Siete tesoros ocultos para conocer más y mejor la provincia de Cáceres
El arco romano de Cáparra, el Sagrado Mantel de Coria, el monasterio del Palancar… estas son algunas de las joyas de gran valor monumental que merecen ser descubiertas en territorio extremeño
Real Monasterio de Guadalupe, la joya arquitectónica extremeña que es Patrimonio Mundial

Se podría decir que la provincia de Cáceres es una de las grandes desconocidas del territorio español y ojo porque motivos para visitarla no faltan. Bajo sus límites se pueden encontrar paisajes de ensueño, como los que forman las gargantas naturales de La Vera o El Jerte, o el Parque Nacional de Monfragüe, coquetos pueblos que conservan una bonita arquitectura popular y un patrimonio histórico y artístico de gran valor con monumentos tan destacados como el Real Monasterio de Guadalupe o la que fue la última morada del Emperador Carlos V, el monasterio de Yuste. Para aquellos que deseen profundizar en sus encantos proponemos estas siete joyas quizá no suficientemente conocidas.
1

Arco romano de Cáparra
Situada entre los términos de Oliva de Plasencia y Guijo de Granadilla, rodeada de alcornoques y encinas, estaba la ciudad romana de Capera, hoy conocida como Cáparra, la cual perduró hasta el siglo III y llegó a contar, entre otras cosas, con anfiteatro, foro y termas. De esta urbe, que estaba atravesada por la Vía de la Plata que comunicaba las actuales Astorga y Mérida, solo quedan hoy algunos vestigios, entre los que destaca su magnífico arco, el único que se conserva en España con forma cuadrifronte -de cuatro frentes–. Según las inscripciones que presenta se levantó por orden de Fidius Macer a finales del siglo I. Este monumento consta de cuatro pilares que aguantan cuatro arcos de medio punto y cada pilar se asienta en un basamento rematado por una cornisa. Además, en los laterales que dan a la calzada romana aparecen pedestales en los que, probablemente, se situarían estatuas representativas de la época.
2

El Sagrado Mantel de Coria
En la catedral de Santa María de la Asunción de Coria, templo que se construyó entre los siglos XV y XVIII reemplazando a una iglesia anterior de la que solo queda su claustro del siglo XV con vanos de arco apuntado, se encuentra una de las reliquias más importantes de la cristiandad, el Sagrado Mantel. Según reza la tradición, esta pieza apareció entre 1370 y 1400 en unas arcas durante unas obras bajo el suelo del templo. Las numerosas investigaciones realizadas argumentan que en la Última Cena hubo dos manteles colocados uno encima del otro sobre la mesa, la Sábana Santa de Turín y este mantel. La pieza en cuestión tiene unas dimensiones de 4,42 metros de largo y 92 centímetros de ancho y está realizada en hilo de lino blanco con bandas decorativas en azul índigo. Hasta 1791 el mantel se exponía públicamente a los fieles que acudían en masa hasta Coria lo cual llevó, incluso, a realizar obras en la catedral para su exhibición. Pero, se acabó ocultando debido a que muchos peregrinos arrancaban pedazos del mismo. Actualmente se exhibe en el museo del templo.
3

La torre del Alfiler de Trujillo
El pueblo de Trujillo es una de las paradas imprescindibles para aquellos que visitan la provincia de Cáceres. La tierra que vio nacer a Francisco Pizarro ofrece un rico patrimonio histórico y cultural. Todo en esta localidad se desenvuelve en torno a su Plaza Mayor, centro neurálgico que acoge algunos de los edificios más importantes, como el Palacio de la Conquista y la iglesia de San Martín y situada a unos metros de esta, la Torre del Alfiler. Esta construcción, que actualmente alberga el Centro de Interpretación de la Historia de Trujillo, formaba parte de la alcazaba árabe, pero tras ser desmochada por Isabel la Católica en el siglo XVI se reconvirtió en la torre del homenaje del palacio de Chaves-Cárdenas. De este monumento de planta rectangular edificado con sillares romanos destaca su cúpula, donde pueden verse azulejos talaveranos y los escudos de las familias Chaves y Orellana, así como una varilla metálica con forma de alfiler. Se dice que el rey Felipe II se hospedó aquí en uno de sus viajes por la zona.
4

