Cumbre en Madrid de obras maestras de Monet
La sala CentroCentro del Ayuntamiento de la capital reúne medio centenar de lienzos del artista francés, procedentes del Museo Marmottan Monet de París. Nunca se desprendió de ellos en vida. Son pura abstracción, pura emoción
El jardín de las delicias de Monet en Normandía

Decía Cézanne: «Monet solo es un ojo, pero ¡qué ojo, por Dios!». Y si lo decía Cézanne, poco más hay que añadir.
El sueño de todo artista es crear un edén con la única intención de pintarlo, de inmortalizar en el ... lienzo el paso del tiempo, los efectos de la luz a cada hora del día y sus reflejos en el agua. Claude Monet lo consiguió. En 1883 alquiló una casa en Giverny (Normandía), que acabó adquiriendo en 1890. Allí se instaló con su segunda mujer, Alice Hoschedé, y sus ocho hijos. Tres años después, compró el terreno anexo a la vivienda para crear su propio paraíso particular: un idílico jardín de 15 hectáreas plagado de un centenar de especies de flores y árboles exóticos, con un puente japonés –amaba el arte oriental– y un estanque de nenúfares. «Mi más bella obra maestra es mi jardín», decía.
Es la obra de arte total. Monet se pasó los últimos cuarenta años de su vida 'retratando' ese estanque acuático obsesivamente, sin cielo ni horizonte, en todo tipo de formatos: cuadrados, redondos... hasta llegar a los frisos panorámicos que hoy cuelgan en las dos salas de L'Orangerie en París, que André Masson consideraba 'la Capilla Sixtina del impresionismo'. Georges Clemenceau negoció con el pintor la donación al Estado francés de ocho paneles para L'Orangerie, situado en las Tullerías. Aunque se inauguró tras la muerte de Monet, éste supervisó el proyecto hasta el último detalle.



Pero hay en París otro lugar muy monetiano: el Museo Marmottan Monet. Queda algo alejado del centro, cerca del Bois de Boulogne (en el número 2 de la rue Louis-Boilly). Atesora un centenar de obras, incluido su célebre lienzo 'Impresión, sol naciente', de 1872, que dio nombre al movimiento impresionista, gracias al crítico Louis Leroy.
Este museo casi se ve obligado a cerrar sus puertas por 'falta de existencias'. Ha cedido la mitad de su colección para una muestra en Madrid. La sala CentroCentro del Ayuntamiento de la capital reúne medio centenar de obras maestras que abarcan seis décadas de trabajo del artista francés. Los representantes del consistorio –organizador de la exposición junto con la empresa italiana Arthemisia–, ni estaban ni se les esperaba en la rueda de prensa de manera incomprensible.
Quedaron, pues, en el aire muchas preguntas: ¿Hay contraprestación económica al museo francés? En caso de que la hubiera, ¿cuál es la cuantía? ¿Qué beneficios se queda el Ayuntamiento y cuáles Arthemisia? ¿A cuánto asciende el montante del seguro? Teniendo en cuenta que son 50 obras maestras, que hay lienzos de Monet que en el mercado superan los 80 millones de dólares, y que no puede usarse la garantía del Estado, la cifra se adivina estratosférica.
El presupuesto total estimado del proyecto asciende a 1,6 millones de euros, IVA no incluido
Horas después, nos remiten vía mail desde el Ayuntamiento la documentación solicitada, según la cual el presupuesto total estimado del proyecto asciende a 1.606.270,28 euros, IVA no incluido. El porcentaje de aportaciones se reparte así: 6,8% por parte de Madrid Destino (99.270,28 euros, más impuestos) y 93,82% por parte de Arthemisia (1.507.000 euros más impuestos). El Museo Marmottan Monet recibe 450.000 euros por el préstamo de las obras. El seguro es privado. La valoración en el presupuesto es de 130.000 euros. Madrid Destino percibirá el 10% (hasta los 150.000 visitantes) y el 15% (a partir de los 150.001 visitantes) de los ingresos de taquilla.
La muestra (el precio de la entrada es 16 euros) permanecerá abierta hasta el 25 de febrero de 2024. Se prevé que tenga un gran tirón de público. Ya ha habido 30.000 reservas, lo cual corrobora la expectación despertada.
Michel, hijo pequeño de Monet, legó en 1966 un centenar de obras de su padre al Museo Marmottan
El recorrido arranca con una sección dedicada a los orígenes del Museo Marmottan Monet. En 1932, Paul Marmottan, historiador del arte, coleccionista y mecenas francés, legó su palacete, al oeste de París, y sus colecciones a la Academia de Bellas Artes. En 1934 se convirtió en museo. Michel, hijo pequeño y heredero de Monet (se exhibe un retrato de niño pintado por su padre) legó en 1966 a esta institución un centenar de obras del maestro impresionista, que mantuvo consigo toda su vida –nunca quiso desprenderse de ellas–, además de documentos y la propiedad de la casa y el jardín de Giverny. Monet era también coleccionista. El inventario de su colección desapareció después de la II Guerra Mundial.
Nacido en 1840 en París, Claude Monet pasó su juventud en Le Havre. En el colegio se aburría y solía hacer dibujos y caricaturas en los márgenes de sus cuadernos. Los comienzos de la larga y prolífica carrera de Monet (murió en 1926, a los 86 años, y trabajó hasta el final de su vida), con influencias de artistas como Boudin, están representados con obras maestras tempranas como 'El tren en la nieve. La locomotora', de 1875. Amigo de Renoir y Sisley, participó en la primera exposición impresionista, en 1874, en el estudio del fotógrafo Nadar. Con los años, la figura humana va desapareciendo de sus cuadros. Sus pigmentos: blanco plateado, amarillo zinc, amarillo cadmio, naranja cadmio, bermellón, laca de granza, violeta cobalto claro, azul cobalto, viridián (un tipo de verde)... «El color es mi obsesión cotidiana, mi gozo, mi tormento», decía Monet.



