Nos colamos en la gira de una gran orquesta: el viaje de 100 músicos, dos camiones de instrumentos y una vida de trabajo
Los músicos aterrizan en Barcelona con maletas, y algunos hasta con carrito de bebé en mano. El primer trompista, Abel Pereira, se reencuentra con sus padres, Sue Heineman queda con una amiga que vive en la ciudad y Loewi Li disfruta de la gastronomía española
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Barcelona
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Iniciar sesiónLa gira de una orquesta sinfónica no consiste en mover a unos músicos con instrumentos. Es la mudanza de una ciudad entera con sus barrios, su tráfico y su alboroto. Es transportar el sonido de una orquesta americana, que suena al bullicio de las calles ... de Washington D.C. y el caos del metro, y trasladarla a los auditorios de Europa. Y entre ese ruido van 99 músicos que empaquetan sus instrumentos y partituras para sobrevolar el Atlántico y trasladarse a España. Y para eso hacen falta 2,1 millones de dólares. Esa cifra es la que permite que usted y yo podamos estar frente a la National Symphony Orchestra (NSO) en el Auditorio Nacional de Madrid, y en otras dos ciudades, gracias a Ibermúsica.
La ciudad que se mueve al ritmo del jazz se muda al son de la Quinta de Shostakovich. Cada uno con su historia. Abel Pereira, es portugués y en realidad su destino era ser ingeniero, Sue, una de las fagotistas, se reencontró en Barcelona con Jessica, su querida amiga del club de bicicleta y Loewi Lin, uno de los violonchelistas, no quería volver a Washington sin pasarse por Disfrutar, el restaurante tres estrellas michelín de los chefs Castro, Xatruch y Casañas.
Detrás de cada arco que se levanta hay toda una vida en el aire y consigo lleva jornadas infinitas de trabajo y fatigas. Nosotros aplaudimos, pero no somos conscientes de todo esto. Por eso ABC Cultural entra en el ritmo frenético de la NSO para acompañar a estos músicos en sus preocupaciones, en los ensayos en una suite de un hotel y en los instantes antes de salir a tocar.
En el primer compás del concierto para violín de Korngold en el Auditorio Nacional, cuando los arcos del violín se alzan y las flautas afinan las primeras notas, el viento que sale de ellas nos devuelve al estruendo de las maletas que desfilan por el aeropuerto de Barcelona, donde arrancan su gira, pasando después por Zaragoza y terminando en Madrid su paso por España.
Día 1. Barcelona, 11:45 hrs. Una fila de músicos sube al autobús que les lleva al hotel Le Meridien. Allí les espera una suite de cinco estrellas al lado de Las Ramblas y una periodista que observa y escribe estas líneas que se ha lanzado a la aventura de seguir a una orquesta sin saber muy bien cómo.
Y así, algunos van registrando sus nombres en la recepción, otros cruzan la entrada y llama la atención uno de ellos que lleva a sus espaldas una viola, en una mano una maleta y en la otra una silla de un bebé. Al lado va una mujer con bebé en brazos. Ya conocemos al integrante más joven de la gira. Son Andrew Eng y Angelia Cho, violista y violinista de la orquesta, con su hijo pequeño.
Es fácil identificarlos a todos sobre el resto de huéspedes. La mayoría llevan el uniforme oficial de la orquesta ideado para giras como esta: un chándal, al más puro estilo americano, azul marino con un verde fluorescente de terciopelo. Y frente a la puerta de salida hay un joven músico, de no más de 28 años que abraza a dos señores entrañables a los que les da un uniforme. Pero hay algo distinto. La parte superior de una de las mangas lleva bordada la palabra 'Dad' (padre, en inglés).
«¿Quién eres? Nosotros somos sus orgullosos padres. Venimos desde Chicago para acompañarle mi mujer y yo. Estamos tan emocionados…», nos comenta el hombre. Ya conocemos a los padres de Harrison Linsey, uno de los oboístas. El joven se va a su habitación, pero sus padres se quedan porque van a visitar el Museo Picasso juntos. Es curioso ver la cantidad de músicos que traen a sus familias. Algunos de ellos llevan a sus hijos, otros han traído a su mujer y algunos son acompañados por sus padres.
