Juan Ramón Jiménez, inédito y erótico: rescatan sus poemas más explícitos
La investigadora Soledad González Ródenas edita 'Baladas y odas', una recopilación de poemas escritos por el autor entre 1906 y 1912, con más de cincuenta textos desconocidos. El libro se presentará el 19 de diciembre en la Residencia de Estudiantes de Madrid
El autor guardó en un cajón sus composiciones más sexuales, que nunca fueron del agrado de Zenobia
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Iniciar sesiónHay que imaginarse a Juan Ramón Jiménez joven y seductor, atrapado en Moguer, más por obligación que por ganas, aún neurótico y tristísimo, hipocondríaco e inquieto, igual que se había ido a Madrid en 1901. «Celebro que haya dejado usted de suicidarse para el año ... próximo», le escribía su confidente, María Lejárraga, que ya se tomaba a broma su preocupación por una muerte inminente. En ese cada día estoy peor el hombre decidió ponerlo todo por escrito, lo que veía y vivía, y entró en una fiebre creativa que le duraría años, y de la que salió con miles de folios llenos, entre los que estaban joyas como 'Platero y yo'. Las horas en el pueblo eran largas, y no había más entretenimiento que el sol, el campo, la arena y las mujeres. «En las madrugadas de los pueblos monstruos de sensualidad devoran el descanso. La falta de estímulo espiritual hace que el cuerpo se entregue de lleno a incomprensibles exaltaciones carnales», confesaba él mismo, prefigurando, sin quererlo, aquel mítico 'la noche me confunde'. Aunque él lo llamaba «amor material fácil», porque era un poeta.
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Escribió tanto en su tierra que no tuvo tiempo de publicarlo todo. Más allá de lo conocido, de la melancolía, del ser doliente y dolido, emergió el Juan Ramón más erótico, que le cantó al sexo y le puso nombres propios, aunque no llegó a mostrarlo al mundo. ¿Por qué? Porque en 1913 conoció a Zenobia y de pronto el resto del género femenino dejó de interesarle. Ella, además, detestaba su poesía explícita y él quería enamorarla. Cuando le enseñó 'Laberinto', su único libro erótico que salió a la venta, ella quedó espantada. «Lo leí porque lo había escrito usted, conste, que si no, ¡estoy segura de que no hubiera «aguantado» hasta el final! No es por habérmelo prestado que me enfado, sino porque lo ha escrito», le espetó. Él se defendió diciendo que en todos sus versos carnales había una tristeza de la carne, y que era libre para gozar del cuerpo, pero luego guardó en un cajón esos mismos versos y ahí se quedaron para siempre, amarilleando.
En los sesenta se recogieron aquellos poemas en 'Baladas para después' y 'Odas libres', pero en ediciones incompletas, con notables ausencias. Ahora, la investigadora Soledad González Ródenas ha rescatado y restaurado esta poesía en 'Baladas y Odas' (colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara), un libro que incluye cincuenta y dos textos inéditos del literato: veintiséis poemas completos y otros veintiséis borradores. «No solo es eso, había muchos poemas que estaban censurados: alguien había tachado algunos nombres (nada extraño, porque fue un moguereño quien los editó) y las partes más explícitas. Ha sido un proceso muy laborioso, que me ha exigido peinar los archivos de Madrid y Puerto Rico», explica la editora al otro lado del teléfono, que señala que esta faceta sensual de Juan Ramón había pasado desapercibida durante décadas. Un par de ejemplos. «¿Que vas a condenarte si me dejas tu boca? Déjamela. Y sentirás en el fondo de tus entrañas una primavera eterna. Serás tú como el universo y tendrás el cielo dentro de ti. (...) Y si hay un infierno y te vas a él, ¿qué te importa, pues que cuando tú entres has de convertirlo en paraíso?», le pregunta 'A una cristiana'. Y en 'Balada de las tiernas adolescentes perversas' exclama: «¡Oh, la crudeza tibia de tu sexo impúber! ¡el candor perverso ardiente de tus ojos azules! / ¡Oh, la pequeñez malsana de tus nacientes pechos, las rosas quemadas de tu aliento!»
Juan Ramón se dirige directamente a mujeres que desea: Blanca, María Gracia, Rosalina, María Teresa, Jeanne, Francine, Sor Susana, Louise, Palma, Manuela, Genoveva, Enriqueta, Milagros, Clemencia, Dolores, Lucía, Petronila y un sinfín de cuerpos sin nombre. ¿Fueron reales? «Sin duda, basta leer esos poemas para ver que responden a una realidad», asevera González Ródenas. Y destaca la aventura del estilo y la forma de estas odas y baladas: «Él escribió estos poemas en prosa cuando nadie lo hacía. Era una lírica experimental de la que no estaba seguro que fuera a tener validez», señala. De hecho, él nunca se preocupó demasiado por el futuro editorial de sus prosas, como sí hizo con sus versos.
El viaje erótico-festivo terminó con el amor y el matrimonio. «Cuando Zenobia llega a su vida las mujeres desaparecen de su poesía y aparece La Mujer como algo digno de alabanza, como símbolo de perfección y de belleza. Solo hay que ver cómo titula las odas que dedica a Zenobia: 'Odas castas'», afirma González Ródenas. Y Juan Ramón lo confirma: «Ninguna de aquellas rosas del camino, que me parecieron corazones castos, tenía el encanto de este corazón tuyo, única rosa de mi jardín de idea, perfumadora de bondad».
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