Jesús Herrada activa al ciclismo español

Sepp Kuss y Jesús Herrada comentan la jugada en la antesala del podio, al estilo de la Fórmula 1, los protagonistas mirando las repeticiones de la televisión y apreciando los detalles que escapan a los mortales. Son dos secundarios con la calidad extra para asumir el cartel estelar en la Vuelta durante horas, las que se consumen hasta que llegue el camino empedrado del Tourmalet, el tormento del Larrau o la escabechina segura en el Angliru.

«Sabía que era un buen final para mí», cuenta Herrada, tipo sobrio, de pocas palabras, natural y vecino de Mota del Cuervo, uno de los pocos ciclistas que no se ha mudado a Andorra y prefiere la rudeza del pueblo, la soledad de los entrenamientos, las carreteras secundarias, los campos de labranza y los amigos contados una mano. Precisamente a uno de ellos, fallecido recientemente, le dedica el ciclista de Cofidis su triunfo.

Herrada ha proporcionado el primer triunfo al ciclismo español desde el estatus solvente que se construyó hace años, cuando se comprobó que la etiqueta de heredero de Contador, Perico o Induráin le venía muy grande para las vueltas de tres semanas.

Herrada se crió en la cantera del Movistar, en la escuadra telefónica encontró su rampa de lanzamiento con la presión que eso supone. El equipo que tuvo a Induráin, Olano, Chava, Perico o Valverde y siempre aspiró a algo grande en el Tour, confió en Jesús Herrada como una nueva pieza del escalón.

Desde 2011 a 2017 el conquense compartió expectativas y aventuras de porvenir con los gerentes del Movistar. La perspectiva nunca se cumplió y Jesús Herrada encontró su lugar en el mundo desde otra posición: un cazador de etapas, rematador de primer nivel, 21 triunfos como profesional.

El padre de la saga, su hermano José también corre en el Cofidis, se escapó desde Mota del Cuervo hasta la salida en Lerma y luego hasta la meta en la Laguna Negra porque su olfato le hacía intuir otro día grande para la familia. En la casa de los Herrada todavía escuece aquella etapa de Javalambre en la Vuelta en la que José Herrada, el mayor, no pudo con Ángel Madrazo.

Herrada atraviesa la serranía de Urbión, las tierras de viñedos en la salida del Lerma, todos los cauces del río Duero que marca la vida de la zona. Lo hace en compañía de 25 escapados en una fuga que se convertirá en la fuga de la fuga más adelante y en la que participan gente potente, como Geraint Thomas, un vencedor del Tour, Filippo Ganna, la locomotora ganadora en la crono de Valladolid, o Luis León Sánchez, un reputado especialista en cazador etapas.

A Herrada y su vagón no le da tiempo a percatarse de la fauna de la zona, cuna de corzos, jabalíes, águilas y otras especies. Un buitre malherido en la carretera recibe la asistencia de la policía nacional, que trata de ayudarlo para que abandone el asfalto con una vara.

No hay contraorden en el pelotón para la escapada porque al Jumbo del líder Kuss, Roglic y Vingegaard le va bien la tarde. También a Evenepoel y el Soudal. Juan Ayuso se cae en la neutralizada y bastante tiene con pasar el día entre el coche médico y los dolores.

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Por Vinuesa, el inicio del único puerto de la jornada, pasa la fuga con más velocidad que el pelotón. En las rampas Filippo Ganna pone un paso demoníaco sin levantar el trasero del sillín. Es una fuerza de la naturaleza, prodigio aerodinámico que también vuela durante algunos kilómetros en una montaña sin excesivos desniveles.

Ganna prepara el terreno para Geraint Thomas, G. como le llaman en Ineos, abreviatura del vencedor del Tour 2018 que nunca más volvió a ofrecer ese rendimiento estelar. Solo este año en el Giro que estuvo a punto de ganar ante Roglic se apreció al que fue.

La aspiradora de Ganna reduce el grupo de 26 a un racimo de corredores entre los que asoma guarecido y cauto Jesús Herrada, 33 años, catorce temporadas como profesional, mucha carga en el cuerpo. «Es muy difícil saber qué día es el bueno, se intenta siempre y unas veces sale y otras no», explica Herrada al final de la etapa.

Su noción vencedora incluye etapas como la de este miércoles. Días de media montaña, mañanas de perseguir la fuga y hacerse fuerte en un grupo escaso, finales de jornada con dureza, que requieran potencia y velocidad.

Herrada es ese tipo de corredor. Así ganó en 2019 en el pueblo fortificado alto de Ares del Maestre (Castellón) y en la meta de Cistierna (León) en 2022. «No es fácil coger las fugas en las vueltas grandes porque hay mucho nivel, y cuesta todavía más rematar con victoria».

Herrada armó su distancia a 300 metros de la meta, imponente pegada en la cuesta frente a buenos llegadores como Caicedo o Thomas, gente con piernas y experiencia. Herrada cruza la línea y ya no conoce. Desfallecido y feliz, en brazos de su masajista que lo recompensa por una muesca más en su historial.