La ruta imprescindible por los pueblos blancos de Cádiz que recomienda National Geographic

Bajo un impresionante abrigo rocoso, Setenil de las Bodegas se distingue por sus casas encajadas en cuevas naturales. Este peculiar pueblo, de origen nazarí, ha aprovechado su geografía para protegerse, utilizando las cavernas de los acantilados que bordean el río Trejo. Pasear por Setenil es descubrir miradores insospechados y recovecos encantadores en calles como Herrerías y Cuevas del Sol. Hoy, estos espacios antaño defensivos albergan bares, restaurantes y hoteles que atraen a visitantes de todo el mundo.

La Torre del Homenaje, parte de una antigua fortaleza almohade, y la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, del siglo XV, son hitos históricos del pueblo. La Casa de la Damita, que alberga una colección museográfica, destaca por la pieza conocida como La Damita de Setenil, una venus de 5.000 años de antigüedad que atestigua la vida en estas cuevas desde la Prehistoria.

Con una rica historia que se remonta a la época romana, Medina Sidonia es hoy la capital de la comarca de La Janda. Este pueblo, encaramado sobre el cerro del Castillo, muestra un trazado de calles laberínticas y fachadas blanqueadas, típicas de los pueblos blancos gaditanos. Los vestigios de su pasado incluyen restos de una fortaleza romana, un alcázar almorávide y un castillo medieval del siglo XV.

El Arco de Belén da acceso al centro histórico, donde se encuentran joyas como la iglesia de Santa María la Mayor, con su mezcla de estilos renacentista y gótico-mudéjar, y el Museo Arqueológico.

Situado al noreste de la sierra gaditana, Olvera se asienta en un cerro rocoso dominado por su fortaleza medieval y la iglesia de la Encarnación. Esta fortaleza del siglo XII, aunque de origen nazarí, ofrece impresionantes vistas panorámicas desde su Torre del Homenaje.

El laberinto de calles encaladas que suben hasta la loma del castillo es una de las características más encantadoras de Olvera. El pueblo, declarado Bien de Interés Cultural, ha sido una plaza fuerte del reino nazarí de Granada hasta la Reconquista cristiana. Su entramado urbano y sus monumentos reflejan su rica historia y la importancia estratégica que tuvo durante siglos.

Esta pequeña aldea, situada en los picos occidentales de la sierra gaditana, es un paraíso para los amantes de la naturaleza. Enclavado en el Parque Natural de la Sierra de Grazalema, Benamahoma está rodeado de una exuberante vegetación.

El Ecomuseo del Agua, instalado en un antiguo molino, es una de las principales atracciones del pueblo. Aquí se pueden ver reproducciones de antiguos molinos de agua, aceite y harina, así como batanes y hornos de pan que aprovechaban la fuerza del río Majaceite. Las fiestas de Moros y Cristianos, celebradas en agosto, son otro atractivo destacado, llenando las calles de color y tradición.

Considerada la puerta de entrada a la Ruta de los Pueblos Blancos, Arcos de la Frontera se asienta sobre la roca amarillenta de La Peña. El castillo de Arcos, en lo alto del tajo rocoso, ofrece vistas espectaculares del pueblo y de la llanura que lo rodea, así como del cauce del Guadalete y el embalse de Arcos.

El centro histórico, declarado Bien de Interés Cultural, es un laberinto de calles estrechas y empinadas. Entre sus monumentos destacan la basílica menor de Santa María de la Asunción y el Parador de Turismo, que se alza en la plaza del Cabildo. Las leyendas de dragones que, según dicen, habitan en las entrañas del peñón, añaden un toque místico a la visita.

Enclavado en el Parque Natural de la Sierra de Grazalema, este pintoresco pueblo es famoso por sus empinadas cuestas y su caserío encalado. Grazalema está rodeada de bosques de pinsapos protegidos, lo que la convierte en un destino ideal para los amantes del senderismo y la naturaleza.

El núcleo antiguo del pueblo conserva casas señoriales de los siglos XVIII y XIX, especialmente en la calle Piedras. La iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, reconstruida en el siglo XVII sobre un templo mudéjar, y la iglesia de San Juan de Letrán, del siglo XVIII, son algunos de sus edificios más destacados. También se puede visitar una antigua fuente romana con ocho cabezas de leones esculpidas y un lavadero público que funcionó hasta finales del siglo XIX.

Villaluenga del Rosario, la más elevada de las aldeas gaditanas, se encuentra en un remoto valle entre Grazalema y Benaocaz. Con sus 858 metros de altitud, es también la más pequeña de la provincia. Su fundación árabe y su importancia histórica como capital de la comarca de las Siete Villas se reflejan en sus monumentos, como la iglesia del Salvador y la de San Miguel, ambas del siglo XVI.

Este pueblo es conocido por su producción de queso, celebrada en un museo dedicado a este producto y en una popular feria anual. Los visitantes pueden degustar y comprar queso en los talleres locales, experimentando de primera mano esta tradición culinaria.

El mayor de los pueblos blancos de Cádiz, Ubrique, se extiende en el fondo de un valle protegido por farallones donde anidan aves rapaces. Este pueblo es famoso por su industria del cuero, una tradición que se remonta a la época árabe y que aún hoy es un motor económico de la región.

Entre los monumentos de Ubrique destacan la iglesia de Nuestra Señora de la O, del siglo XVI, y la de San Pedro, de 1801. La plaza de las Verduras es la puerta de entrada al casco histórico, desde donde parte una antigua calzada romana que lleva a Benaocaz, pasando por el Salto del Moro y los restos del asentamiento ibero y romano de Ocuri.

Rodeada por las cumbres más altas del Parque Natural de la Sierra de Grazalema y el embalse homónimo, Zahara de la Sierra es un pueblo que conserva la esencia del interior gaditano. Su castillo roquero, que data de los siglos XIII al XV, ofrece una impresionante vista desde su Torre del Homenaje.

El pueblo, declarado Bien de Interés Cultural, se caracteriza por sus casas blancas y sus estrechas calles que serpentean hasta la fortaleza. La historia musulmana de la región se refleja en la arquitectura y en las tradiciones que aún perduran en Zahara de la Sierra.

A pocos kilómetros de Olvera y Setenil de las Bodegas, Torre Alháquime es una pequeña aldea blanca con un rico pasado árabe. Fundada por la dinastía Al-Haquim, su nombre significa «torre del sabio». La posición estratégica de Torre Alháquime en la frontera entre el Reino de Granada y Castilla la convirtió en un importante bastión defensivo.

Los vestigios de la fortaleza nazarí y la muralla medieval aún se pueden ver en el pueblo, junto con el Arco de la Villa y la iglesia de Nuestra Señora de la Antigua, construida en 1755. En el siglo XIX, Torre Alháquime fue también un refugio para bandoleros, añadiendo un toque de misterio a su historia.

Situado en el Parque Natural de los Alcornocales y asomado al río Barbate, Alcalá de los Gazules se distingue por su uniformidad blanca y su trazado laberíntico. El casco antiguo del pueblo, intramuros de la antigua ciudadela medieval, conserva su esencia histórica, mientras que los conventos de Santo Domingo y de la Victoria marcan su expansión extramuros desde el siglo XVI.

La iglesia de San Jorge, situada en lo más alto del pueblo, se erige sobre la antigua mezquita musulmana, simbolizando la transformación histórica y cultural de Alcalá de los Gazules a lo largo de los siglos.