Gianandrea Noseda: «Tenemos miedo a contrastar nuestra vida con la música»
El maestro llega a España junto a la National Symphony Orchestra para participar en el ciclo organizado por Ibermúsica en Barcelona, Zaragoza y Madrid
Gianandrea Noseda: «No hay que secundar siempre al público»
Clara Mollá Pagán
Madrid
Cuando Gianandrea Noseda (Milán, 1964) habla de España, hay un timbre especial en su voz. El país que le vio forjarse como un joven director de orquesta lo recibe ahora al frente de la National Symphony Orchestra de Washington. «Es aquí donde empezó todo. Es ... también como una meta», reconoce emocionado a ABC. El maestro conoce bien el país y regresa para dirigir la orquesta y recibir a la violinista Hilary Hahn y al pianista Seong-Jin Cho en un ciclo organizado por Ibermúsica. Ha sido director principal durante más de 20 años de la Orquesta de Cadaqués tras ganar su Concurso Internacional de Dirección en 1994. También vino junto a la London Symphony Orchestra y ahora vuelve para mostrar el virtuosismo de la orquesta americana. «Es un gozo mostrar a Europa lo que hemos conseguido en los últimos siete años».
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Clara Mollá PagánEl director de música indio se pondrá al frente de la Orquesta Filarmónica de Múnich con un monográfico de Brahms en el atril. La London Symphony Orchestra dará el pistoletazo de salida al ciclo
Noseda es uno de los directores más relevantes de su generación, aunque su vocación por la dirección llegó casi por accidente. «Me sorprendió a mí mismo. Me gustaba ver la música desde diferentes ángulos y tras ganar dos concursos de dirección de orquesta en el mismo año, pensé que podía ser un signo del destino», asegura. Los concursos tuvieron su efecto, pero si hay un culpable de que hoy sienta la pasión que experimenta cada vez que toma la batuta ese es Valeri Gérgiev. Él lo llevó al Teatro Mariinsky donde se convirtió en 1997 en principal director invitado. «Ha sido mi gran maestro. He aprendido de él todo: la atención a los detalles, cómo sacar el sonido de la orquesta...». La guerra ha enfriado la relación y el maestro lamenta la pérdida de contacto ante «una situación muy tensa», aunque su admiración cómo músico sigue intacta.
Su vocación le ha llevado a recorrer el mundo por las mejores orquestas, y aunque ha conocido distintas formas de enfrentarse a una partitura, su estrategia es la misma que ha hecho siempre: intentar descubrir el secreto que ha escondido el compositor. «Cuando necesito aprender una nueva obra intento no escucharla, sino aprender la partitura». El proceso se hace largo en la primera y segunda página, pero a partir de la quinta el tiempo vuela. «Nunca hasta ahora me he puesto frente a una orquesta sin la preparación adecuada porque eso es lo que forja el respeto. Te pueden amar o no como director, pero si ven que estás preparado aparece el respeto y eso es justo lo que la música necesita. La música es como oro en nuestras manos y tenemos que manejarla con cura».
El tiempo es uno de los elementos imprescindibles en la vida del director. Noseda reconoce que el tiempo es el que le permite amar a un compositor, prepararse para un estreno y adaptarse a la orquesta. «Hay compositores con los que necesito todavía tiempo no solamente para respetarlos, sino para amarlos. El respeto siempre te pone una cierta distancia y el amor es el que te acerca a las cosas». Y es la interrupción del tiempo lo que impide adentrarse a muchos en la cultura. «El problema no es la música clásica. La cuestión es que no podemos manejar el tiempo en nuestras manos porque siempre estamos interrumpidos con mensajes de tres minutos. Para muchos, tres minutos es un siglo».
