Care Santos: «Una vez me preguntaron cómo mi padre podía ser médico si era andaluz»
La escritora catalana presenta este jueves en la Feria del Libro de Sevilla la novela en la que narra la historia de sus padres, 'El amor que pasa' (Destino)
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Iniciar sesiónCare Santos presenta este jueves (17.45 horas) en la Feria del Libro de Sevilla su última novela, 'El amor que pasa' (Destino) en un acto en el que estará acompañada por el escritor Salvador Gutiérrez Solis. La escritora y crítica catalana es mitad sevillana ... por parte paterna, por eso simultanea las lenguas castellana y catalana en sus obras, sin predilecciones. Ganadora o finalista de numerosos premios, entre ellos el Nadal en 2017 por 'Media vida', la autora se ha enfrentado a su novela más difícil. La rima X de Gustavo Adolfo Bécquer da título al libro que condensa la historia de amor de sus progenitores, Antonio y Claudina, él andaluz, ella de Barcelona. Pero también supone el retrato de una época, de un país en plena transformación.
-Nació para escribir esta historia, pero tuvo que esperar al fallecimiento de su madre. ¿Qué impacto le produjo la lectura de la correspondencia? Su madre le dijo que se había vuelto a enamorar al leer las cartas de su padre y usted pudo aguantar...
-Yo intenté novelar esta historia sin haber tenido acceso a las cartas, porque mi madre nunca me las dio mientras ella vivió. Los tres hermanos sabíamos que era una buena historia. Mis padres la contaban y presumían del arranque de la historia, que es muy rocambolesco. Y yo intenté novelarla cambiando los nombres, ficcionando, y no funcionó porque era demasiado increíble. Me alegro de no haberla continuado, escribí media más o menos. Esta historia necesitaba la distancia que he tomado, necesitaba las cartas, sin las cartas no hubiera sido la misma historia y luego necesitaba la libertad de no tener a nadie que me dijera esto no fue así. No se puede ser al mismo tiempo personaje de una novela y la madre de la novelista.
-¿Fue el de sus padres un amor difícil?
-Tenía todos los ingredientes para serlo. Mi padre era una fuerza de la naturaleza, creo que mi padre hacía fácil lo más complicado, porque claro, lo lógico de esta historia era que mi madre viniera a vivir a Sevilla, pero cuando mi abuela se plantó y dijo que no, que su hija no se iba, también era lo lógico que mi padre dijera, «bueno, pues me sabe fatal, pero es que yo tengo mi vida aquí» Sin embargo, mi padre lo dejó todo. Eso siempre me intrigó, por qué mi padre lo dejó todo y se marchó para empezar de cero. Creo que esta historia con otro protagonista hubiera acabado mucho antes.
-Cuanto menos fue rocambolesca. ¿Se estilaba eso de poner anuncios? Era el Tinder de la época. Hoy el amor lento y las promesas eternas no se estilan...
-Esta historia fue una suma de muchas casualidades. Hace que te plantees cómo el azar acaba siendo protagonista de la vida de la gente. Él no puso ese anuncio, era una venganza, porque mi padre había salido a la vez con dos hermanas mellizas y cuando se dieron cuenta del engaño quisieron vengarse. Y mi madre tenía 15 años y una monomanía que era casarse con un sevillano. Entonces, ella y una amiga tan loca como ella decidieron apostar que escribirían al primer sevillano que encontraran en la revista y apostarían a quién se le declaraba primero. Y esa fue la extraña jugada doble que les llevó a conocerse. Mi madre escribió una carta muy insípida que casi no pasa la criba porque mi padre hizo una selección, la amiga directamente no pasó. A mí madre la puso en el montón de las posibles porque precisamente ese laconismo de ella le llamó la atención. Eso y que escribía cartas perfumadas. Luego ya a partir de la segunda carta ella ya despliega más encantos.
-Ha repartido el protagonismo entre el padre y la madre en esta novela, pero son dos personajes muy diferentes. Cuando iba a escribir el libro, le preguntaron: «¿Va a haber conflicto en la novela?» Y dijo: «Si está mi madre, seguro que hay conflicto». ¿Qué es lo que definiría a esta Claudina?
-Mi madre fue una mujer de mucho carácter, con quien era difícil convivir. Casi te diría que es mucho mejor escribir de ella que ser su hija. Y esa es una de las razones también por las cuales no podía escribir esta novela en vida de mi madre, porque es muy probable que ella, bueno, muy probable no, seguro que ella no hubiera estado de acuerdo con el tipo de disección que tiene que hacer un novelista de los personajes que tiene entre manos. Para mí comprender a mi madre ha sido un ejercicio que he tenido que hacer en esta novela.
