Las mejores playas de Granada, según Tráveler: ¿dónde se encuentran?

El muestreo comienza en esta playa del municipio de Los Gualchos-Castell de Ferro. Mide 300 metros y su principal particularidad es que para llegar a ella hay que dejar el coche en las inmediaciones de la carretera N340 y atravesar un túnel subterráneo que conduce hasta la orilla.

Es pequeña y también estrecha, sólo unos veinte metros de anchura, y como además hay varias rocas diseminadas aquí y allá, la recomendación de no demorar mucho la llegada se antoja muy necesaria. El paisaje es precioso, el mar suele estar en calma y los fondos también son dignos de admirar.

Si se busca paz y sosiego es altamente recomendable… hasta junio y a partir de septiembre. Normalmente en verano ofrece la posibilidad de alquilar kayaks para dar un rodeo por las calas próximas, algo que resulta muy interesante.

Una de las joyas de la corona, sin duda. Tiene una cala central con dos chiringuitos bien equipados y con buen pescado y paellas y también dispone de tumbonas y el resto de los servicios de las playas convencionales, por llamarlas de alguna manera. Su ventaja sobre la mayoría de éstas es que el agua es cristalina. Hay muchos visitantes que aprovechan para bucear porque los fondos son riquísimos. Incluso a pocos metros de la orilla se ven peces alrededor.

Separada por una roca hay una segunda cala que no dispone de servicios de ningún tipo, es mucho más salvaje y es la preferida por los nudistas. En realidad toda la playa es de uso tradicionalmente nudista y de hecho Cantarriján fue probablemente la primera de Andalucía en obtener esa denominación, así que el que lo desee puede estar desnudo en toda su extensión. Lo que ocurre es que, con el paso de los años y la masificación, en la cala principal han ido proliferando los bañadores, hasta el punto de que en temporada alta son mayoría.

No obstante, hay una coexistencia pacífica entre naturistas y textiles y no parece que el uso nudista de toda la vida se vaya a perder. Ya se encarga de eso una muy activa organización, la Asociación de Amigos de la Playa Naturista de Cantarriján, que hasta ha organizado bodas nudistas allí.

No es fácil aparcar allí, ni tampoco recomendable porque se trata de un espacio natural que no conviene alterar. En julio y agosto sólo se puede bajar en autobuses-lanzadera desde lo alto del acantilado, a unos dos kilómetros de distancia, así que la única alternativa es dejar el coche en el aparcamiento dispuesto en todo lo alto. El resto del año se puede utilizar el parking de uno de los restaurantes si se ha reservado para comer allí.

La Herradura es un núcleo poblacional más o menos equidistante entre Almuñécar y el parque natural de Cerro Gordo que tiene una imagen icónica: una bahía de unos dos kilómetros de extensión que protege de los vientos y forma de manera natural una de las playas más conocidas y frecuentadas de la provincia de Granada.

Merece la pena simplemente quedarse allí, en ese paisaje puramente mediterráneo, disfrutar de unas aguas habitualmente tranquilas, de un clima extraordinario y, ya puestos, también de los chiringuitos dispuestos aquí y allá. Pero es un sitio con muchos más alicientes.

Por ejemplo, está el submarinismo. Todos los aficionados saben que los fondos marinos de La Herradura y de sus cercanías -Punta de la Mona o el ya citado parque de Cerro Gordo- son de una riqueza impresionante de la que pueden disfrutar tanto los iniciados como los neófitos, que cuentan con varias escuelas donde aprender.

Muy cerca de allí, entre Punta de la Mona y La Herradura, está el único puerto deportivo que por ahora hay en la provincia. Se llama Marina del Este, tiene capacidad para 227 amarres, pueden fondear barcos de hasta treintra metros de eslora y su calado está entre los tres y los seis metros y medio de profundidad. Como aquellas son aguas normalmente tranquilas, es un punto de atraque perfecto para organizar rutas por las proximidades.

La Joya está en Motril y hay que dejar muy clara una cosa a quienes quieran ir: para llegar hay que bajar unos 200 escalones… y luego subirlos. No hay otra manera. Avisados quedan. Si se les olvida algo en el coche y se dan cuenta cuando están poniendo la sombrilla, tendrán que plantearse si merece realmente la pena ir a por ello.

Muy probablemente por eso, por esos 200 escalones, no hay ni chiringuitos ni nada que se le parezca. Es una playa virgen y salvaje donde apenas hay más ruidos que el rumor de las olas. No es grande, apenas 300 metros de largo, así que en los meses de verano no conviene llegar tarde porque entonces no habrá espacio.

Es otra de las elegidas por los amantes del naturismo, aunque lo cierto es que responde más bien a lo que se conoce como playa mixta, donde cada cual va como le parece más oportuno. Sus aguas son muy limpias pero eso no le importa nada a las medusas, que de vez en cuando, atraídas por las corrientes, se encajan en la cala. Conviene enterarse de antemano de si hay o no, por aquello de ahorrarse los escalones de marras.

También conocida como Salomar, es posiblemente la más frecuentada del municipio de Salobreña, que por cierto es muy interesante desde el punto de vista turístico. Es de arena oscura, como por lo demás lo son todas las de la provincia, aunque en este caso hay bastante arena, no rocas.