15:30 hrs. Después del ajetreo de las maletas y un pequeño aperitivo de bienvenida, el hall se queda vacío. Pero pronto aparece por las escaleras una mujer. ¿Sue?
Sue Heineman es fagotista de la orquesta desde hace casi 25 años. «Voy a reencontrarme con mi amiga Jessica. Hace unos años que no nos vemos y vive en España desde hace mucho tiempo», cuenta emocionada. Pocos segundos se funden en un abrazo entre las risas de los trabajadores del hotel.
«Nos conocemos del club de bicicleta al que íbamos en Washington», asegura su amiga mientras entran a comer algo. «Nos comunicamos con Marco Polo». No es un juego ni se están quedando con nosotros, es una aplicación que emplean mucho en América para comunicarse a través de vídeo. Es la forma que tienen de mantenerse al día. «Lo mejor de la gira para mí es reencontrarme con mis amigos. Es esencial más allá de los conciertos», explica la fagotista. También aprovechará las paradas de la orquesta en Berlín y Hamburgo para ver a más amigos. Momentos de este tipo le hacen sentir en su hogar a pesar de estar a más de seis mil kilómetros.
Día 2. Barcelona, 9:30 hrs. Los músicos disfrutan de un día libre y Marissa Regni, el segundo violín principal de la orquesta, decide visitar la Sagrada Familia junto a su familia y el equipo de la gira. En un abrir y cerrar de ojos vamos en un taxi recorriendo Barcelona. El ritmo de la ciudad de Washington late igual aquí.
Todo llama la atención, pero una cosa causa sobresalto. «¡Oh Dios mío, oh Dios mío! ¿Eso es una tienda de carne?», grita Marissa mientras el resto pega sus rostros al cristal. Es la carnicería de los Hermanos Gracia, que sobre sus expositores cuelgan longanizas, jamones y lomos. «Quiero bajar, quiero verlo», grita emocionada, aunque el taxi avanza dejando atrás el atractivo embutido. Más de la mitad de la carne que se ofrece en los supermercados estadounidenses es procesada, así que no salen de su asombro cada vez que ven un establecimiento así.
10:30 hrs. Y allí, mientras posan para una foto en la Plaza de Gaudí, se abalanza sobre ellos un hombre que revoluciona al personal. Es Abel Pereira, el primer trompista de la orquesta. En su mirada hay un brillo especial, quizás son los dos señores que esperan detrás los culpables de ello. «Son mis padres que me acompañan aquí en la gira por España», dice mientras los señala.
Cuando preguntamos a sus padres por su estancia con la orquesta apenas pueden formular una palabra y no porque no manejen el idioma. Por los ojos de su padre corren lágrimas a borbotones. «No puedo», dice sin apenas abrir la boca. La emoción de un padre al ver la proyección de un hijo que hace años tocaba en la banda municipal de Oporto cuando apenas tenía 10 años invade a todos los presentes.
La gira de una orquesta americana es adentrarse en el corazón de sus músicos. Es encontrarse con la mirada hijo que mira agradecido a unos padres que apostaron todo por la música. Es también apreciar el alma dividida por la alegría de un padre orgulloso por el éxito de su hijo y la tristeza de la distancia que les separa.
La música llegó a la vida de Abel cuando era un niño. Sus padres no querían que se dedicara a ello. «Queríamos que fuera ingeniero, pero siguió la pasión de su abuelo, que era un músico aficionado», reconoce su madre. Sus padres también quisieron inculcar esta pasión por la música y aunque querían un camino diferente para su hijo, decidieron dejarle volar y hacer de la música su vocación. Ahora acompañan a su hijo en una gira que cuenta con tres paradas en España en tan solo cinco días.
