Fernando Aramburu: «La poesía es vocación y la novela es trabajo»

«No se sale incólume de la experiencia de haber sido poeta. Lo que pasa es que yo dediqué un año entero a despoetizarme, para poder escribir otros textos, porque escribía contando sílabas», asevera el hombre, agarrado a un humor que siempre choca con la lírica. «Basta con introducir un elemento de humor para darse cuenta de que la poesía se disuelve, se rompe. Si en lugar de 'Volverán las oscuras golondrinas' dices 'Volverán las oscuras mandarinas'... Toda mi obra basculan entre el humor y la poesía, entre esos extremos».

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Fue su amigo Francisco Javier Irazoki el encargado de reunir este trabajo de juventud y de convencerlo a él para publicarlo. Aramburu, en efecto, no ha vuelto a escribir poesía, pero le queda la mirada, esa sensibilidad afinada en clave lírica. «Además, yo he seguido leyendo poesía, de hecho lo último que hago cada día es leer dos o tres poemas, como si fuera mi dosis imprescindible de poesía».

El autor de 'Patria' («ya he sugerido a mi editorial que firme mis libros así, no como Fernado Aramburu sino como el autor de 'Patria'») dejó de publicar sus versos en 2005, casi a modo de promesa personal. «Me dije: a partir de ahora voy a escribir solamente los poemas verdaderamente necesarios para mí. Y entonces dejé de escribir», suelta, entre más risas. Pero avisa de que ese no es el final.

«Si nada se tuerce y logro sobrevivir una o dos décadas, creo que me complacería mucho que mi última palabra escrita fuera poética. Sería una despedida elegante, sí, volver la mirada atrás, considerar lo vivido y decir unas últimas palabras por medio de versos, unos poemas que supusieran un agradecimiento a las cosas bellas, quizás las amargas habría que tenerlas en cuenta también... Sería mi testamento personal expresado con seriedad, con estoicismo», aventura, como quien sueña despierto.

Aramburu canta la belleza de la poesía, que es la belleza de la vida, del placer, y por tanto una belleza universal, a pesar de todo. «La poesía es una necesidad básica del ser humano. Otra cosa es que la gente la busque en los libros de poemas, cosa que se da más bien excepcionalmente. Pero absolutamente todos los seres racionales se emocionan escuchando una determinada pieza musical o ante una secuencia de película, o ante un cuadro, un jardín o simplemente ante el mar. Eso que se siente ahí, ese cosquilleo, ese gusto, ese estímulo para acrecentar lo íntimo, eso es la poesía, y de eso nadie prescinde. No me imagino a nadie que vaya por la vida buscando operarios que trabajan con el martillo neumático y se pongan al lado. No. Todos necesitamos un poco de música, un buen vino, una conversación grata, un reencuentro, la fortuna de experimentar el amor».