Blanca, la voluntaria incansable que lucha contra la soledad a sus 90 años

La edad no es un impedimento para tener una vida activa, como en el caso de la madrileña, que va a misa todos los días, a clase de inglés y acostumbra a viajar con sus amigas

La soledad no deseada también la sufren los jóvenes

Carmen (izq), Pilar (centro) y Blanca (der) paseando por la Plaza de Olavide Ernesto Agudo

El próximo 13 de diciembre, Blanca cumplirá 90 años. Es la voluntaria más veterana de la asociación NadieSolo, donde lleva 15 años acompañando a personas que sufren de soledad no deseada, una lacra que ya afecta al 13,4% del total de la ... población española según el informe publicado el pasado mes de abril por soledadEs, de la Fundación ONCE.

En esta década y media, Blanca ha acompañado a muchas personas mayores que ya no están, pero ni el dolor por la pérdida ni el paso del tiempo hacen mella en la palentina. Así lo señala Carmen, de 78 años y también voluntaria, que participa en la ONG junto a Blanca desde que se jubiló, creando un vínculo de confianza y cariño con casi un década de historias compartidas. «Para mí son como familia», señala Carmen con una sonrisa.

Blanca comenzó a acompañar a personas mayores con una amiga. Desde entonces, les anima a salir de casa para pasear y tomar algo, aunque también se presta a jugar a las cartas y juegos de mesa. «Todo lo que sea necesario para ayudar a otra persona», en palabras de la voluntaria. Una muestra de la humildad que destila la palentina y que sus compañeras corroboran, ya que al ser preguntada por si le parece destacable que haya voluntarias nonagenarias como ella, responde con que «no le parece nada de otro mundo».

Cumplir noventa años no supone un problema para ella, ya que cuenta con una vida muy activa llena de actividades. El interés por el arte que compartía con su marido, pintor profesional, lo mantiene tocando el piano, aunque reconoce que necesita repararlo. Además, asiste cada día a misa, que «es lo que le llena», y compagina su actividad en la ONG con clases de inglés cada semana, «para recuperar el nivel, que desde que lo estudié hace 30 años…», indica la voluntaria.

Pero hay más. Su compañera Carmen también destaca su interés por viajar y a hacer excursiones, una pasión que ambas comparten y que les ha llevado a visitar lugares como Segovia o la Zarzuela. «Ella siempre se apunta a todo. Otras ponen excusas muy variadas, pero ella nunca», apostilla Carmen.

Acompañando a Pilar

Desde hace dos semanas, ambas voluntarias acompañan a Pilar, madrileña que lleva 77 años viviendo en el mismo piso junto a la Plaza de Olavide, en la casa de sus padres. Trabajó toda su vida laboral como telefonista en el, por aquel entonces, Ministerio de Administraciones Públicas. «Me quedó poca pensión, pero no le debo nada a nadie»; señala Pilar. A los 28 años, su miopía progresiva derivó en un desprendimiento de la retina que la dejó sin visión, obligándola a adaptarse después de que su novio de entonces «se le escapase» ante la noticia. La soledad se hizo presente, más aún cuando sus padres y hermanos fallecieron. La última fue su hermana, que murió tras infectarse de Covid-19. Pilar se quedó sola en el piso, sin apenas salir, hasta que los servicios de teleasistencia del Ayuntamiento de Madrid detectaron su caso y contactaron con NadieSolo para contar con su colaboración.

Reconoce que «lo pasó mal», aunque ahora cuenta con un grupo de amigas, por las que siente devoción, y sale a pasear todos los jueves con ellas por la Plaza de Olavide, lo que le hace sentirse «muy privilegiada». «La soledad es muy triste. Saber que al día siguiente va a ser lo mismo, una semana, dos, un mes… es lo más doloroso», añade Pilar. Además, es una ávida lectora del braile, y cuenta con varios tomos en su casa para seguir disfrutando de la lectura a pesar de la pérdida de visión, sin que falte la radio o la televisión para los momentos en los que no tiene compañía. A pesar de su experiencia como telefonista, la artrosis le impide teclear a la velocidad que acostumbra, pero cuenta con un teléfono «moderno» adaptado por la ONCE para poder comunicarse desde casa.

La labor de las voluntarias con Pilar no se limita a hacerle compañía, como ella misma destaca. «A mí me daba miedo ir al dentista, porque está un poco lejos, pero cuando Carmen se enteró me insistió y al final me acabó acompañando hasta la clínica», recuerda Pilar. Son detalles, a priori sencillos, pero que marcan la diferencia en personas como Pilar, cuya calidad de vida ha aumentado drásticamente desde que puede contar con sus nuevas amigas.

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