Es una playa urbana, muy familiar y que cuenta con todos los servicios habituales, así como con chiringuitos donde poder avituallarse después de un día de verano de lo más convencional. A diferencia de otros lugares próximos, aquí el submarinismo no aporta nada del otro mundo.

Otra playa con todos los ingredientes para ser saboreada por toda la familia. Está en Almuñécar, el segundo pueblo con más habitantes de la Costa Tropical y, desde el punto de vista histórico, el más interesante. Y también el más longevo, porque se han encontrado allí vestigios de la época fenicia.

Mide de largo algo más de un kilómetro y es, junto a la de Velilla, la más frecuentada de la ciudad. El agua suele estar limpia pero sí hay que tener cuidado cuando sopla el viento porque entonces hay oleaje y el día de playa se complica. Aunque en ese caso, no faltan restaurantes en las cercanías en los que guarecerse.

En temporada baja, Castell de Ferro transmite una imagen mediterránea y un poco decadente que no le pasó desapercibida a Víctor Erice, de ahí que el cineasta grabara allí algunas escenas de la película de su retorno, 'Cerrar los ojos'. Pero en verano, el municipio granadino, próximo ya a la frontera con la provincia de Almería, es pura vida.

El Sotillo está frecuentada sobre todo por turismo nacional. Es la principal del pueblo, mide 1.300 metros, es de fácil acceso, cuenta con unas cien plazas de aparcamiento -lo cual hace aconsejable no llegar muy tarde- y, como otras ya mencionadas, destaca por su limpieza, tanto de la arena como del agua.

Polopos-La Mamola. El nombre del municipio se las trae, pero no hay que despreciarlo por eso, ni mucho menos. En realidad es muy atractivo y eso lo saben las muchas personas que lo frecuentan, especialmente en verano.

La Mamola tiene como principal rasgo distintivo sus ocho espigones, que además de impedir que el oleaje se lleve media playa cuando el viento castiga la zona, cosa que en invierno no es infrecuente, sirve para que muchos practiquen la pesca. Otros, más aún, se dedican a solazarse en la arena y a disfrutar de un agua que normalmente está limpia y tranquila.

Situada en el término de Albuñol, es una cala estrecha y no muy larga que los no avezados suelen pasar de largo porque para acceder hay que tomar un desvío de la N340 que no todo el mundo ve a la primera.

El Ruso, que se componen de dos pequeñas calas unidas entre sí, tampoco tiene servicios de ningún tipo y aunque no es oficialmente nudista, allí sí que es habitual ver a gente sin traje de baño. Las aguas turquesas invitan al baño y no hay ruidos que perturben un día de descanso.

Se llama El Ruso en honor a Basilio Likianov, un teniente ruso huido de la extinta Unión Soviética que se instaló por los alrededores allá por 1921.

La otra playa urbana por excelencia mide aproximadamente un kilómetro y medio, está junto al paseo marítimo del mismo nombre y tiene todos los servicios que se solicitan en un arenal de esas características, incluido un parking público muy amplio.

Los que llevan veraneando en Almuñécar muchos años -y eso les ocurre a muchos granadinos que viven habitualmente en la capital y tienen allí una segunda residencia- recuerdan con nostalgia los días pasados en el Aqua-Tropic, el parque acuático situado en las cercanías, que ahora se ha reciclado y es de agua salada. También se acuerda, cómo no, de las horas muertas en los chiringuitos y de las farras nocturnas de los pubs de la zona.

El repaso no estaría completo sin mencionar alguna playa de Motril, la ciudad más habitada de la Costa Tropical. Calahonda es una de las principales y sus 1.200 metros de longitud son sinónimo de lugar familiar y concurrido en los meses de verano.

El turismo, allí, suele ser nacional y abundan los llegados desde Granada, aunque si quieren hacer patria incluso en sus vacaciones, lo mejor es que se vayan a Playa Granada, que ahí, sólo por el nombre, se sentirán como en casa.

Fuera bromas, Calahonda es una playa recomendable para pasar un día en modo convencional, con chiringuitos y restaurantes en las proximidades donde reponer fuerzas y todos los servicios tradicionales.

Así llamada porque está justo debajo del peñón de Salobreña, los restos de la fortaleza que son su principal seña de identidad. Está junto a otro clásico del lugar, la playa de La Guardia, y está más concurrida que la antes nombrada de La Charca, porque es de más fácil acceso.

En un lateral hay unas rocas y muchos se divierten escalándolas y lanzándose desde allí al agua. No es un ejercicio peligroso, pero no está de más extremar la precaución. Por lo demás, como en otros sitios de la Costa Tropical, es un lugar estupendo para disfrutar de los espetos, el pulpo y otras delicias del mar.

Más pequeña que Velilla y San Cristóbal y por supuesto menos frecuentada. En realidad es una de las varias calas que se suceden en el trayecto entre Almuñécar y Salobreña, como la de La Cabria, donde por cierto es conveniente hacer parada, si no para bañarse al menos para degustar el buen arroz que ponen en su chiringuito.

De lado a lado, Curumbico mide poco más de 200 metros y tiene rocas en sus extremos. Allí sí es interesante llevarse unas gafas de buceo porque el fondo marino es rico en peces.