La España rural, moribunda, toma aire con la llegada de familias de inmigrantes
A cambio de aumentar el censo y reabrir establecimientos, muchas familias de países desfavorecidos logran un trabajo y una casa en los pueblos más remotos. Escapan de una vida anterior, pero también de las grandes ciudades de nuestro país, que juzgan «insostenibles» económicamente
De la exclusión social a encontrar un empleo en la España vacía
Enia Gómez
Las campanas no repican y el bullicio es un fantasma que deambula afónico por Algora (Guadalajara). Felipe Lugo y Morenys Romero no pasean de la mano, pero gesticulan vivarachos recreando la escena en la que se dieron el sí quiero. Estos dos ... venezolanos se casaron en este mismo pueblo, poco después de pisar tierra española por primera vez. A pocos metros, varios jóvenes restauran, discretamente en un garaje, un par de cabezudos. El brochazo de pintura es interrumpido por la llegada de la pareja.
Los vecinos se envuelven en animados abrazos y en algún que otro apretón de manos. A pesar del poco tiempo que la pareja lleva viviendo en la localidad, despiertan alborozo allá donde van. Fue una alegría para el municipio guadalajareño, de tan sólo 80 habitantes, saber que caras nuevas llegarían. «Vinieron hijos, hermanos y primos. De repente teníamos cosas que hacer a diario», comenta Abel Montejano, uno de los jóvenes que se encuentran en el improvisado espacio artístico.
La agonía de la farmacia rural, el último bálsamo de la España vacía
Helena CortésEl boticario es una figura en vías de extinción en 581 pueblos. La despoblación y la bajada del precio de los medicamentos castigan a este refugio sanitario de muchas zonas rurales. Con todo, si la cruz verde sigue encendida se frena el éxodo de los jóvenes y las mujeres
Lugo se encontraba junto a su mujer y sus tres hijos en Chile, tras abandonar Venezuela. Él trabajaba en la construcción y ella era vendedora en un bazar. En busca de una mejor vida, decidieron emigrar a España. Primeramente, viajaron él y su hijo mayor. La idea de trasladar al resto de la familia se vio interrumpida por el Covid-19. Ahora, la pareja vive frente al Ayuntamiento de Algora, donde Lugo ha conseguido empleo. «El proceso fue un milagro», expresa Romero.
La asociación Pueblos con Futuro fue la encargada de facilitarles trabajo y vivienda. Según Mario González, su vicepresidente, la idea surgió gracias a varias personas que buscaban dar una salida a familias madrileñas sin recursos y de aquellos, como González, que conocen las grandes oportunidades de trabajo que ofrece el mundo rural. «Seleccionamos a familias dispuestas a unir su proyecto de vida a estas zonas más rústicas. Esa es la clave», manifiesta. Esto se debe a la pérdida de habitantes que sufren –cada vez más– muchas provincias españolas, como Guadalajara, en la que el 89% de los núcleos de población no alcanzan el millar de habitantes.
Sin embargo, muchos no son capaces de adaptarse a estos medios y se vuelven a su país de origen. No es el caso de Lugo y Romero, quienes aseguran haberse acostumbrado muy rápido a esta nueva forma de vida. E incluso al clima. «Entiendo que mis hijos quieran irse dentro de unos años. Al final no deja de ser un pueblo donde no hay gente joven. Deben ir a la universidad y graduarse. Pero nosotros no nos iremos. Nuestro futuro está en Algora», expresa la venezolana.
El proyecto, que se puso en marcha en enero de 2020, ya ha conseguido establecer en toda España a 30 familias y 125 personas. Además, ha logrado la creación de 52 puestos de trabajo. Un ejemplo es Lugo. Pero también Romero y su hijo menor Guillermo, que trabajan como limpiadora y gasolinero, respectivamente, en el Área de Servicio 112 del municipio.
Por obra de Dios
Esto no sería posible sin el esfuerzo de Ángeles Ramos, presidenta de la asociación, quien cuenta cómo, tras una manifestación en 2018 a favor de la España Vacía, decidió comenzar con el proyecto. «Hay valores que no se pueden perder», comenta. «Sabía que tenía que hacer algo, pero no tenía claro por dónde empezar. Un día llegué a misa y la oración de aquel día decía: «Habitaréis los parajes desolados, haréis casas, pondréis viñas». Ahí lo supe. Al día siguiente me puse manos a la obra», explica.
