no te rías que estás cancelado (V)
Juan Dávila: «Se pueden hacer chistes de gays o enanos, pero desde la inclusión»
Caótico, salvaje, polémico, transgresor… 'El Mesías de la improvisación' tiene las entradas agotadas para su show hasta 2025
El cómico tiene claro que el humor tiene límites: «Si tú te ríes y el otro sufre, eso es bullying»
Pepe Colubi: «Si una sola persona se ríe, yo doy por bueno el chiste»
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónCuando España ganó la Eurocopa, Juan Dávila subió a redes un vídeo de su show ante 12.000 personas en Bilbao, con los hermanos Williams de invitados en el escenario. Y hubo chaparrón (digital), por cómo imitaba el acento africano. Los susodichos ... se meaban, no obstante, hay debate. El 'Mesías de la improvisación', que llena teatros como el Nuevo Alcalá, donde nos reunimos, comanda él solo un espectáculo de 'impro' entre la anarquía y la locura, muy polémico y discutido incluso por su gremio. Y bien chuleta. Antes, el cómico había sido policía nacional seis años, quizá eso explique su descaro. Porque él hace 'crowd work'; en cristiano, vacilar al público, la aterradora técnica de moda en comedia. Tiene las entradas agotadas hasta marzo de 2025.
— ¿Alguien se ha sentido incómodo de más en su show?
— Excepto una persona, y era porque tenía un conflicto con quien había venido, nadie se ha ido, nadie se ha sentido ofendido y nadie ha dicho: «Cómo me puede decir esto». Es un ambiente de juego y lo que digo, este espectáculo no está creado aleatoriamente, porque mucha gente que lo ve desde fuera, que son los que critican, no saben de qué va. Ven diez segundos de una persona que dice no sé qué a alguien con una discapacidad, que tiene anorexia, que tiene cáncer, pero realmente hay un discurso en este espectáculo y tiene que ver con hacer feliz a mucha gente que no ha reído, que no ríe ni encuentra la risa en el día a día, con dar visibilidad a enfermedades que la vida o que la sociedad no tiene tiempo para darles lugar. Y, sobre todo, hacer feliz a la gente.
— A sus vídeos en redes llegan paracaidistas que no le conocen.
— Claro, de hecho con el vídeo de la discapacitada o de los Williams, que lleva 10 millones de reproducciones, hay mucho detractor. En ese vídeo son los propios Williams los que me dicen: «A ver cuando vuelves a Bilbao, cómo nos lo pasamos». El que ha estado ahí, no se ha sentido ofendido. Se siente ofendido desde fuera. ¿Por qué? Porque se siente superior. Para decir: «No te metas con ese o no bromees con ese porque el pobrecito ha tenido que venir y saltar una valla y es negro», y empiezan a intentar, sin darse cuenta, tratar al otro como inferior desde su superioridad moral. Pero si se está riendo él, que es el primer implicado, ¿quién eres tú para decir no te rías con esa persona? Y ellos entran en el juego, a reír y a disfrutar, y encima metiendo caña, ¿sabes? Toma y daca. Por ejemplo, con el niño autista, ¿sabes la cantidad de madres que me escribieron dándome gracias por dar visibilidad al autismo, por reírte del autismo desde el respeto y con cariño? Yo me doy cuenta hasta dónde puedo llegar. Cuando he derrapado, pues frenamos. Lo que pasa es que es muy fácil opinar desde fuera, desde tu sofá, tranquilito, diciendo: «¿Cómo le puedes decir eso a una mujer con cáncer tú que estás de puta madre?». Pues porque a lo mejor esa mujer con cáncer lleva puteada ocho años y lo que necesita es reírse de la enfermedad para quitarle importancia.
Bianca Kovacs, de inmigrante ilegal a reina del humor salvaje: «No peleo en Twitter. Peleo cara a cara»
Javier VilluendasLa cómica rumana recorre su singular existencia y arribo a España tras escapar de casa en Timisoara con 18 años, y vivir y dormir en las duras calles de Madrid, hasta estos días en donde aún no tiene techo en lo suyo de hacer reír
— Con lo de Williams, ¿no tiene miedo de validar ese tipo de bromas en la calle?