Cuelgan en la muestra lienzos realizados en sus viajes por Normandía, destino preferido de los impresionistas: el puerto de Honfleur, la playa de Tourville, los acantilados de Porte d'Amont, Argenteuil, Vétheuil... Se echan en falta sus célebres vistas de la catedral de Rouen, así como el ya citado 'Impresión, sol naciente'. Sí hay ejemplos de sus viajes al extranjero. En 1895 puso rumbo a Noruega. Allí estaba el hijo mayor de su segunda esposa, Alice Hoschedé. Visita Christiania (hoy Oslo), el monte Kolsaas, Björnegaard... Su objetivo, pintar la nieve, inabarcable, intangible, y los reflejos de la luz en ella. La nieve no es blanca, sino amarillenta, rosada...
A comienzos del siglo XX visita Londres, que es para Monet una especie de laboratorio de experimentación. Esta vez va en busca de la niebla y sigue los pasos de Turner. «Sin la niebla, Londres no sería una ciudad bonita –decía Monet–. Es la niebla lo que le da su espléndida amplitud«. Se exhiben dos obras maestras: 'El Puente de Charing Cross', apenas visible a nuestros ojos, parece a punto de desvanecerse en cualquier momento, y 'El Parlamento, reflejo en el Támesis'.
El montaje, exquisito, nos invita a entrar en el sueño de Monet: su jardín secreto
Pero es Giverny, y muy especialmente su jardín secreto, el que ocupa el corazón de esta gran muestra, una de las mejores que se han inaugurado últimamente en Madrid. El montaje es exquisito, animado con proyecciones inmersivas de una calidad excepcional, que nos invitan a sumergirnos en el sueño de Monet: el visitante pasea por el jardín de Giverny, escucha los sonidos de los pájaros y hasta simula andar por el estanque de nenúfares. Los espejos multiplican la experiencia.
«Estoy en éxtasis. Para mí, Giverny es una tierra maravillosa. Mi jardín es una obra lenta, hecha con amor. Y no escondo que me enorgullece. Quiero pintar el aire que rodea el puente, la casa y la barca, la belleza del aire en el que existen, y eso no es más que imposible. El trabajo me absorbe por completo. Estos paisajes de agua y de reflejos se han convertido en una obsesión. Superan mis fuerzas de anciano, pero quiero conseguir plasmar lo que siento», confesaba Monet.



Anciano, con larga barba blanca, harapos, un sombrero y un pitillo en la boca, pintaba una y otra vez (podemos verlo en un documental en la exposición) el estanque de nenúfares, el puente japonés, el sendero de rosales, los sauces llorones, los iris amarillos... y las glicinas. Sobre el puente japonés que cruza el estanque de nenúfares, Monet hizo instalar un arco por el que trepan glicinas malvas, verdes, rosas, importadas de China y Japón, hermosos racimos de estalactitas multicolores. Un díptico de sus poéticas glicinas, ejecutadas como frisos, concebidas originalmente para el jardín del hotel Biron de París (hoy Museo Rodin), cuelgan en la última sala de la exposición. En una vitrina, su paleta, sus gafas y una pipa.
En 1908, Monet padecía cataratas que le impedían ver con claridad y alteraba su percepción de los colores. La paleta se reduce a marrones, rojos y amarillos. Su pincelada es cada vez más gestual. Se hace cada vez más visible la mano que sujeta el pincel. Su ceguera progresiva le lleva, sin pretenderlo, camino directo a la abstracción. Sus últimas pinturas de Giverny dejaron una huella importante en los pintores abstractos de la segunda mitad del siglo XX. Son pura abstracción, pura emoción.
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