«¿Desconcentración? No. Es un desafío tener ensayos, conciertos y tener que viajar en avión de un sitio a otro, pero estamos acostumbrados», asegura el músico. El mayor desafío para él es la acústica de los auditorios, tan distintos en cada lugar, así como la reacción del público que también es diferente. «Somos como un equipo de fútbol que va a jugar en el campo del rival. Esta es nuestra vida».
12:30 hrs. Al llegar al hotel de nuevo vemos algo insólito. En la décima planta hay una silla sobre una cama. Sobre ella, un iPad. Y en el iPad, una partitura. Allí se presenta Daniel Foster con su viola en mano. Debe ensayar y tiene que hacerlo allí mismo, en su suite frente a un espejo con una silla sobre el colchón a modo de atril. Es el primer violista de la orquesta como lo fue su padre William durante nada más ni nada menos que 50 años en la misma orquesta.
Hay quien vive la experiencia de una gira como un momento para conocer otras culturas, pero Foster no es de esos. La música que su abuelo, su padre y ahora él han concebido como una profesión le lleva a sentir la gira como algo muy distinto. «Pienso en la gira como un viaje de negocios. Mi prioridad es estar listo para los conciertos. Me aseguro de estar preparado para el motivo por el que estoy aquí, que no es otro que tocar», explica en la habitación.
13:15 hrs. La templanza con la que habla y al mismo tiempo la concentración que muestra al interpretar cada nota nos invita a salir de la habitación y no molestar. En el ascensor nos encontramos a Eugena Chang Riley, Britton Riley y Meredith Riley. Los tres son músicos y los tres son familia. Eugena está casada con Britton y la hermana de Britton es Meredith. Callejear es una de las pasiones de este grupo que cruza la calle sin mirar muy bien los coches que pueden pasar para adentrarse en Turrones Vicens.
Asombro una vez más. «Oh, me gusta España», exclama Britton causando una carcajada a los presentes mientras come varias muestras de turrón. Y tras comprar varias tabletas cambian la gastronomía por el imperio de Amancio Ortega y así, durante un largo tiempo, recorren tiendas comprando lo olvidado, y los caprichos, para la gira.
14:15 hrs. Mientras vemos cómo se aleja la familia Riley, nos cruzamos con Loewi Lin, uno de los violonchelistas. Seguimos los pasos de este joven que se desplaza acelerado al restaurante donde le esperan dos compañeros. «¿Qué es lo mejor de la gira? Estar aquí en Barcelona, ¿o no?», suelta entre risas.
Loewi creció en Taiwán y como todo niño asiático su futuro ya estaba cerrado: o médico o arquitecto. Sin embargo su vida cambió cuando vio a niños chinos como él que tocaban instrumentos. «Verlos cambió mi futuro. Decidí que no quería ser doctor, sino músico». Su pasión por el violonchelo le ha llevado a Canadá, Massachusetts y ahora Estados Unidos. «Me encanta ver cómo nos recibe el mundo y comprobar nuestro alcance», reconoce mientras de camino a Disfrutar, un restaurante tres estrellas Michelín de los chefs Castro, Xatruch y Casañas a unas manzanas del hotel.
Algunos han pasado ya por La Boquería para ver el mercado y comprar fresas o tomates y otros como Loewi, Robert Rearden o Joel Fuller prefieren disfrutar de la exquisitez culinaria de la alta cocina. No es el primer restaurante así que visitan ni el último. «Nos gusta mucho disfrutar de la diversidad cultural en una gira. Estar caminando por aquí mismo es ya un regalo», asegura entre risas. Entramos al restaurante, sonríen para la foto y nos despiden con la mano dando a entender que nuestro tiempo con ellos ha terminado.
Día 3. Barcelona, 9:30 hrs. Los días de descanso han terminado y listos para el primer concierto se desplazan en autobús al Palau de la Música Catalana con tranquilidad, confianza y ganas de mostrar al público el sonido de la orquesta americana. Despedimos al conjunto que mañana viaja a Zaragoza y que recogeremos en Madrid después de su paso el auditorio de la ciudad aragonesa para cerrar con ellos su paso por España y acompañarlos en el Auditorio Nacional.
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