Cuando la vida interior de un director es sólida se traslada la forma de dirigir
Gianandrea Noseda
Director de la National Symphony Orchestra (Washington)
«El problema es que con la música clásica, con un libro o con el cine tienes que sentarte, escuchar, profundizar y preguntarte cosas que la gente no quiere preguntarse porque pueden suponer una dificultad. La música, como el arte o como la literatura, es un espejo y la gente no quiere verse reflejado porque eso supone que ha de cambiar algo». Este reflejo del alma es el que causa pavor a muchos que prefieren no vincularse con el arte. «Tenemos miedo a contrastar nuestra vida con la música y ver cómo somos. Preferimos estar distraídos en una vida de tres en tres minutos. Tenemos que darnos la posibilidad de aburrirnos porque cuando no tienes algo que hacer es cuando empiezas a pensar».
Noseda insiste en que atraer a los jóvenes no es la solución, sino la punta de un iceberg. «Hay que atraer a los padres, porque los hijos son el resultado de los padres. No puedes esperar que los jóvenes escuchen música si los padres no escuchan música. Si los padres no piensan, los jóvenes no piensan». Su experiencia le dice que los jóvenes tienen una mente mucho más abierta y dócil a la música clásica que los adultos: «Cuando los jóvenes vienen a los conciertos se aburren solo los primeros cinco minutos».
Dirigir sin máscaras
La severidad y los modos de enseñar de un director de orquesta, como en el mundo de la danza o la ópera, se han transformado a lo largo de los años. «No necesitamos tratar a la gente de modo duro. Si lo hacemos es porque somos inseguros». Y su función, como la del músico, eleva la profesión a algo sagrado, como la música, que contiene el lenguaje de los sentimientos humanos. «Hay un elemento sacral, que no ritual, porque está conectada con la profundidad de nuestra alma y nos conecta con el alma de los grandes compositores». Uno dirige como es. No hay filtros, máscaras ni opacidades. «Cuando diriges, hay una parte profunda de ti que está conectada con lo que haces. Si uno dirige desconectado es porque está desconectado de sus sentimientos. Cuando la vida interior de un director es sólida se traslada la forma de dirigir».
Aunque la pasión por la música corre por sus venas desde que era un niño en Milán hasta ahora, la experiencia y la vida misma le han moderado. «Cuando era joven, pensaba que mi misión en la música era cambiar el mundo. No sé si se puede hacer, pero creo que la música sí puede tocar y acercar a la gente porque habla al corazón y a la mente. No sé si es una misión, pero creo que la atención de los músicos debe residir en hacer del mundo un lugar mejor».
Un programa venturoso
En el programa con Hillary Hahn, destaca El concierto para violín y orquesta de Erich W. Korngold, considerado como uno de los padres de la composición musical cinematográfica de Hollywood. Además de la Sinfonía núm. 5 de Dmitri Shostakóvich y una obra de encargo a Carlos Simón: Concierto para orquesta. «No es casualidad que estas tres obras estén juntas. Hahn quería tocar a Korngold. Es un concierto que ella ha tocado cuando era jovencita y ahora lo quiere proponer otra vez al público».
En esta pieza, se muestra la parte de europea de este compositor austriaco que marchó a Los Ángeles, pero que se puede apreciar su educación musical en la Viena de Mahler. «Mantiene el mismo lenguaje de Mahler y Schonberg en un modo venturoso, fuerte y que se puede escuchar sin problemas. Es un concierto muy melódico, pero melódico a la manera de un austriaco que vive en Los Ángeles».
El segundo programa, mucho más sinfónico, propone obras de protagonismo romántico con las firmas de Beethoven y Schubert y una apertura cautivadora: el arreglo orquestal de Alban Berg de su Suite Lírica en 3 movimientos (1928). «Es un programa que parece tranquilito, pero la verdad es que contiene mucha fuerza y muchos contrastes». El maestro reconoce que es un tributo con un director italiano y una orquesta americana a Viena y París. «Cuando Beethoven compuso este concierto ya tenía un problema con la ocupación en Viena, como cada compositor en la época por la guerra contra Francia».
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