perla de oriente
El país que fue poderoso y admirado mucho antes de pertenecer a la URSS
Samarcanda (Uzbekistán), hoy destino de moda, fue la capital de un poderoso imperio y la legendaria capital de la Ruta de la Seda y del Imperio Tamerlán
Una ciudad con tanta historia y belleza que el turista puede sufrir el síndrome de Stendhal
Javier Carrión
Durante 60 años Uzbekistán perteneció a la Unión Soviética, pero ese periodo del siglo XX no consiguió borrar la portentosa historia de este destino del Asia Central que atrajo a viajeros y mercaderes como Marco Polo, del que se han cumplido 700 años ... de su muerte (1254-1324). Marco Polo supo describir estas ciudades del desierto, fortalezas de adobe, madrasas con mosaicos alucinantes y bazares orientales donde se vendían las mejores sedas y especias. Estos son algunos de los atractivos de un país al que se puede viajar sin visado.
La mezquita más grande de Asia Central
Contemporánea de Roma, Samarcanda fue el centro del mundo y la legendaria capital de la Ruta de la Seda y del Imperio Tamerlán. Muchos historiadores la denominaron 'Perla de Oriente' y lo cierto es que sus edificios siguen asombrando al visitante. Comenzando por la mezquita Bibi Khanum, la más grande de Asia Central, cubierta de bellos azulejos, mármoles tallados y pinturas y con una fachada que alcanza los 35 metros. La construcción en la que podían rezar más de 10.000 fieles fue considerada una de las más vanguardistas del siglo XIV y se cuenta que las obras terminaron en cinco años con la ayuda de 95 elefantes de la India. Desde esta mezquita, reconstruida tras un terremoto en 1898, no queda lejos la necrópolis de Shah i Zinda, una avenida de once mausoleos ideal para apreciar el arte islámico y las filigranas de mosaicos más hermosos de la ciudad.
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La plaza Registán de Samarcanda
Otro mausoleo muy apreciado en esta ciudad es el erigido en honor a Amir Timur, emperador de Tamerlán y responsable de que Samarcanda se convirtiera en la capital de un poderoso imperio que se extendía desde el Cáucaso al Golfo de Omán y desde el Éufrates hasta el Indo. 'Timur el Cojo', que ha pasado a la historia como cruel, fue el mayor conquistador del siglo XIV. Hoy este líder militar es un héroe en Uzbekistán y su mausoleo asombra gracias a su cúpula de color azul celeste y sus bóvedas doradas adornadas con brillantes mosaicos. Se levantó en el siglo XV, al igual que la Plaza de Registán, el complejo arquitectónico más importante de la Ruta de la Seda en Uzbekistán. Este antiguo bazar medieval, que se transformó en el lugar donde se escuchaban las proclamaciones reales, está rodeado por tres madrasas con azulejos que permiten disfrutar de los colores asociados a la Ruta de la Seda -azul, oro, añil y lapislázuli- cuando brillan especialmente durante el amanecer y el atardecer. La madrasa Ulugbek, la más antigua de las tres, se distingue en su fachada por un arco ojival adornado con mosaicos de colores que representan alucinantes motivos de estrellas. En la plaza es habitual ver a algunas turistas vestidas con los espléndidos trajes tradicionales. Alquilar uno de ellos y que un fotógrafo haga un vídeo en la plaza cuesta 200 dólares.
Los caravasares de Bujará
A 270 km de Samarcanda se alza Bukhara (Bujará), la ciudad de la poesía, con sus mezquitas, madrasas y mausoleos. La urbe surgió como centro intelectual y de conocimiento para los viajeros que llegaban en caravanas y buscaban reposo en los caravasares, las posadas de la ruta en el siglo XVI. Quinientos años después, la mayoría de los monumentos de esta ciudad sagrada para los uzbekos pueden ser recorridos a través de sus calles peatonales y los viajeros de hoy disfrutan aquí comprando alfombras, instrumentos musicales o la tela Ikat que cautivó a Armani. Una tradición heredada gracias a la red de bazares interconectados en la zona más próxima a la Plaza Lyabi House. Tres buenos ejemplos son el de los joyeros (Toki Zargaron), los sombrereros (Toki Telpak Furushon) y los cambistas de dinero (Toki Sarrafon).
El faro de la Ruta de la Seda
La oferta monumental de Bujará es muy amplia pero ineludible en algunos casos como en Poi Kailon con su minarete (1127) de 48 metros de altura, considerado el faro de la Ruta de la Seda, que ni Gengis Kahn, el guerrero y conquistador mongol más famoso, quiso derribar porque lo utilizaba para arrojar al vacío a los prisioneros condenados a muerte al tiempo que le permitía vigilar al enemigo a más de 40 km. Junto al minarete asombra la vista de la madraza Mir i Arab con sus dos llamativas cúpulas de color azul en los laterales en esta escuela donde estudiaban los futuros imanes. A cinco minutos a pie, también resulta interesante adentrarse en la fortaleza Ark, la última residencia de los emires de Bujará, sobre todo para entender cómo vivían las 3.000 personas que levantaron sus casas en el interior en la época de máximo esplendor de la Ruta de la Seda y se defendieron de Gengis Khan antes de ser aniquilados. Después se puede recorrer el barrio antiguo, un laberinto de calles donde hay que animarse a probar el pilaf, plato tradicional del país elaborado con arroz, cordero estofado y garbanzos en caldero de cobre.
El Corán de Osman en Tashkent
La Ruta de la Seda puede completarse en Tashkent, una ciudad con 2.200 años de historia donde se venera a Tamerlán, el guerrero que la reconstruyó tras la invasión mongola, aunque sus calles hoy reflejan el impacto del comunismo en el siglo XX con algún guiño arquitectónico de Occidente. Khazat Imam (s.XVI-XVIII) es el complejo más visitado de la antigua Shash con sus tres mezquitas y dos madrasas donde se custodia el Corán de Osman (Madrasa de Barak Khan), de casi 300 páginas escritas a mano en el siglo VII, uno de los más antiguos del mundo y fuente originaria del libro sagrado del Islam.
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