Monasterio del Palancar
Situado a apenas dos kilómetros de la localidad de Pedro de Acim, en una ladera y rodeado de encinares, está El Palancar, un convento que se publicita a sí mismo, dadas sus minúsculas dimensiones (72 metros cuadrados de planta), como el más pequeño del mundo. Fundado en 1557 por Fray Pedro de Alcántara, un monje que estudió en la Universidad de Salamanca –donde entró en contacto con San Francisco de Asís–, este templo es en la actualidad un lugar de peregrinaje, meditación y retiro. El edificio se caracteriza por una decoración simple y sobria y en su interior alberga unas simples celdas con camas hechas de madera en las que dormían los frailes, aunque teniendo en cuenta las diminutas dimensiones de los diferentes espacios y su estatura, Fray Pedro dormía sentado posando la frente en un tronco. El claustro es mínimo (nueve metros cuadrados), con unas columnas de madera y un patio de luz y la capilla está decorada con mosaicos y una talla de San Pedro. Tras las reformas, la capilla y el nuevo claustro están formados por unas magníficas bóvedas. La fachada exterior actual -que hace pensar que el templo es más grande de lo que es en realidad- procede de una ampliación acometida en 1762.
5

Ruinas romanas de Augustóbriga
A orillas del río Tajo, entre las actuales poblaciones de Mérida y Talavera de la Reina, estaba la ciudad de Augustóbriga, la cual pasó a ser durante el medievo Talavera la Vieja. En 1963 este pueblo quedó anegado por las aguas del embalse de Valdecañas, una catástrofe de la que apenas sobrevivieron los restos de dos templos del siglo II que fueron trasladados, piedra a piedra, a un cerro ubicado en las proximidades de Bohonal de Ibor. Así, en la actualidad, se puede contemplar la fachada del primer templo formada por cuatro grandes columnas centrales y otras dos laterales con capiteles de orden corintio. Aunque está construido en granito se le conoce como 'los mármoles' puesto que la tradición recoge que brillaba a lo lejos como si hubiese sido levantado con dicho material. Del segundo santuario, 'la cilla' -denominado así por su posterior uso como granero–, quedan tres columnas.
6

Conjunto dolménico de Valencia de Alcántara
La localidad de Valencia de Alcántara, ubicada a 12 kilómetros de la frontera con Portugal, cuenta con uno de los conjuntos megalíticos más importantes de toda España. Declarada Bien de Interés Cultural con categoría de Zona Arqueológica en 1992, esta estructura funeraria en la que se realizaban enterramientos individuales y colectivos está formada por 41 dólmenes construidos con losas de pizarra y bloques de granito. Divididos en tres sectores, están datados entre el Neolítico y el Calcolítico o Edad del Cobre, es decir, entre el IV y el III milenio antes de Cristo. Aquí se pueden encontrar tres tipos de dólmenes: el de cámara simple que tiene tendencia a ser rectangular, el de cámara con corredor corto que suele ser circular y puede llegar hasta los 2,5 metros y el de cámara con corredor largo que superan los 2,5 metros. Para poder admirarlos en todo su esplendor hay varias rutas bien señalizadas, una de ellas circular.
7

Basílica de Santa Lucía del Trampal
En la localidad cacereña de Alcuéscar está la basílica de Santa Lucía del Trampal, la cual toma el nombre de un manantial de agua cercano. Este templo, declarado Bien de Interés Cultural, es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura hispano-visigoda de España. El origen de la construcción no está del todo claro, algunos autores lo sitúan en la segunda mitad del siglo VII como parte de un convento de monjes templarios, mientras que otros afirman que es del siglo VIII. El edificio también cuenta con materiales de época romana e incluso inscripciones dedicadas a la diosa celtíbera Ataecina.
De su estructura original se conserva la nave transversal y la cabecera triabsidal que se abre en el transepto, mientras que el resto del templo es fruto de una restauración en clave gótica realizada en los siglos XIV y XV, reforma en la que se perdieron las dos habitaciones laterales con las que contaba para obtener un único espacio interior. De esa época son también los arcos ojivales que soportan la nueva techumbre de madera. Posteriormente, cayó en el abandono llegando incluso a utilizarse como establo, pero a finales del siglo XX se inició un proceso de recuperación y puesta en valor.
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