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Gaviotas en el alero

Había unas gaviotas junto a la chimenea, ajenas a su condición de figurantes de un momento histórico. Abajo se supone que hay una paloma, invisible, que tal vez algún cardenal ambicioso crea llevar posada en su hombro

Del predicador al guardián de la puerta: el reducido grupo de cardenales que tienen una misión en el cónclave

Una gaviota, este miércoles, en la chimenea de la Capilla Sixtina REUTERS
Ignacio Camacho

Ignacio Camacho

Enviado especial al Vaticano

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A vista de pájaro, o de un dron como los que estos días vigilan la seguridad del Vaticano, la Capilla Sixtina es sólo un vulgar tejado a dos aguas carente de la menor grandeza. Es dentro, en los majestuosos frescos del Génesis y el Juicio ... Final, donde brilla en todo su esplendor la majestuosidad miguelangelesca. Quizá por eso Juan Pablo II la estableció como sede perpetua del cónclave, en la idea de que los cardenales sintiesen sobre sus cabezas el peso espiritual de la misión histórica de decidir el gobierno y el destino de la Iglesia. Para el gran público, sin embargo, el magnetismo de la elección reside en un elemento tan corriente y simple como la chimenea metálica por la que ayer salió la primera fumata negra sobre las nueve de la noche. El récord de Julio II quedó a salvo y la opinión pública internacional sigue a la espera.

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