«Mi madre fue una mujer de mucho carácter, con quien era difícil convivir. Es mucho mejor escribir de ella que ser su hija»
-¿A qué se refiere?
-Ella era una mujer complicada, de convivencia difícil. Eso que ahora la gente joven llama una persona tóxica, pues algo así, una persona con quien era difícil todo en realidad.
-Era muy difícil ser mujer en la España de esa época.
-Estoy de acuerdo que no era fácil ser mujer en esa época, pero tampoco hombre, porque en esa época había unas ideas muy estereotipadas de lo que tenía que ser cada uno y pobre de ti que te salieras de los márgenes, que en realidad no había espacio para ser otra cosa más que la que tocaba y eso creo que les afectaba tanto a unos como a otras y creo que mis padres jugaron bien ese rol, o sea, se creyeron ese rol los dos porque a veces a mí me sorprendía cosas que le decía a mi padre que hoy pueden parecer, bueno, y entonces también, solo que no se utilizaba esa palabra, muy machistas. Mi padre asumía, por ejemplo, que su papel en la relación era guiar, enseñar, proteger, velar. Claro que hoy un hombre nos dice esto y le mandaríamos a la mierda, ¿no? Pero es que mi madre esperaba eso de él también. Era una educación sentimental muy diferente a la de hoy.
-¿Entonces?
-Yo creo que no dependía tanto de esto como de cosas mucho más universales. Creo que una persona sea complicada en sus relaciones o tenga dificultad para dar amor o incluso para dejar que la quieran,siempre depende de lo mismo. Es un tema del que la psicología se viene ocupando hace ya muchos años, que es de el tipo de querer, de amores y el tipo de relación que has establecido en tu niñez. O sea, en realidad, la única persona que puede arreglar esto es tu madre. Y creo que mi madre es una víctima de eso. Mi madre es una víctima de su propia madre. Quizá por eso quería un sevillano, a lo mejor por darle por saco como se dice.
-Es una lectura, porque su abuela prefería a un francés antes que a un andaluz de yerno.
-Sí, es una lectura. Era lo que más podía fastidiar a su madre, incluso sin proponérselo de forma consciente, igual sí. Porque mi abuela odiaba a los andaluces.
-¿Por qué?
-Eran los años de la gran emigración andaluza y en ese momento los tópicos estaban muy vivos, de hecho en las cartas se nota mucho. Hay cartas en que mi madre le pregunta si bebe y a qué se dedica. La distancia entre Sevilla y Barcelona no sólo era kilométrica, había muchas costumbres distintas, socialmente, culturalmente, gastronómicamente, un montón de cosas que ahora dan risa porque hemos superado todo eso felizmente, pero en aquel momento seguía muy vivo. Me gusta mucho una palabra que está muy denostada en mi tierra, pero que yo la reivindico que es charnega. Y soy una charnega muy orgullosa. Yo siempre me he sentido andaluza y catalana a la vez, siempre he sentido que Sevilla era mi tierra y Barcelona también. Y eso a mí me ha enriquecido. Yo escribo en ambas lenguas. Durante años estuve mareándome mucho a mí misma pensando que tenía que escoger una de las dos, porque eso me habían dicho. Yo escribo en ambas porque en mi casa se leía, leían los dos. Yo he tenido acceso a las dos tradiciones literarias y por supuesto que las dos lenguas son las mías en igualdad de condiciones y no pienso renunciar a ninguna.
-Dice que afortunadamente ya se han superado esos prejuicios, pero quizá eso lo nota usted porque ha tenido 'suerte'. ¿De verdad cree que no hay prejuicios entre catalanes y andaluces?
-Sí, sigo notando prejuicios y he tenido que contestar a veces cosas. Una vez estaba yo hablando de mi padre y dije que era médico. Y alguien, con una visión un poco peculiar de las cosas, me preguntó: «¿Pero tu padre era médico, no habías dicho que era andaluz? Yo creo que los prejuicios existirán siempre y en tanto exista la ignorancia. Claro, los prejuicios siempre son lo mismo. Son el resultado de una falta de conocimiento. Cualquiera que estudie, que se preocupe por formarse, vence esos prejuicios. Yo igual tengo otros, pero en este terreno desde luego no voy a tenerlos.
«Una novela tiene que servir para recuperar memoria. Aunque he venido mucho a Sevilla, me daba reparo que se notara que no es mi terreno»
-La novela también es un regalo para los nostálgicos de la Sevilla de su padre. De hecho, el título de un poema de Bécquer, y en la novela narra cómo su padre pasaba por el monumento al poeta.
