La ciencia que hay detrás de las enfermedades de las emociones
Se calcula que entre un 20% y un 50% de las consultas de Atención Primaria tienen un origen psicológico, que afecta en el desarrollo de algunas patologías
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Madrid
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Iniciar sesiónNo son enfermedades inventadas, pues detrás de los síntomas, que son reales, hay una patología física que requiere de tratamiento farmacológico. Pero hay también un componente en el que juegan las emociones y el propio cuerpo, que, para defenderse, combate el dolor psicológico con ... uno físico que, aunque hace daño, duele menos que el otro. Del estudio de estas patologías se encarga la medicina psicosomática, aquella que analiza la correlación entre los hallazgos biológicos y los datos psicológicos, como el estado de ánimo. Su importancia es tal que es capaz de ver cómo situaciones de estrés o, en los peores casos, de ansiedad o depresión, influyen en que se disparen los niveles de colesterol malo, en dolores continuos de espalda o hasta en el asma.
Pero entre las dificultades que se dan para su aplicación, además del limitado tiempo con el que los profesionales médicos cuentan en la mayoría de los casos, está también el escepticismo que los pacientes demuestran muchas veces cuando escuchan que tras sus dolores físicos o su hipertensión hay factores psicológicos o psicosociales.
Incredulidad
Una sensación de profunda incredulidad es la que sintió Beatriz Hervás, ahora de 60 años, cuando en una consulta médica le dijeron que el colon irritable que llevaba arrastrando desde hacía años podía estar influido por sus emociones. Había pasado varias veces por su médico de familia, que le recetó fármacos que al principio funcionaban pero luego dejaron de hacerlo. Fue entonces cuando la derivó al especialista, que le realizó una colonoscopia para buscar el origen de sus síntomas. Pero no vio nada extraño que explicara su enfermedad. Cuando ya estaba asimilando que le tocaría vivir con ello durante el resto de su vida conoció, a través de una amiga, al doctor José Luis González de Rivera, psiquiatra y actual presidente de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática. «Yo tenía una crisis emocional muy grande y el doctor me dijo que si me la trataba se me iba a curar también el colon irritable», explica esta funcionaria a ABC, al tiempo que recuerda cómo en ese momento no sabía si llegar a creerse lo que el profesional le estaba contando. «La sensación fue de incredulidad y si hace 10 años me lo hubieran dicho no me lo habría creído. Pero la realidad es que eso fue en 2018 y desde entonces no he vuelto a tenerlo», relata.
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Los expertos calculan que detrás de entre un 20% y un 50% de las consultas de Atención Primaria hay un factor psicológico que influye en el desarrollo de la enfermedad. A veces en mayor y otras en menor medida, pero en muchos casos hay que buscar en las emociones el origen de la patología física. «La medicina psicosomática es el grandísimo avance que se ha producido desde mediados del siglo pasado en medicina científica», explica el doctor González de Rivera. Ha sido enorme y ha permitido avanzar mucho en el tratamiento de grandes enfermedades en las que además de los factores biológicos influyen otros como el estrés, o las relaciones», dice. Todo el mundo, continúa, conoce los efectos que para la salud mental tienen situaciones cómo la pérdida de un familiar o una ruptura sentimental, pero no es tan conocido que este tipo de fases por las que pasan las personas tienen también efectos en el sistema inmune y en el aumento del riesgo de sufrir enfermedades. No se trata exclusivamente, insiste el presidente de la sociedad científica, de trastornos mentales como depresiones o ansiedad, pues factores psicosociales, como las relaciones afectivas, la falta de apoyo social o la soledad no deseada juegan también un papel importante.
«Toda enfermedad tiene un factor psicosomático, pero en algunas es mucho mayor. Una de ellas es el colon irritable, que es multifactorial, intervienen muchos factores, como el estrés. Son pacientes que mejoran con tratamientos psicológicos además de con el tratamiento farmacológico que puedan necesitar», expone González de Rivera. Menciona también las contracturas musculares o los dolores continuos de espalda, «que tienen una relación importantísima con los estados de emociones negativas contenidas, el estrés crónico o las situaciones de frustración».
Pero también tras enfermedades del aparato respiratorio pueden esconderse este tipo de factores. «En el asma, por ejemplo, hay un predominio en el que el factor alérgico es fundamental y otro en el que el más importante es el emocional. Y con la combinación de ambos no basta el tratamiento farmacológico», remarca el psiquiatra. Lo mismo ocurre con la hipertensión. «Tras una persona con altos niveles de colesterol malo puede haber un factor psicológico. Y, de hecho suele haberlo. Siempre es un factor coayudante en la enfermedad y en algunos casos puede tener una importancia pequeña y en otros grande», afirma.
Síntomas reales
Que detrás de la enfermedad haya un origen psicológico no significa que sean síntomas inventados, al contrario, son muy reales. Es el propio cuerpo el que los provoca, explica Celso Arango, director del Instituto de Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón, para protegerse de un daño peor.
