Laurence Rees: «La extrema izquierda también puede destruir la democracia»
El estudioso británico publica 'En la mente nazi', un ensayo estremecedor sobre los parecidos de la Europa que vio nacer el nazismo y la de hoy
Doctrina y muerte: la guerra por conquistar las montañas
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Iniciar sesiónDice Laurence Rees que «vivimos en un mundo en el que las democracias están en peligro». Y lo dice después de treinta años de estudio sobre los excesos de las dictaduras totalitarias del siglo XX y las heridas que dejó el Holocausto y ... también -como editor en la BBC History- con el ojo acostumbrado a ver pasar en viejos celuloides las pequeñas y grandes historias que son las cicatrices del insondable sufrimiento causado por Hitler y Stalin. Ahora acaba de publicar 'En la mente nazi' (Crítica), un estremecedor ensayo que formula las advertencias (12) que la historia que mejor conoce suponen para nuestro presente.
Tal vez la actualidad no resiste una comparación literal con los años treinta. «La historia no da lecciones porque no es un experimento científico», aclara. Pero «si caes en la impresión de que la democracia ha fallado y debe ser reemplazada, y observas la destrucción del Estado de Derecho, el ataque a los periodistas, etc., puedes intuir patrones asociados con el nazismo, el antisemitismo, el nacionalismo violento». Y concluye: «Deberíamos hacer todo lo posible por aferrarnos a las democracias que nos rodean».
Thomas Mann, 150 años en la cumbre
Juan Pedro QuiñoneroNacido en 1879, la obra del escritor y premio Nobel que retrató el siglo XX occidental en novelas como 'Muerte en Venecia', 'La Montaña mágica' o 'Los Buddenbrook' sigue plena de actualidad
—En la época del ascenso nazi muchos no se dieron cuenta de que se acostumbraban paulatinamente a los abusos e imposiciones. ¿No nos está pasando algo parecido ahora?
—Sí. Y es un gran peligro. Los nazis cometieron el peor crimen en la historia, el Holocausto. Cuando llegaron al poder, fueron claros: utilizarían los votos para la destrucción de la democracia. Y cuando Hitler tomó el poder, la destruyó. Hoy es insidioso saber que en algunos países hay gente elegida democráticamente que hace dos cosas que también usaron los nazis nada más llegar al poder: acabaron con la libertad de la prensa acosando y encarcelando a los periodistas. Y, segundo, atacaron a los jueces, los recusaron y se rebelaron contra el cumplimiento de algunas leyes. Se puede tener la fachada de una democracia mientras esto ocurre. Es más difícil para nosotros analizar lo que sucede hoy que para alguien que votó nazi en 1932.
—El tiempo juega en nuestra contra.
—Claro, sabemos lo que hicieron los nazis, pero no sabemos lo que podrán hacer los líderes a los que vamos a elegir.
«Hay gente elegida democráticamente que está acosando a los periodistas y a los jueces»
—Estamos polarizados y resulta sencillo pensar que son los adversarios los que van a poner en riesgo la democracia. En Europa se habla del ascenso de la extrema derecha pero, ¿cree que un gobierno de izquierda radical como el español también puede estar produciendo esa erosión, atacando jueces o acosando a periodistas?
—No hago comparaciones directas con las naciones en el libro y sería presuntuoso pensar que conozco mejor que usted la política española. Dicho esto, estoy de acuerdo absolutamente en que esto no es necesariamente un fenómeno de la derecha extrema. Puede ser igualmente un fenómeno de la izquierda extrema. Mirad lo que pasó con Stalin. Es un fenómeno de extremos, profundamente antidemocrático. Digamos que la parte liberal y democrática se está quedando sin espacio.
—¿Por qué hizo este libro?
—Hace más de 30 años reuní a exmiembros del partido nazi y las SS y descubrí que triunfaron en sus negocios después de la guerra, y tenían sentido del humor. Pero cuando los arrastraron a las creencias nazis, fue como un universo alternativo. Muchos ni sentían que debían disculparse, decían que si hubiésemos estado ahí, entenderíamos que hacían lo correcto en ese momento.