-¡Qué bien! Me encanta que lo diga, es muy bonito. Me mareaba mucho el título, siempre es una gran decisión. Fue en uno de los viajes que hice para documentarme y consultar archivos que quise hacer la ruta exacta que hacía mi padre desde el Tiro de Línea al colegio. Vivía en Eritaña, su radio de acción era pequeño. Hay un momento en que le manda esa postal de la que yo hablo, esa postal forma parte de la correspondencia y me quedé un ratito por allí, no sabía que estaba dedicada a la rima 10, o sea, que el título apareció allí. Y me encantó porque, bueno, tenía sentido en la novela. Y luego lo que me comentaba de los nostálgicos de Sevilla... Yo he venido a Sevilla muchísimo a lo largo de mi vida, veníamos todos los años varias veces y después he continuado viniendo porque tengo mucha familia y muchos amigos, pero nunca he vivido y me daba reparo que se notara que no es mi terreno. La novela es muy sevillana, también es muy barcelonesa, porque también se habla mucho de la otra parte, pero en la otra parte yo sí vivo y conozco y aquí me daba miedo meter la pata. Bueno, me documenté, me dejé asesorar, pregunté mucho, pero me encanta lo que dice, porque una novela tiene que servir para eso también, para recuperar una memoria perdida. Y claro, hay que ser responsable, porque no es mi memoria la que yo estoy recuperando, que ni siquiera he vivido en la ciudad.
-A lo mejor no tantas personas se van a sentir identificadas con la historia de amor, sin embargo, sí con todo lo que la rodea.
-Qué bien, claro, hay muchas personas que se pueden sentir identificadas con la Feria en el Prado, por ejemplo. Las cartas eran muy emocionantes. Bueno, mi padre más o menos la mitad de cada carta la dedicaba a decirle que la quiere de todas las maneras imaginables. Y la otra mitad, claro, es una crónica de su momento y de su ciudad. Era muy bonito poder transmitir eso. O sea, poder hablar de esa Sevilla, la Sevilla de los cafés, el Tropical, el España. En el Tropical escribe muy a menudo y en la biblioteca del Ateneo. Y a mí me emocionaba porque era de él, pero también es que una novela tiene que saber transmitir eso, la época de la que estás hablando.
-Y él, ¿le habló de todo eso?
-Especialmente el último viaje que hicimos con mi padre, que fue para enterrar a mi abuela, qué cosas, 6 meses antes de morir él. Vinimos toda la familia, fue la vez que éramos más gente, la única que venía sin pareja era yo, pero ya mis hermanos venían con sus mujeres. En la Plaza de América nos dijo: «Me fui solo, pero mirad con cuánta gente he vuelto». Y nos hizo un recorrido por Sevilla, de los sitios donde comía, el cine al que iba y llevaba a sus novias, el colegio, el trabajo... Así que pudimos ver esa geografía de su Sevilla de su mano.
-La novela también es una reivindicación de su figura, un auténtico hombre del Renacimiento, con amigos como Grosso y Manuel Ferrand y que podría haber tenido una gran carrera literaria si no se hubiese ido.
-Claro, hay un momento crítico, yo creo, para el escritor incipiente, que son entre los 30 y los 35. Esa edad en que ya estás empezando a tener una voz, has estado buscando editor, igual te empiezan a conocer, ganas el primer concurso... Solo hay que ver las trayectorias de todos sus compañeros que en esos años dieron los primeros pasos, alguno ya ganó algún premio importante, empezaron a publicar en sitios importantes o publicaron algunas de sus obras más importantes. En esos años mi padre estaba estudiando. Mi padre retomó sus estudios allí y se puso a estudiar y no dejó de escribir nunca, pero claro, tuvo que renunciar a la carrera literaria. Además que estaba descontextualizado. O sea, aquí él había publicado en todas las revistas habidas y por haber esas revistas de Semana Santa. Además esas revistas tenían unas páginas de poesía muy bonitas, ellos publicaban allí, y en la revista Cátedra, que era una revista universitaria. Claro, él perdió todo ese contexto, ya no tenía tiempo de encontrar ese momento y renunció, pero yo siempre pienso que mi padre si se hubiera quedado en Sevilla, hubiera seguido ese camino que ya había empezado, que era el que siguieron todos los suyos.
-Lo dejó por amor.
-Sí, lo dejó por amor. Cambió una vida por otra, porque en realidad seguramente aquí no habría terminado la carrera.
-¿Considera que con esta novela también salda esa cuenta pendiente de su padre?
-Sí, esta es una novela muy diferente para mí, tenía muchas ganas de escribirla y me conmovía mucho esa idea de recuperar su figura. Hay una carta en que él dice: «Ojalá el mundo supiera que yo escribía versos». Pues bueno, él no pudo porque tuvo que dedicarse a otras cosas, pero de alguna manera la literatura sirve para saldar estas cuentas.
-Irremediablemente, heredó esa pulsión literaria.
-No sé si algo hereditario habrá, aunque sí transmitida por él. Lo ambiental creo que es fundamental en lo que decides en la vida, aunque al final elijas. Y lo ambiental en mi casa era mi padre leyéndole capítulos de la novela que estaba escribiendo a mi madre. Eran lectores los dos, mi padre siempre escribió, siempre le vimos escribir, era importante porque se le daba valor a lo que escribía, nos sabíamos poemas suyos. ¿De dónde lo voy a sacar yo? Pero, claro, cada hijo es distinto, mis dos hermanos no escribieron nunca una línea y yo sí, pero a mí me gusta pensar que la vocación literaria que mi padre no cumplió la he cumplido yo.
-La novela transcurre en dos décadas, pero también al hacer el retrato familiar cuenta los nacimientos de sus padres y nos lleva a un periodo de la historia muy determinante de España. En el caso de su madre, en la Guerra Civil. De esos años de su primera infancia, dice en la novela, «lo importante era el negocio en esta casa».
-Claro, daba igual el bando en el que estuviéramos o el color del que hubiera ganado, sino lo importante era lo que daba de comer. Siempre me ha llamado mucho la atención que se pueda vivir en una época tan turbulenta sin mojarse políticamente o mojándose lo mínimo, porque es una época que tampoco permitía las ambigüedades, la verdad. Pero yo creo que ese carácter de mi familia materna era como el típico carácter catalán enfocado en la practicidad, en lo que toca, en que nos vayan bien las cosas, en que la casa no se hunda. Esa cosa de la política no nos importa, aquí lo que importa es que no se hunda la casa. Y ya no me extraña porque es que la he vivido toda la vida. Lo que siempre me ha maravillado es que fueran capaces de cenar para casar a los hijos mi abuelo paterno y mi abuelo materno, que no tenían nada que ver. Y ahí creo que el mérito es del paterno, porque el materno creo que le importaba todo tres higas, esa es la verdad. O sea, era un hombre curioso, mi abuelo materno, el padre de mi madre, era un hombre muy divertido en el sentido de que no se mojaba con nada, pero le gustaba verlo todo, que si tocaba un mitin de Falange iba, si cuando proclamaron la República también fue, o sea, le gustaba verlo todo, pero no se le conocían tendencias políticas ni habló nunca de ellas. Más bien las esquivó. En cambio, claro, el paterno no puedo esquivar nada. El paterno estaba aquí con Franco y se tuvo que alzar le gustara o no. Tenía tres niños chicos en aquel momento, no era cualquier decisión. Y la gente que no lo hizo lo pagó muy caro. Entonces, que se sentaran a una mesa y se hartaran de reír, porque ese es el recuerdo que todo el mundo tenía de esa cena me maravilla.
-Tanto que se habla, es un ejemplo perfecto de conciliación.
-Pues sí. Sí, la verdad es que sí. Dice mucho de ellos, creo. De ellos más que de nadie, porque bueno, las mujeres eran acólitos, ¿no? Pero ellos no, ellos habían vivido y sufrido una guerra, los dos.
-¿Cree que sus padres estarían satisfechos de la novela?
-Mi madre, no. Bueno, yo creo que con algunas cosas estaría muy satisfecha, que estuviéramos hablando de ella le encantaría y protestaría muchas cosas. Yo creo que mi padre estaría muy contento.
-Sí, es un bonito homenaje.
-Espero, espero. Yo estoy muy contenta con esta novela, sí. Tenía muchas ganas de escribirla, me ha costado mucho encontrarle el tono y la voz. Ni mucho, ni poco, que no fuera empalagosa.
-¿Lo ha contado todo?
-No, es que aquí tenía que intervenir la novelista. Una historia es tanto lo que se cuenta como lo que no se cuenta y aquí había que dejar mucho fuera. Pero todo es 100% real. La única ficción necesaria es para construir de lo que no tengo información. Es que eso es así en realidad, parece que de las historias familiares sabemos mucho, pero es mentira.
-Por cierto, la novela tiene escenas que son muy cinematográficas. ¿Le gustaría que se hiciera una película?
-Claro, sería muy emocionante. Pero sería cara porque hay que ambientar muchas cosas. Una película o una serie sería estupendísimo. La única vez que me ha pasado hasta ahora ha sido con 'Habitaciones cerradas' me tocó la lotería, fue maravilloso.
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