— Claro, pero tiene que ver mucho con el contexto. Si estoy en un bar y viene un senegalés a venderme un CD y empiezo a imitarle con mis amigos, pues, evidentemente ¿qué coño estás haciendo? Ese tío está currando. Es como cuando antiguamente en la corte el bufón se permitía hacer eso, cuando estaba en el espectáculo, al rey. El contexto es fundamental, y aquí es claramente lúdico, de risa, un show de pecar, vienes a eso…. La gente lo ve como si se lo dijese a alguien por la calle o como si voy en el autobús y me meto con uno. Hombre, ¿qué coño? Estamos en un juego totalmente. Cuando hice la pretemporada jugando a fútbol en México, todos los mexicanos se metían conmigo de cachondeo: «Joder, macho, gallego, macho», y me imitaban así. Y nos reíamos en el ambiente de risa. No quiere decir que fueran racistas. Y algo que digo siempre cuando la gente dice: «No, ya no se pueden hacer chistes de gays y de enanos». Y yo digo: «Sí, sí se pueden hacer, lo que pasa es que el lugar desde el que yo los hago es desde la inclusión». Es decir, el gay está dentro del juego, y el enano está dentro del juego y el discapacitado está dentro. No nos vamos a reír todos de él y le excluimos. Me han dicho que hacía chistes de los 90. Y, sí, son de los 90 si le excluyes y el tío está puteado en una esquina y el resto riéndose de él. Eso es otra historia. Aquí los chistes son desde la inclusión. Por eso viene cada vez más gente con enfermedades, porque se sienten partícipes y, si no, no se sentirían tan bien.
— Toca teclas temerarias.
— No hay entradas en ningún sitio ahora mismo, está todo agotado. Hoy vamos a sacar Madrid, que sacaremos casi 4.000 entradas para diciembre, un lunes, y van a durar tres minutos. Por eso es, porque la gente al final ve a un loco, básicamente, que es el personaje, y que salgo ahí una hora y media sin texto. El texto es toda la preparación que yo tengo personal desde hace 15 años de improvisación, de interpretación, gestalt, eneagrama, trabajo personal, terapia, todo eso se ha juntado y ha creado esto. Que parece un loco que sale ahí sin nada pero tengo muchos recursos, es una preparación de muchos años. El público necesitaba un poco también de: «Mira, vamos a reírnos de todo sin el miedo de adónde llego». Yo sí voy testando el límite, pero suelto lo que se me viene. Y a veces me sorprendo, pero es que ahí están las carcajadas más altas. Esta moda del 'crowd work' a mí me ha pillado muy preparado, estuve durante diez años actuando con una compañía de improvisación actuando los martes y miércoles ante 20 personas. Imagínate.
— ¿Cuándo tuvo lugar esa iluminación de la 'transgresión sanadora', como la llama?
Eso llegó cuando una vez en el Teatro Arlequín, donde empecé. Vi que había cinco ciegos en primera fila y empecé con ellos. «A ver, ¿vosotros sois los cinco ciegos?». Y uno dice: «Bueno, ella no. Ella ve por un ojo». Y claro, ya empezamos ahí con el cachondeo y a la salida me dijeron: «Por primera vez en un espectáculo nos hemos sentido como personas normales, porque nos han tratado como uno más».
— También se mete con famosos.
— La gente de arriba que viene, y te hablo de los Williams, Sergio Ramos, Carvajal, esa gente viene porque les trato como a uno más, que también hay una especie de exclusión hacia esas personas, desde otro lugar, evidentemente, pues son ricos, famosos y aparentemente lo tienen todo. Pero tú no sabes cuál es el problema de esa gente. Y, de repente, viene a un sitio donde él es igual que otro, y uno en silla de ruedas, que otro que es agricultor y le hago una broma igual que se la hago al agricultor, igual que a la discapacitada, igual que al minusvalido. Todos igual.
— Como los directivos que van a clubs de sadomaso a que les fustiguen.
