entrevista

Prado Arenas, la Rolling Stones de la comunicación musical

Vive en una antigua discoteca, desde donde prepara las giras internacionales de artistas como Alejandro Sanz, Eros Ramazzotti, Maluma, Camilo y Tini a través de la empresa que dirige, Masukomi

Una noche en... el lujo: ¿qué he hecho yo para merecerme esto?

Prado Arenas en su casa, una antigua discoteca que conserva la bola giratoria original TANIA SIEIRA

Luis Ybarra

Todos le preguntan si de verdad se llama así. «Que sí, cojones», responde Prado, quien para colmo de lo natural había de apellidarse Arenas y por tanto dar explicaciones como punto de partida de toda presentación. Esta manchega de Madrid es ásperamente cómica. Miles de ... festivales de música a la espalda le avalan. Su profesión es puro desenfreno, pues se dedica al Marketing y la Comunicación dentro de una industria movediza que varias veces ha cambiado su estructura desde que ella arrancó allá por los 80. Masukomi se llama la empresa que dirige, y tiene clientes muy variados: desde Amazon Music hasta Flamenco On Fire de Pamplona o Festivales Para Un Territorio. Vive en una antigua discoteca cerquita del Palacio de Vistalegre donde manda una perra, Chanel. Allí mismo se tejen ideas que se transforman en campañas para giras internacionales: Juanes, con quien viajó en avión para una fiesta privada del rey de Marruecos, Maluma, Loquillo, Eros Ramazzotti, Pablo Alborán, Alejandro Sanz, Fito Páez, Tini, Camilo…

Es una especie de discohouse oficina recreativa laboral y lo que ustedes quieran. Allí lo personal y profesional se distingue escasamente. Ella dice que por la tarima del suelo. El parqué es casa. El resto, oficina, pero todo está conectado. Íntimamente mezclado. Esa es Prado: un montón de cosas encontradas que siempre terminan por sorprenderte.

Es la protagonista en la sombra de parte de lo que se cuece en la capital desde hace décadas. El público general no la conoce, pero si le preguntan a Bunbury, Alejandro Sanz o La Oreja de Van Gogh rápidamente le contarán alguna anécdota. De joven, según ella en el Pleistoceno, aunque todavía tenga más carrete que un autobús escolar, sufrió un robo en su piso. Recién llegada estaba a la gran ciudad, pero ya se había ganado la simpatía de todos los que pululaban por El Ambigú: Los Ronaldos, Joaquín Sabina, Los Rodríguez, Diego Manrique... Como se quedó sin nada, muchos de aquellos artistas hicieron una vaquita, así volvió a tener televisión y muebles. «Aquello fue bonito», dice mirando la bola de la discoteca original que gira en el salón mientras acaricia a Chanel.

El lugar en el que vive y trabaja es de difícil descripción. Cree que la discoteca se llamaba Fiesta, como la de Hemingway, pero no está segura. Le haría gracia o lo que fuera y compró algo menos de la mitad para hacerla habitable. La distribución, claro, es la propia de un espacio de estas características: «Yo duermo en los baños de la discoteca. En esa plataforma del salón estaba el DJ. En total son casi 250 metros cuadrados». Techos altos, cojines, peluches, salas de reuniones abiertas, máquinas de juegos… Nos recibe en zuecos con dos platos de jamón, queso, canapés, botellas de vino y latas de cerveza. Los empleados rallan tomate cuando la fotógrafa de ABC, Tania Sieira, pronto queda estupefacta ante tanta hospitalidad. Prado ha montado un cumpleaños para la entrevista.

Equipo de Masukomi Tania SIEIRA

Tanta gente ha conocido que todo famoso debería robarle la frase que exclamó en el último Primavera Sound tras horas de trabajo. «Mira, Prado, quédate aquí que te voy a presentar a alguien», a lo que ella respondió: «No, por favor, tenéis que empezar a despresentarme gente». Hace y deshace con facilidad. Tiene el ojillo de la vieja escuela, pero anda rodeada de jóvenes.

«Fui la primera que empezó a comunicar vía email los conciertos y otros eventos. Sin servidor ni base de datos, poníamos en copia un montón de direcciones para que llegara la información. Eso fue en los 90. Es que llevo mucho tiempo: estuve en la salida de los discos más potentes de Alejandro Sanz, Ismael Serrano y muchos otros. ¡Cuando se vendían discos! Estuve quince años desarrollando una estrategia musical para Heineken, que fue el cliente que más me marcó por entonces. Soy de las que celebró la llegada del Festival Internacional de Benicasim como algo único: nos pasábamos el año pensando qué ropa nos íbamos a poner. Qué de cosas hay hoy. Qué de festivales. Ahora todo el mundo puede ser VIP, por ejemplo, porque se compra. Antes no era así. Ha cambiado todo, aunque nos movemos en un terreno riquísimo de posibilidades que seguimos aprovechando. El ocio ha estallado en España en número de eventos».

Prado Arenas junto a Chanel tania sieira

Si algo sale mal, asegura, la culpa es de la comunicación. Si todo sigue su curso de buena forma, es porque el producto era muy bueno. Esto le revienta, pero tantos tiritos tiene dados que hace tiempo que cambió el ceño fruncido por la carcajada. No siempre ha estado en España. Hace años, tras una de las primeras giras de Ketama, se marchó para formarse en Londres a través de un trueque: el bajista colombiano Chucho Merchant se fue para su piso madrileño porque tenía gira con Luz Casal y ella se quedó con el suyo londinense. «Allí tomé un contacto más fuerte con la industria: Sony, Polygram… Mi primer amor en Londres fue Tim Finn, de Crowded House. Después ya regresé a España a seguir currando duro… hasta hoy». La normalidad es relativa, pero yo trato de explicarle que si ese concepto existe desde luego está en las antípodas de todo lo que gira en torno a su rutina y sus recuerdos: amistades, conciertos, casas, vuelos...

Además de confirmar que sí, que de verdad se llama Prado a secas y que su apellido es Arenas, otra de las frases que repite continuamente en su día a día es que no tiene entradas. Dice que hay gente que cree que atesora un arsenal debajo de la cama, pero no es así. No tiene ochocientos tickets a mano para que amigos, conocidos y otros compromisos disfruten del próximo evento en Wizink Center. Una vez, en el Greenspace de Valencia, le quitó la acreditación a la superestrella neoyorquina Moby porque la necesitaba para un periodista: «A ti no te hace falta que tú eres artista, le dije». Ya ven: no es mitómana. Evita las visitas a los camerinos. Nunca pide fotos. Y entre aviones y trenes sigue abriéndose frentes desde Masukomi junto a su equipo, que avanza en lo tecnológico y se estrena en la producción. Conscientes de la importancia de las redes sociales, pero con un pie en esa sapiencia que ofrece la veterana de estos pupilos. Prado tiene las pizarras llenas de nombres de marcas. Muchos muchos artistas. Ideas, fechas, tours. Es una Rolling Stones que se fue de gira desde Ciudad Real siendo una niña y todavía no ha vuelto.

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