'Habemus Papam': el cardenal Robert Prevost es el Papa León XIV
Han bastado cuatro votaciones, menos de 24 horas, para que los 133 cardenales que desde ayer se encerraban en la capilla Sixtina escogieran al sucesor de Pedro y nuevo obispo de Roma
El cardenal Robert Prevost, que sólo tiene 69 años, es el primer Papa estadounidense. Es de la orden de los Agustinos, matemático y tiene ascendencia española por parte de madre

Para conocer la visión de la vida de Robert Prevost bastaría escuchar cómo se despidió en 2023 de los católicos de Chiclayo (Perú), después de casi ocho años y medio como obispo en esa ciudad. «Quisiera compartir a nivel más personal una frase de ... un fundador de un grupo de misioneros que vinieron de Estados Unidos hace muchos años, y que trabajaron en el Perú y en otros países», comenzó su discurso su despedida en la catedral. «Es una frase que me hace pensar mucho: 'Un misionero va donde no es querido, pero lo necesitan; y se queda hasta que es querido, pero ya no tan necesitado'. Es lo que dije cuando un periodista me preguntó cómo me sentía al ser nombrado por el Santo Padre a esta nueva misión de prefecto del Dicasterio para los Obispos», justificó.
Robert ('Bob') Prevost ha escogido llamarse León XIV y es el Papa número 267 de la historia. Su elección puso ayer fin, en la primera votación de la tarde a la Sede Vacante, demostrando que aunque no figuraba en las quinielas de los 'papables', sí lo hacía en el corazón de los cardenales. Este purpurado que ya ocupa la silla de Pedro destaca por su juventud, sólo tiene 69 años, y es el primer Papa estadounidense de la historia.
Pero su biografía también es la de un matemático y filósofo de la orden de los Agustinos que pasó más de 20 años como misionero en Perú. Es el primer obispo de Roma que pertenece a esta orden religiosa y es 'bergogliano', es decir, aparentemente continuista, aunque el símbolo de conservar la tradición en sus vestiduras papales, así como su primer discurso, ya auguran que será algo más conservador que su antecesor, el Papa Francisco.
En los días previos al cónclave, recibió elogios de todas las corrientes y permaneció ajeno a las polémicas, ganándose la confianza de un número no desdeñable de electores. Era el prefecto del Dicasterio para los Obispos y su nombre real es Roberto Francisco, pues la familia de su madre, Mildred Fernández, era española y su padre tenía orígenes franceses. Nació en Chicago, pero tiene nacionalidad peruana.
Buen gestor
Prevost arregló las cuentas de su orden religiosa y afrontó varios casos de abusos sexuales con éxito dentro de la comunidad, cuestiones que le serán útiles como nuevo Papa. De hecho, al ver que su candidatura cobraba fuerza, en los últimos días habían saltado a los medios denuncias contra sacerdotes que Prevost, dicen, no habría gestionado bien hace décadas. Sus colaboradores lo niegan, y lo cierto es que la situación actual sería completamente diferente.
«Soy un misionero, he venido enviado, he estado con ustedes con mucha alegría. Pero, ahora, el Espíritu Santo, a través de nuestro Papa Francisco, me dice una nueva misión. Y aunque puede ser difícil para muchos, hay que seguir adelante, hay que responder al Señor, hay que decir sí. Señor, si tú me has llamado voy a responder», continuó cuando dijo adiós a los católicos peruanos de Chiclayo. Le costaba marcharse, pero obedeció.
Prevost está preparado para los cambios y conoce bien varios continentes. Su biografía comienza en Chicago, donde nació hace casi 70 años. Sus padres eran el italo-francés Louis Marius y Mildred Martínez, de ascendencia española. Le bautizaron con el nombre de Roberto Francisco. Tiene dos hermanos, Louis Martín y John Joseph. De hecho, la historia de su familia es una historia de inmigración y, por ello, se le ha ubicado en las antípodas de Donald Trump.
En Pensilvania estudió Matemáticas y Filosofía, y se graduó en 1977, meses antes de hacerse agustino. Es una orden religiosa con una espiritualidad «de acción y de contemplación», que apuesta por la vida en comunidad. «Nuestra vida común se basa en la aceptación y el respeto mutuos, la bondad y la preocupación, así como en la voluntad de escuchar a los demás y abrirse a ellos», explica la web de la Orden de San Agustín.
Se ordenó con 26 años
«Cuando Agustín reunió a los miembros originales de su comunidad, para él lo esencial fue captar el espíritu de los primeros cristianos mencionados en los Hechos de los Apóstoles: una comunidad que se unió y compartió todas las cosas en común, al mismo tiempo que ayudaba al Pueblo de Dios», relata esta misma página. Se ordenó sacerdote en la Ciudad Eterna en 1982. Tenía entonces 26 años. Allí también hizo un doctorado en Derecho Canónico, que le ayudó a delinear su mentalidad jurídica. Entre 1985 y 1998 se marchó como misionero a Perú, con una pausa de dos años casi al principio, durante la que regresó a Chicago. Para entonces además de inglés y español, hablaba también italiano, francés y portugués.
En su primera etapa en Perú vivió en Chulucanas. En la segunda, mucho más larga, en Trujillo, donde dirigió un seminario, fue prior de una comunidad de agustinos, fundó una parroquia y trabajó como juez del tribunal eclesiástico. Tuvo que regresar a Chicago en 1998 cuando lo eligieron provincial de los agustinos.
De nuevo cambió de planes en 2001, cuando lo eligieron prior general de los agustinos a los 46 años, y se trasladó a Roma para un cargo que mantuvo hasta 2013. Desde allí, dando marcha atrás, volvió luego de nuevo a Chicago y una tercera vez a Perú. Y como un juego de la oca, desde Perú, de nuevo a Roma.
Conciliador
La culpa la tuvo el Papa Francisco que en 2014 lo envió a Chiclayo como administrador apostólico, con el delicado encargo de reconciliar a dos corrientes enfrentadas en la conferencia episcopal peruana. Fueron años felices y solicitó la nacionalidad peruana. Estuvo allí solo nueve años, pues en 2023 el Papa argentino lo trajo de regreso a Roma, esta vez poniendo en sus manos uno de los dicasterios más delicados, el que se ocupa de seleccionar a nuevos obispos en todo el mundo. Luego lo hizo cardenal.
MÁS INFORMACIÓN
El gobierno de la orden de los agustinos y su cargo en la Santa Sede le permiten conocer bien la situación de la Iglesia en todos los continentes. De estilo discreto y carisma sencillo, tiene capacidad de gobierno y no se altera fácilmente. Quizá en la Capilla Sixtina pensó lo mismo que dijo en su última homilía en Perú. «Que seamos siempre fieles a este llamado del Señor» escucharon quienes le despidieron en Chiclayo.
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