—¿No se excusaban en seguir órdenes?
—Muy pocas personas. Me asombra que una nación culta en el corazón de Europa llegase a cometer esos terribles crímenes y que muchos no se lo perdieron.
«La democracia es frágil. Debemos aprender que la complacencia es el peor enemigo de nuestras libertades»
—Hay doce advertencias de la historia para nuestro presente en su libro, sin duda estremecedoras: extender bulos conspiranoicos, usar el 'ellos y nosotros', etc, me parece relevante la que habla de corromper a la juventud. El voto extremo es joven.
—El profesor Sapolsky de Stanford, experto en neurociencia, cuenta cómo el córtex prefrontal no se acaba de formar hasta los 25 años. Es la parte del cerebro que dice que no deberías tomar el segundo pedazo de tarta, porque te arrepentirás. Y me dijo que la juventud siente atracción por pensamientos definitivos y extremos. Es increíblemente fácil tener ideas simples que parecen definitivas cuando tienes 18 años. Los matices tienden a venir más tarde. Los nazis, y otros como ellos, apelan desproporcionadamente a los jóvenes de menos de 25 años. Igual que hizo Mao en la revolución cultural, o Pol Pot en Camboya, Stalin con el Komsomol, y así sucesivamente.
—¿En algún momento piensa que todo pudo haber salido mejor? Elliott propugnaba analizar caminos de la historia que se plantearon pero no se tomaron para buscar matices.
—No me gusta la historia contrafactual. Podría ir a cualquier lugar. Lo importante es el hecho de que en 1928 los nazis obtuvieron el 2,6% del voto. Hitler había sido líder durante muchos años. ¿Por qué no ganó entonces y sí en 1933? Porque la situación no era la que precisaba. Sucedieron cosas ajenas a él, como el juicio de las élites, que pensaron que era un cretino y podrían controlarle.
—Las élites se amoldaron...
—Dudo si decir «como siempre», porque no siempre lo hacen en una revolución. Pero si tienes mucho poder reconoces, como decimos en inglés, de qué lado tiene la mantequilla tu pan.
—¿Cree que la sociedad europea tiene una enorme flaqueza, no sé si es por falta de educación cívica o porque no hemos enseñado a los jóvenes a valorar nuestras libertades?
—Si hay algo que debemos aprender de todo esto es que todo es frágil, a menudo mucho más frágil de lo que creemos, y eso es especialmente verdadero de la democracia. Es un milagro que existan democracias, hay demasiadas fuerzas en contra. Y debemos aprender que la complacencia es el peor enemigo de nuestras libertades. Porque he conocido a tantas personas, no solo en Alemania, cuyas vidas se dieron la vuelta y se arruinaron en cuestión de un momento. Y quedaron en shock. Miramos las grandes instituciones, los Parlamentos o los grandes Tribunales en esos edificios, y pensamos: son tan sólidos y seguros,
—Y ya no lo son.
—A veces se dice: «yo solo voté por ellos porque quería un cambio». Bueno, pues cuidado. Puede que no haya vuelta atrás. Ese nivel de complacencia me preocupa mucho. Si no estamos vigilantes, si no protestamos por pequeñas mermas en tus derechos... Tienes que entender que tus derechos vienen con responsabilidades, y la mayor responsabilidad es preservar las instituciones porque son fundamentales para la democracia.
—Pericles dijo en el discurso fúnebre que nuestra fortaleza es la aparente debilidad de no estar todos de acuerdo, pero esto podría no bastar, si no hay lealtad hacia la idea de la democracia. ¿Está de acuerdo?
—Ese es el gran cambio con lo que estamos viviendo. No sé la situación en España, pero si no aceptas los parámetros de esa sociedad democrática, hay un peligro fenomenal. La estadística de 1932 es increíble: la mayoría de alemanes votó por los nazis o los comunistas, que querían acabar con la democracia. Hoy quienes votan extremos sienten que la democracia les ha fallado con problemas centrales, importantes. Ir por ese camino es verdaderamente aterrador.
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