Aida, o el sueño de ver y no creer
La ópera, con todo su cartonaje escénico, se repone por tercera vez desde el estreno en 1998
Madrid
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónTiene el Teatro Real un especial empeño por convertir la producción de 'Aida' firmada por Hugo de Ana en aquella Disneylandia de la que hablaba Adolfo Marsillach en su memorias: el lugar al que uno va lleno de recelos, de prejuicios, de ... escepticismo y resulta que lo pasas estupendamente. Y es verdad que el entretenimiento se esconde en lugares inverosímiles, como la falsa Venecia de un hotel de Las Vegas.
ÓPERA
Aida
- Música Giuseppe Verdi
- Libreto Antonio Ghislanzoni
- Dirección musical Nicola Luisotti
- Director de escena, escenógrafo y figurinista Hugo de Ana
- Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
- Intérpretes Krassimira Stoyanova (Aida), Piotr Beczala (Radamés), Jamie Barton (Amneris), Carlos Álvarez (Amonasro), Deyan Vatchkov (rey de Egipto), Alexander Vinogradov (Ramfis), Jaquelina Livieri (gran sacerdotisa), Fabián Lara (mensajero). Teatros Real, Madrid. 24-X
Por eso, 'Aida', con todo su cartonaje escénico, se repone por tercera vez desde el estreno en 1998, anunciándose diecinueve sesiones más el preestreno joven. Tanta es la confianza que el Real tiene en su vuelta que ha elevado a categoría de 'autohomenaje' estas representaciones, lo que es tanto como convertir en emblema estético del teatro una producción que, sin muchos miramientos está a años luz de la inmensa mayoría de las propuestas escénicas presentadas en los últimos veinticinco años.
La fe en 'Aida' tiene otras razones de ser pues es un título que con 'Rigoletto', 'La traviata' o 'Carmen' garantiza el éxito de cualquier compañía trashumante. Más aún si se cuida como ejemplo innegociable de la historia operística, es decir que se presenta con calidad y sentido crítico, 'reflexión y enriquecimiento'. La necesidad financiera es un argumento poderoso, que en este caso viene favorecida por la coproducción con el Abu Dhabi Festival, pero también debería serlo la defensa de un modelo de teatro que se autodefine 'innovador', con independencia de la opción estética que adopte.
Definitivamente, esta 'Aida' está en las antípodas de lo bondadoso pues en su mochila cabe la pesadez, la vacuidad, lo estrafalario, lo vulgar de las coreografías… el mal teatro: todo aquello que ya se dijo cuando la producción fue programada en 2018 y que ahora se acentúa al llevar la escenografía a un abigarramiento de imágenes, a una sobrecarga de gestos (mal ejecutados) y a una sobreactuación de la corporeidad egipcia que tiene muy difícil digestión.
Por eso suenan poco aleccionadoras las declaraciones de Piort Beczala afirmando muy orgulloso que hacer una producción 'con pirámides en el siglo XXI, es como el sueño de un niño'. Lo del XXI es un puro dislate; en cuanto al sueño cabe hacer una concesión pensando en el imaginario de miles de aficionados (él debería ser algo más exigente) que toman la ópera como escenario de fantasías.
El tenor encabeza uno de los tres repartos que se alternan estos días incluyendo nombres de categoría internacional (sin duda lo más reseñable de esta 'Aida') pero tampoco anoche se le vio demasiado arrobado mientras se plegaba a una realización que hizo agua desde el mismo arranque y que muy duras penas cogió algo de aire en el dúo final de los protagonistas. Demasiado tarde.
Incomprensiblemente, el coro titular vivió una jornada de desajustes continuos y la orquesta se deshilvanó en un transcurrir sin chispa ni interés, a veces confusa y en ocasiones enmarañada. Al maestro Nicola Luisotti, 'Aida' se le escapó ayer entre los dedos, ofreciendo una versión insustancial que facilitó, por la falta de rigor, la problemática realización de un reparto del que era razonable esperar mucho más.
El caso de Beczala es ejemplar, acostumbrado a poner la voz por delante y dejar el gesto en una posición secundaria. Lo hizo en Salzburgo, el pasado mes de agosto cuando debutó el papel de Radamés mientras deambulaba perdido por la escenografía de la artista visual Shirin Neshat. Pero a Madrid, así lo ha dicho, venía a comprometerse, a consolidar la maravilla del Egipto monumental. Otras funciones podrán confirmar que es un gran cantante (para ser un gran Radamés todavía queda por andar) porque ayer si el arranque con 'Celeste Aida' fue agarrotado, apenas tuvo relevancia lo demás, incluyendo el crucial encuentro con Aida en segundo acto.
Beczala, fue con todo y en paralelo a la honrada posición de Carlos Álvarez en el papel de Amonasro, lo más reseñable de la representación. Jamie Barton y Krassimira Stoyanova, desde registros muy distintos compartieron posiciones similares deletreando sus papeles en un italiano imposible. Barton se mostró muy ahogada ante Amneris, con una carga dramática poco sustanciosa, corta de expresión y fundida en la desigualdad vocal. Stoyanova, por su parte, admitió algún destello musical, pero su Aida, sin mordente, y recortado fiato hizo muy difícil la romanza del acto segundo y ralentizó absurdamente el 'duetto' con Radamés. Entre los secundarios hubo de todo, incluyendo la escasa salud vocal del rey Deyan Vatchov, claramente desmejorado.
En un día de campanillas, organizado como inauguración 'oficial' de la temporada, después del estupendo prólogo con 'Orphée', ópera de cámara de Philip Glass ofrecida en los Teatros del Canal, el Real enfila el curso dispuesto a demostrar su posición de referencia. Eso dice de sí mismo y es de desear que el afán se haga posible. Nada mejor que enterrar a 'Aida', al menos su primera representación, bajo la arena del desierto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete