El falso castillo medieval de Málaga que solo tiene 30 años: dónde está y por qué se construyó
Ubicada en Alhaurín el Grande, esta fortaleza de hormigón y ladrillo fue proyectada en los años 90 como emblema de una urbanización de lujo que jamás llegó a completarse
Málaga
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Iniciar sesiónCualquier conductor que circule por las carreteras del Valle del Guadalhorce, al levantar la vista hacia las laderas de la Sierra de Mijas, puede toparse con una silueta inconfundible. Almenas recortadas contra el cielo, una torre del homenaje que vigila el horizonte y muros de ... piedra que parecen narrar siglos de batallas y reconquistas.
Sin embargo, las piedras de esta fortaleza no guardan secretos nazaríes ni cristianos viejos. No hay leyenda, ni fantasmas, ni historia militar. Se trata del Castillo de la Mota, una edificación ubicada en Alhaurín el Grande que engaña al ojo inexperto: parece una reliquia del medievo, pero es, en realidad, un «falso histórico» construido hace apenas tres décadas.
A diferencia del singular Castillo de Colomares en Benalmádena, ese monumento a Cristóbal Colón que, aunque moderno, cumple una función cultural y turística, el Castillo de la Mota de Alhaurín representa la cara más amarga de la ambición inmobiliaria. Es un esqueleto de hormigón disfrazado de historia, un decorado de película que se quedó sin actores ni guion a mitad de rodaje.
Esta curiosa construcción se encuentra en el término municipal de Alhaurín el Grande, en una zona elevada conocida, precisamente, como el paraje de La Mota. Su posición es estratégica, ofreciendo unas vistas privilegiadas sobre el valle, lo que explica por qué fue el lugar elegido para el proyecto. Sin embargo, no aparece en las guías turísticas oficiales de la Junta de Andalucía ni en los itinerarios de patrimonio histórico, y por una buena razón: no es un monumento visitable, sino una propiedad privada en estado de abandono.
El sueño del ladrillo de los 90
Para entender por qué se levantó este gigante de cartón piedra hay que viajar a principios de la década de 1990. La Costa del Sol y sus municipios aledaños vivían una efervescencia urbanística donde los proyectos faraónicos estaban a la orden del día. Fue entonces cuando una promotora impulsó la construcción de una gran urbanización residencial que prometía ser un referente de lujo en el interior de la provincia.
El plan era ambicioso: viviendas de alto standing, un campo de golf y un club social que sería la joya de la corona. Ese club social no iba a ser un edificio convencional; se diseñó con la estética de un castillo medieval para dotar al complejo de un aire de nobleza y exclusividad.
La construcción comenzó alrededor de 1993. Se levantaron los muros, se perfiló la torre principal, que supera los doce metros de altura, y se crearon los arcos y las estancias que debían acoger a los futuros residentes y golfistas. Sin embargo, como ocurrió con tantos otros proyectos de aquella época, la financiación falló. Los problemas económicos de la promotora paralizaron las obras, y el complejo residencial y el campo de golf nunca llegaron a materializarse tal y como se soñaron. El castillo quedó allí, a medio terminar, como un vigía de una ciudad fantasma que nunca existió.
Un escenario de decadencia
Hoy, treinta años después, el Castillo de la Mota es un lugar que atrae tanto a curiosos como a vándalos. Al acercarse, la ilusión medieval se desvanece rápidamente. Los muros, lejos de la mampostería histórica, revelan su naturaleza moderna: ladrillo y cemento revestido. El interior, que debía albergar salones de lujo, es ahora un lienzo para grafitis y un refugio ocasional para botellones.
La estructura ha sufrido el expolio de materiales y el paso del tiempo sin mantenimiento ha convertido el recinto en un lugar potencialmente peligroso. A pesar de ello, su estampa sigue siendo poderosa desde la distancia, alimentando la confusión de turistas que creen haber descubierto una fortaleza olvidada de Al-Ándalus.
Mientras que Málaga ha sabido poner en valor su verdadero patrimonio, desde la Alcazaba de la capital hasta el Castillo de Gibralfaro, y ha visto cómo la iniciativa privada y la Iglesia han conservado joyas arquitectónicas reales, el Castillo de la Mota permanece como un recordatorio de los excesos del ladrillo. Una fortaleza de mentira que, paradójicamente, cuenta una historia muy real y reciente de la provincia: la de los sueños urbanísticos que se quedaron en el camino.
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