Cinco años después, Lugo y Romero pasean por Algora como si llevaran haciéndolo toda la vida. Se paran a hablar con jóvenes, adultos y mayores. «Aquí van a ir los camerinos», comenta Lugo mientras pasan por una de las calles donde se va a rodar una de las escenas de 'Cuéntame cómo pasó'. Por eso preguntan a este diario al llegar al municipio: «¿Sois los de la serie?». Pero ni siquiera la familia Alcántara levanta tanta alegría como los Lugo. Dos mujeres se encuentran a la sombra de un pequeño parque. Escuchan Manolo Escobar. «¡Esta es la mejor del pueblo!», exterioriza Mari nada más ver a Romero. Y ambas se funden en un cariñoso abrazo.
Quienes también abandonaron Venezuela en busca de mayor tranquilidad y seguridad fueron Juan Gozzo y Marieli Orta, junto a su hijo Pietro de seis años. Él, abogado, trabajaba en una empresa de bricolaje en San Diego. Ella, odontóloga, se encontraba en el área de salud privada. Ahora regentan el Bar Centro Social de Ciruelos del Pinar desde enero de 2022, una localidad de Guadalajara de tan sólo 24 habitantes. «No escoges dónde nacer, pero sí eliges dónde vivir», expresan.
Ambos tuvieron la oportunidad de emigrar del país y llegar a un centro de acogida de la Comunidad de Madrid. Allí contactaron, a través de Cáritas, con la asociación vía correo electrónico. «Nos hicieron varias entrevistas para conocer nuestro perfil y ver dónde podíamos encajar. En tan sólo tres meses nos dieron una solución», expresa Gozzo mientras sirve café.
La salvación de la hostelería en el mundo rural
«Gracias a una de estas familias tenemos la oportunidad de tener abierto el restaurante de Olmeda de Cobeta todo el año»
Asegura que fue un cambio de vida muy radical. «El medio rural es muy diferente a la ciudad», expresa. «Es empezar de cero», menciona Orta. «Yo creo que es comenzar en menos treinta», le asegura, entre risas, su marido. Acostumbrados a grandes ciudades, se les hizo extraño la primera vez que pisaron tierras guadalajareñas.
Sin tener idea sobre hostelería, se vieron obligados, rápidamente, a saber llevar un bar. Gracias a ellos los vecinos de Ciruelos del Pinar disfrutan de este sencillo establecimiento. En este sentido, el hecho de no encontrar personas que se hagan cargo de los centros sociales es un asunto que «preocupa bastante» a varios municipios españoles. Así lo asegura Juan Antonio Calvo, alcalde de Olmeda de Cobeta: «Gracias a una de estas familias tenemos la oportunidad de tener abierto un restaurante todo un año».
De primero, sopa de marisco y de segundo, cachopo. Vino, cerveza o, para los menos atrevidos, agua. Como postre, café. Es el menú del día. Varias personas conversan animadamente. En la televisión, Ayuso y Feijóo acaparan las noticias. Pero nadie parece prestar atención a las novedades políticas. Prieto corre de un lado a otro. Cerca de la entrada, varias personas juegan al mus. Una de ellas, María Jesús López, confirma lo bien que se han adaptado al pueblo la familia: «Estamos muy contentos de que estén aquí. Gracias a que ellos cotizan a la Seguridad Social, nosotros podemos cobrar pensión. Somos muy pocos y todos muy mayores. Y sin ellos probablemente el bar no estaría abierto».
Gozzo asegura que, cuando tienen un problema de cualquier tipo, los vecinos, inmediatamente, los socorren. Recuerdan algunos momentos en los que, por un motivo u otro, no han podido llevar a Prieto a la escuela –ubicada en otro municipio– y el mismo alcalde se ha ofrecido para llevarle.
A las cuatro de la tarde, el bullicio de hace apenas una hora enmudece. Tras la barra, Gozzo y Orta evocan recuerdos de Venezuela y denuncian la situación del país frente a la mirada curiosa de este diario. «No creo en las casualidades, sino en las causalidades», reflexiona el venezolano. Como Gozzo y su mujer piensan Levan Vardanashvili y Ana Labadze, ambos georgianos que emigraron, con sus cuatro hijos, de Francia a los grandes campos de lavanda de Brihuega.
Explican que la vida en este país occidental era insostenible. «Vardanashvili trabajaba en una empresa de mudanzas. Cobraba 300 euros al mes. Era imposible vivir así», manifiesta Labadze. Cuando llegaron a Madrid, se dieron cuenta de que la vida en la capital no era mucho más fácil. «Todo era muy caro. Los colegios estaban demasiado lejos. Aquí la vida es más tranquila y la escuela está cerca», expresa. Afirma que el procedimiento fue el mismo que el de la familia de Gozzo, a través de Internet. Y que realizaron cursos para aprender mejor el idioma. Ahora ambos trabajan en una residencia de mayores. «Estamos muy felices de estar aquí», asegura una de las pequeñas.
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