Eso es. Es masoquista. Es que le tratan tan arriba siempre, que dice: «Me tiene que hundir alguien un poco para buscar el equilibrio». Hay mucha gente que, igual que se sienten en exclusión por abajo, se sienten en exclusión por arriba.
— También hace drama, es un actor 'normal'.
Sí, no he hecho nada de comedia, nunca. En ficción todo eran dramas. Quería ser actor como Daniel Day-Lewis, Bardem o tal. Y no quería subir vídeos de comedia porque en este mundo parece como que te separan del actor. Pero cuando te van a echar del teatro y ya no te queda otra, dices: «Mira, o subo vídeos o cada vez tengo menos gente». Y ahí fue cuando empecé a subir vídeos y se empezaron a viralizar. Y pensé que hombre, a lo mejor es que mi camino es este y es donde doy el mayor servicio a la sociedad. Entonces ahí es cuando empieza la cosa a colocarse. Cuando solo piensas en ti, en tu propio beneficio, no te hablo de sobrevivir, te hablo de cuando estás en un nivel de ver tu verdadera motivación… Ahora, por ejemplo, que tengo muchísimas funciones, hay una parte que dices: ¿por qué hago esto? Y empiezo a leer mensajes de gente a la que he ayudado con depresión, con ansiedad, con cáncer… y sales de ese lugar de 'a ver cuánto saco hoy, no sé cuantos euros'. No va por ahí.
Xavi Daura: «La reacción negativa y la ofensa son naturales. Pero pegar no»
Javier VilluendasEl humorista acaba de publicar su segundo libro, 'Quemar dinero', una parodia delirante sobre el mundo del cine y el capitalismo
— ¿Cuál es su techo? ¿El Bernabéu?
Pues me llamaron porque hicimos cuatro Vistalegres y el último se agotó en tres minutos. No sabes hasta dónde puedes llegar. He preferido ahora estos meses hacer espacios más pequeños, de dos mil personas, porque me gusta más la intimidad del público.
— La etiqueta de 'humor inteligente', que se decía, ¿era algo soberbio y elitista?
— Estamos en la delgada línea. Yo hice el máster de Mayorga, en el que están los mejores dramaturgos de toda España. Y sabía que no quería hacer teatro para teatreros. Al final es para cuatro críticos, pero el público, la mayoría, no se entera de nada o piensa que es un ego andante mostrando su obra. De hecho, una pregunta que me hice en el máster fue: '¿Hasta dónde está el artista dispuesto a llegar con tal de mostrar su obra?'. Su obra, lo que le preocupa a él, egocéntricamente hablando. Pero, ¿por qué se hace esta obra? ¿A quién quieres ayudar? A veces se confunde el humor inteligente con que solo lo entienden yo y mis cuatro colegas. Estoy orgulloso porque mucha gente dice que soy el cómico del pueblo, gente que no ha venido en la vida al teatro. A mí me vienen desde ganaderos, agricultores, médicos, grandes empresarios… Y, por otro lado, luego hay mucho erudito del 'stand-up' que critica mi espectáculo. Sabes que los eruditos siempre se les da mejor criticar que hacer algo, ¿no? Es que yo no hago 'stand-up'. No lo catalogues así. Esto es una movida que he creado que podría haber sido 'The Hole', el circo de los horrores.
— Como el viejo rock and roll y cuando detenían a Jim Morrison sobre el escenario, el caos es fundamental.
— Sí, sí… Jim Morrison, porque la había liado. ¿El rock and roll qué tiene? El caos, y a mí el caos me encanta. Y lo imprevisible, la sorpresa. Fíjate, para ponerme en peligro, si me vienen otros dos futbolistas que sé que puedo hacer lo del representante, que ya lo he hecho, tiro por otro lado y les digo: «¿Dónde está tu mujer?». No sé dónde voy, pero lo otro ya me ha funcionado. Y el público igual: «¿Adónde va?». El rock and roll es imprevisible pero tienes que estar físicamente bien, cuidarte, alimentación, descanso, todo eso. O drogarte a muerte, claro, pero duras un año. De hecho, ha habido veces, después de tres o cuatro shows, que he dicho: aquí entraría la farlopa. Y lo entiendo, porque tengo que salir con una energía que ahora mismo no tengo. Y es peña que lleva ocho meses con la entrada. Para mí es una función más, pero para ellos es el día más loco del año. Entonces tienes que darles rock and roll.
