Sin cartas de amor en el cajón
La tradición de escribir cartas y postales o los nervios al ver que el cartero se acercaba hasta el buzón se desvanecen ante las nuevas tecnologías y la inmediatez
Las cartas de Sánchez Mejías a Lorca y Alberti ya están en «su» museo
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Iniciar sesiónEn los veranos en los que no existían las redes sociales a nadie se le pasaba por la imaginación fotografiar una copa de sangría junto a la arena de la playa, y mucho menos un plato de pulpo a la gallega con su rico ... pimentón. ¡Qué locura malgastar una foto de las veinticuatro del carrete de la cámara, y encima pagar el revelado! La desconexión digital más que un derecho era una imposición: ni Instagram, ni Facebook, ni Whatsapp, ni Tiktok, ni correos electrónicos… Silencio total. Los niños se despedían al finalizar el curso de sus compañeros de clase hasta septiembre; los vecinos se deseaban unas felices vacaciones mientras cargaban en el maletero del coche la sombrilla de rayas azules y blancas, la nevera portátil y el resto de bártulos; y los amores de juventud se alejaban como las olas del mar sin saber si llegarían a buen puerto o a una fosa abisal.
Las distracciones estivales olían a tinta y papel: libros, cuadernos de pasatiempos, naipes… Hasta que el sonido de unos andares lejanos se colaba por la ventana. Al descorrer el fino visillo, a lo lejos, se intuía la sombra del cartero, que no siempre llamaba dos veces, con su cartera de cuero repleta de sobres colgada del hombro. Los nervios y la emoción aceleraban las pulsaciones, y más si se acercaba hasta el buzón de casa para depositar una carta, o incluso dos o tres. ¿Quién sería el remitente? ¿Y el destinatario?
Bécquer, Toledo y los ojos verdes
ANTONIO LÁZAROEl inventor de la leyenda toledana como género específico se enamoró de Alejandra, la hija de unos claveros que sirvió en su casa, la del famoso laurel
Los impacientes afortunados rasgaban el sobre como caníbales hambrientos y los más cuidadosos utilizaban un abrecartas o una réplica en miniatura de la espada Tizona del Cid con la inscripción 'Recuerdo de Toledo', todo un clásico. En el interior, el tesoro, el relato del enamorado o las historias de amigos y familiares. La caligrafía, legible o ilegible, desvelaba al autor de la misiva. Letra inglesa, redonda, de trazo amplio, cursiva, tan diminuta como una hormiga o similar a la del médico al prescribir el tratamiento y garabatear en la receta qué fármacos comprar.
Recibir una postal, el antiguo Instagram analógico, con la mítica imagen de la playa de Benidorm repleta de sombrillas o de la Torre Eiffel de París era un acto de auténtica indiscreción. Desde el cartero hasta la vecina del quinto, el mensaje se convertía en 'vox populi'. Aún existe algún nostálgico que envía felicitaciones navideñas, otra costumbre que con las nuevas tecnologías ha caído en desuso. Ahora la tendencia es mandar desde el móvil un vídeo familiar cantando un villancico o una foto con todos ataviados con un horroroso jersey de renos y papás noeles.
Intimidad
Recibir una postal, el antiguo Instagram analógico, era un acto de auténtica indiscreción
Los orondos buzones amarillos de Correos con dos aberturas para depositar las cartas -nacional o internacional- que decoraban las ciudades y pueblos tienden a su desaparición. Ya no hay «cartas en el cajón, y ninguna es de amor» que cantaba La Guardia, ni sobres atados con un cordel en el fondo de una caja de madera, ni escritos escondidos bajo la almohada. Los correos electrónicos y los whatsapps se esfuman en la inmensidad como los nanosegundos en el metaverso.
Recuerdos efímeros sin rastro de papel que se diluyen entre spam, ofertas de Amazon y aburridos mails laborales. Hasta se ha perdido la pasión filatélica de los coleccionistas particulares y la degustación del horrible sabor al chupar el dorso de un sello para pegarlo en la esquina superior del sobre. Un sinsabor que tal vez rescate del olvido algún gran chef con estrella Michelin. Cuánta nostalgia del negro sobre blanco. «¡Menos multas y más cartas de amor, cartero de mi corazón!», un gran título para una nueva canción.
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