La descarga de los instrumentos: los tatuajes de los técnicos y unos pantalones olvidados

Día 5. Madrid, 15:30 hrs. El sonido de la NSO no es solo el que emiten los instrumentos. Hoy son dos camiones. En Príncipe de Vergara, frente al Auditorio Nacional, hay un par de camiones con remolque, con temperatura controlada, con las puertas subidas y las rampas bajadas. Cinco tipos rudos y simpáticos que seguro superan los dos metros comienzan a bajar una carga de 76 baúles ajustados con gran precisión. Solo la trompa de Abel Pereira que está ahí dentro cuesta alrededor de 9.000 dólares así que haga cuentas sobre el valor desmesurado de todos los instrumentos. ¿Solo instrumentos? No. Aquí hay taburetes para los contrabajos, atriles, la tarima del director, plataformas rodantes y bastidores.

El embalaje de los instrumentos al salir de Estados Unidos es una operación exigente que requiere meses de planificación y permisos varios para poder desplazar todo el material. Han viajado desde Berlín a Barcelona, luego a Zaragoza y finalmente han llegado a la capital. Mientras los artistas descansan y se preparan para una jornada intensa, hay un equipo que vela por mantener la esencia de esta orquesta americana.

Las cajas, que parecen ataúdes, están selladas con el nombre de la orquesta y cuentan con números y cifras que son imposibles de descifrar. El único que se las sabe al dedillo es Daryl Donley, el manager que lleva en la orquesta más de 20 años y que ha elegido permanecer en ella pese a haber recibido otras ofertas. «Estoy aquí por lo que las artes brindan, que es una comunidad de individuos conectada y que la NSO lo logra a través de la música día tras día».

En la puerta de descarga de material del Auditorio espera sentado entre cajas y revisa todo el material que va entrando. Daryl ha visto cómo la música ha movido los corazones de algunos jóvenes que más tarde le han confesado que gracias a la orquesta han decidido seguir el camino de la música. «Por eso tiene sentido lo que hago», asegura.

Mientras confiesa esto, va pasando las hojas de un cuaderno que separa sus hojas con pegatinas de colores para diferenciar todo el material que va entrando. «Es imprescindible supervisar cada instrumento que entra en el Auditorio». La experiencia le ha curtido. Es su séptima gira internacional con la orquesta así que sabe lo que hace. Mientras nos enseña el escenario dibujado en una fotografía con distintos colores, reconoce que colocar una orquesta completa no es fácil. «Cada escenario es diferente y tenemos que seguir las directrices que nos han indicado. No podemos improvisar». El rol de Daryl es desconocido para muchos, puede parecer insignificante, pero el control que ejerce garantiza el concierto.

16:00 hrs. Los trabajadores del Auditorio también acompañan al equipo y les guían por los pasillos entrelazados y los ascensores. «Todos los que vienen siempre lo hacen como les decimos, pero estos lo quieren hacer a su forma. Son americanos», susurra uno de los trabajadores del Auditorio Nacional, aunque hace una señal de silencio con su mano. Así que no diremos su nombre. Secreto profesional. El caso es que la mayoría de orquestas desembalan los instrumentos y después los suben por ascensor al escenario, pero los americanos no quieren. Prefieren asegurarse de que llegan al escenario embalados y protegidos para no tener así ningún percance. «¡No nos la podemos jugar, no tenemos otra alternativa!», exclama uno de los americanos riendo.

Y así Paul Eastland, un tipo de dos metros diez, lleno de tatuajes, con gafas de sol y con un corte de pelo mohicano destapa un arpa, uno de los instrumentos más delicados sin duda, y la coloca en el ascensor, junto a los timbales y dos xilófonos. Y así, va desnudando cada instrumento con una agilidad indescriptible. El escenario poco a poco se va llenando mientras que el equipo coloca las sillas y los atriles bajo la mirada atenta de Daryl. También se sitúan los taburetes para los contrabajistas que han traído desde casa.

Hay tres puestas en escena distintas porque en las tres piezas que se interpretarán esta noche no son necesarios todos los músicos. Daryl tiene frente al equipo tres imágenes diferentes y cuando mira el auditorio indica de qué sillas se pueden prescindir para la primera obra. También cuenta con mucha imaginación. Cada auditorio es distinto y tienen que adaptarse según las circunstancias pero en este caso, reconoce que han tenido mucha suerte.

Hace dos horas los pasillos del auditorio estaban vacíos, pero ahora es difícil encontrar un espacio que no esté invadido por las pertenencias de la orquesta americana. La NSO nunca ha tenido un gran percance con los instrumentos, pero Abel Pereira sí que recuerda que con la London Symphony Orchestra tuvieron que tocar con instrumentos prestados. «Los camiones no llegaron y nos tocó ir a una tienda musical a coger instrumentos. Toda una odisea», contaba en Barcelona. El corazón de la gira no son solo los músicos, también lo conforman el personal, el bibliotecario de gira, un par de mánagers, el director de portada, el médico y el fotógrafo.

17:00 hrs. El equipo también va colocando los vestidores portátiles. Dentro están las camisas y los trajes de los músicos. Las mujeres tienen más libertad en la puesta en escena, de modo que manejan su vestuario personalmente, mientras que la mayoría de hombres tienen aquí su vestimenta. Esta decisión también la da la experiencia. No sería la primera vez que un músico olvida su traje para un concierto durante una gira como le ocurrió al violista Daniel Foster. «Se me olvidaron los pantalones, no solo a mí, sino a varios músicos durante un gira. No sé, a veces estás tan sentado en la exigencia de los conciertos que das por hecho que lo llevas todo, pero no. No vinieron conmigo», reconocía entre risas cuando ensayaba en su habitación. En apenas minutos el pasillo lleno de bastidores portátiles en forma de cajas gigantes se convertirá en el vestuario de los músicos.