— Lo que sucede en el show se queda en el show, pero sube muchas cosas a Instagram o TikTok.
— No subo ni la mitad de lo que pasa porque ya me censuraron en Instagram, estuve tres meses sin cuenta. Aparte fue cuando sacamos Vistalegre, por vídeos que ellos consideraban que mezclaban sexo, adolescentes… Hay gente que ve un vídeo de un discapacitado y, como empiezan a denunciar, Instagram te lo capa. Ahí estás muy vulnerable. Hablas con Meta, y Meta tiene que autorizarte, tiene que haber una persona que firme. Y claro, mis vídeos están tan en el límite que nadie quiere firmarlos. Sé que era como la patata caliente: «Firma tú, firma tú». Y nadie firmó, nadie quiso hacerse responsable. El castigo fueron tres meses y en esa época subía una media de 13.000 seguidores al día. Luego he ido remontando, pero a lo mejor ahora estaría en 3 millones, era una burrada cómo estaba eso.
— ¿A qué político subiría al escenario a echarle unos vaciles?
Quiero ver si viene Ayuso, tengo ganas. Pedro Sánchez creo que me va a costar más, pero me daría igual porque iba a entrar como uno más. Todos tienen cosas que pueden ser intocables, pero te aseguro que, con él delante, podría hacer un chiste y que se riese. Hay personas que pueden hacer un chiste mucho más suave que el que yo hago, y el otro les suelta una hostia. Y yo soltarte la mayor burrada que se pueda imaginar y que la persona se ría. Porque el lugar y la empatía con la que los hago es diferente. Ellos ven que no hay maldad, que es un chiste de acercamiento, no un chiste de 'te voy a hundir la vida'.
— ¿Los humoristas son gente triste?
Aquí te hablo desde el conocimiento del eneagrama. Yo tengo, y te puedo hablar a nivel astrológico, conductual y tal, la misma secuencia que Robin Williams, que acabó suicidándose. A los humoristas nos cuesta enfrentarnos al dolor y utilizamos la comedia para huir de ese lugar. El humorista tiene esa parte de payaso triste. A mí me gusta estar en soledad y leyendo sin excesivas alegrías, pero hay algo que sí me llena mucho, que es dejar siempre el lugar donde he estado mejor de como estaba. Eso lo tengo siempre ahí en el inconsciente.
— Cuenta que hay muchos problemas que solucionar entre sus espectadores. Es el Señor Lobo del Humor.
— Hay mucha información y muchos problemas que solucionar. Y todo a través de la risa. Hay mucha gente que dice esto es como un ritual chamánico. Gente que ha venido cinco o seis veces. Como el show es diferente en su totalidad, la gente repite. Una vez estuve en Asturias, y la chica que venía sin la pierna y luego me regalan una botella… Al final, no tenía vaso, le pido la prótesis y acabó escanciando la sidra en la prótesis. Ese es el nivel.
— O el niño con linfoma de Hodgkin, cuando le dice que tiene cáncer, que le pilla desprevenido. Y acaba haciéndole confesar, con su madre al lado, que se masturbaba en el hospital.
— ¡Total! Porque la gente que viene, me ha escrito hace dos meses y puede que yo no me acuerde. Era el que tenía Dani Rovira. De hecho, Dani Rovira luego comentó en Instagram: «Pajas con leucemia, no sabes lo que te pierdes». Al final, el crío ríe y la madre ríe. Es dar visibilidad y reírse de algo que es tan duro que es mejor reírse.
— Ortega me dijo que si haces reír al objeto de la burla, estás salvado.
— Claro. Por eso cuando la gente dice: «Se mete con los Williams o tal»... ¿Tú les ves sufrir? Están riendo. Para mí el humor tiene límites, y es que la persona esté sufriendo. Claro que hay límites. Si el otro está sufriendo y te estás riendo tú y tus cuatro colegas, pues es un límite. Porque eso ya no es humor, es bullying.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete