferin de entonces-, el Madrid y su presidente han sido desde el anuncio del PSG objeto de toda clase de ataques (he llegado a leer que esta temporada ha significado «un fracaso estrepitoso del florentinismo») por parte de la prensa catalana, a la que hay que felicitar en general, y siempre, pero sobre todo en lo deportivo, por realizar con tanta generosidad y abnegación su autoparodia, con ese impúdico exhibicionismo de complejo, victimismo y aldeanismo que tensa con mucho más esplendor el arco de la infinita distancia a la que viven los verdaderos héroes.