En 1 de cada 4
En al menos 1 de cada 4 casos que se ven en Atención Primaria los pacientes expresan a través de un dolor físico un malestar psicológico, expone José Luis González de Rivera, psiquiatra y presidente de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática.
Presente en muchas enfermedades
«Toda enfermedad tiene un factor psicosomático pero en algunos casos es mucho mayor que en otros», explica el doctor González de Rivera, que destaca patologías como el colon irritable, la hipertensión o el asma.
El 25%
Los trastornos mentales en niños y adolescentes han crecido alrededor de un 25% después de la pandemia de Covid-19. Este aumento repercute en que hayan aumentado también las consultas relacionadas con trastornos psicosomáticos.
La semana pasada tuvo lugar en Madrid el 50º Congreso de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática, en el que se trataron algunos de los nuevos paradigmas en los que se está aplicando esta especialidad médica. También se habló de situaciones nuevas que se están viendo en las consultas, como la psicosomática en los adolescentes, cuya explicación dio Celso Arango, director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Gregorio Marañón y jefe del Servicio de Psiquiatría del Niño y del Adolescente.
A diario, el doctor Arango observa en sus pacientes cómo la forma de expresión del dolor psicológico en los jóvenes cambia a medida que pasan los años, pero también cómo algunas de las formas clásicas se mantienen por ejemplo a través de las cefaleas o del clásico dolor de barriga que llega cada lunes en niños que no quieren ir al colegio y que puede estar avisando de un problema de acoso escolar. «Aparecen estos síntomas de toda la vida, pero también vemos cada vez más formas de somatización que tienen que ver por ejemplo con la conducta alimentaria», asegura en conversación con este periódico.
Fabricado por el cuerpo
No se trata de síntomas inventados, remarca este psiquiatra. Nada tiene que ver con la treta de calentar el termómetro para provocar una fiebre que no existe. «Son síntomas que son tan reales que son indiferenciables de los que suceden cuando alguien tiene una enfermedad. Porque el cuerpo los genera de forma inconsciente para evitar algo que produce más dolor», apunta. Esta situación, expone, además de en casos de 'bullying', se ve también mucho en niños víctimas de abusos. «Lo que hace el cuerpo es, de una forma defensiva, producir una serie de síntomas disociativos o psicosomáticos, porque el cuerpo es muy sabio y busca su autodefensa con un dolor menos dañino», cuenta.
Las enfermedades psicosomáticas han aumentado entre los niños y adolescentes, un dato que cobra mayor sentido si se tiene en cuenta que los trastornos mentales en esta parte de la población también se han incrementado. Según explica el director del Instituto de Psiquiatría del Gregorio Marañón, tras la pandemia de Covid-19 los trastornos ansiosos en menores de edad se han disparado en un 25% aproximadamente. «Como aumentan los trastornos mentales de base aumentan también los psicosomáticos y se producen expresiones que son más desconocidas porque no las teníamos antes», incide.
Diagnósticos complejos
En su consulta, Arango está observando un aumento de depresiones y ansiedad en menores que se manifiestan a través de una pérdida de funcionalidad del cuerpo, ya sea de un brazo, de una pierna o a través de dolores que van migrando de una parte a otra. También los problemas gastrointestinales son habituales en este tipo de pacientes. Pero estos diagnósticos, remarca el psiquiatra, son, si cabe, más complicados que los que se llevan a cabo a diario en el resto de consultas del sistema sanitario, pues primero hay que asegurarse de que no haya ningún otro factor que esté provocando los síntomas. «El diagnóstico es más complejo porque cuando aparece un cuadro de este tipo hay que descartar que no haya una patología orgánica de base. No podemos dar por hecho que la enfermedad de alguien sea psíquica por que sea muy nervioso o tenga antecedentes, porque también podría ser una úlcera de estómago o una jaqueca migrañosa, por ejemplo», puntualiza.
Pero hay patrones que ayudan a dar con un buen diagnóstico. «Cuando sucede el mismo día todas las semanas, o siempre que su aparición suponga evitar la exposición a algo que es traumático... orienta hacia esos cuadros», asegura Arango. Por ello, la coordinación entre los distintos departamentos de los centros sanitarios es imprescindible, pues normalmente estos factores se observan en Atención Primaria, en Pediatría en el caso de menores de 16 años, y terminan derivándose a las unidades de salud mental. «Exigen una mayor demanda de recursos», concluye.
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La limitación del tiempo es precisamente el principal escollo con el que se encuentra este tipo de medicina. «Actualmente son aproximadamente 7 minutos los que un médico tiene para explorar a un paciente, y en ese poco tiempo es gigantesca la labor que hacen», lamenta González de Rivera, que reconoce que hasta el momento es más factible practicar la psicosomática en la sanidad privada por la falta de tiempo de los profesionales en la pública. Pero confía en que, como ya ocurre en algunos centros como el Gregorio Marañón o la Fundación Jiménez Díaz, termine instaurándose: «El objetivo es conseguir que en la asistencia sanitaria se incluya la posibilidad de estudiar estos casos».
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