«No pediré perdón al Rey de Marruecos»
La activista esboza una enorme sonrisa tendida en su cama medio tapada por una manta. A primera hora de la mañana del viernes y, levantado por unos minutos el implacable cerco policial, ABC accede a la vivienda. Inmediatamente, cansada pero locuaz, su verbo afilado resuena ... en la habitación. «No creo que Marruecos haya ganado. Rechazaba mi vuelta y ha aceptado mi regreso y me ha devuelto mi pasaporte sin que yo lo pidiera».
«Estoy esperando el perdón del Rey por todos los presos, los desaparecidos y las torturas. Nunca pediré perdón al Rey ni a nadie porque no soy culpable», afirma tendida en la cama de su casa del barrio de Casa Piedras de El Aaiún, capital del Sahara Occidental. «El culpable es el régimen marroquí», añade mientras su hija Hayat se acerca a taparla, momento que aprovechan para acariciarse y besarse.
«El Gobierno (español) ha defendido desde el principio a su vecino marroquí. No han podido hacer nada y por eso han pedido la intervención de Francia, Estados Unidos y Ban Ki Moon», explica. Y recuerda gratamente la «presión muy fuerte» ejercida por la sociedad civil española, que «ha obligado a su Gobierno a reconocer su error y buscar salidas por otros países».
La huelga de hambre parece haber multiplicado su moral y su ilusión. «Esto es un triunfo para todas las personas libres del mundo. Es una victoria de la justicia y los derechos humanos». «El pueblo saharaui está concienciado de que el día de la libertad está muy cerca, será muy pronto», añade en un derroche de optimismo. «Mi situación ha confirmado al mundo entero la situación de un pueblo en general en los territorios del Sahara Occidental ocupado por Marruecos».
Interpreta que ahora «el mundo entero está al corriente de lo que pasa diariamente aquí. La causa saharaui se está discutiendo ahora a alto nivel» y añade incluso que su caso puede suponer una «amenaza al estatuto avanzado de la UE a Marruecos». Madrid no piensa lo mismo.
Familiares, vecinos y simpatizantes de la causa saharaui van pasando a darle la bienvenida mientras la activista defiende al «Frente Polisario como único y legítimo representante del pueblo saharaui». Los independentistas, añade, «tienen ahora en su mesa argumentos para decir sí o no» a continuar la ronda de negociaciones con Rabat que quiere reactivar el secretario general de la ONU.
Y es enconces cuando Aminatu Haidar alude a la Minurso, la misión de la ONU para la organización de un referéndum que cada vez parece más lejano. Su mandato es para mantener el alto el fuego de 1991 y no para vigilar la opresión de los derechos humanos ampliamente denunciada.
Haidar seguía sin comer cuando conversó con este reportero porque el proceso de recuperación tras 33 días de huelga de hambre por su «expulsión ilegal y arbitraria», recuerda, requiere que vaya ingiriendo tanto líquidos como alimentos sólidos de manera escalonada y bajo control médico. Las casi 24 horas que pasó en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del hospital de Arrecife (Lanzarote) han sido cruciales para comenzar a reponer fuerzas, en opinión del doctor Guzmán-Pérez.
«Pérdida de peso, hipotensión, mareos, nauseas y vómitos», estos son según él los síntomas que sigue sufriendo. «El proceso a partir de ahora será delicado. Empezaremos por la rehidratación oral para seguir con la realimentación».
«Me quedan unos dos meses como mínimo porque mis defensas están bajas, a mis hijos hace tres meses que no los veo, el estrés...», añade ella.
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