Granada, europea y universal

No hay forma de belleza que no se manifieste en Granada. Ya en la aleya del trono de Comares la poesía se mostraba sultana en época nazarí y en el siglo XV Carlos V despachaba con los embajadores del Sacro Imperio de los Habsburgo, la Italia papal, las colonias mediterráneas y la América recién hallada. Un joven Federico García Lorca engatusó a Manuel de Falla para llevárselo a la plaza de Toqueros. Y como ellos, románticos como Washington Irving o vanguardistas como Henri Matisse cayeron rendidos ante su empedrado de azahar y jazmín.

Granada aspira a la Capitalidad Cultural Europea 2031 y ejerce desde hace una década como miembro de la Red de Ciudades Creativas de la Unesco (UCCN) en la categoría de Literatura. Después de un mes escribiendo en la Corrala de Santiago gracias al Programa Internacional de Escritores en Residencia de Granada -organizado por la Unesco, la Universidad de Granada y el Ayuntamiento- queda claro que no existe una centralidad cultural. A Madrid, Barcelona, Bilbao, San Sebastián o Valencia, mis respetos. Pero ante Granada conviene quitarse sombrero.

Tras conocer escritores, músicos, libreros, periodistas y gestores que hacen de Granada un laboratorio cultural, tanto para quien firma esta columna como para el poeta británico James Womack -con quien compartí programa y visité el archivo del Centro Lorca de la mano de Laura García Lorca, Jesús Ortega y Miguel Carrera-, Granada se ha hecho eje en nuestra noción de belleza. Deslumbra como un faro, dentro y fuera del continente. Granada no opta a la capitalidad cultural. Ya lo es, por derecho propio. Sólo hace falta reconocerlo.