Historia
#ArchivoABCsev: La leyenda de 'El Negro' casamentero de Triana, el primer gourmet del Nuevo Mundo
Llegó de América con el sobrenombre de «El Negro» y fue el mismísimo Cristóbal Colón quien lo mandó para España
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónLa leyenda de ‘El Negro' de Triana es conocida por la mayoría de los sevillanos, pero no está de más recordarla para aquellos que no la sepan. Por otro lado, para los amantes de la historia y las leyendas de nuestra tierra es un placer ... reencontrarnos con estos guiños, leyendo e investigando siempre se encuentra algún dato más, y ese es el objetivo de este serial histórico de los viernes en ABC de Sevilla . Para esta ocasión, rescatamos una faz de nuestro protagonista quizás desconocida: fue el primer cocinero ‘gourmet’ del Nuevo Mundo.
Noticias relacionadas
El libro culinario ‘La Cocina sevillana’, de Juan Antonio Molina (Editorial Castillejo), nos ha traído a la memoria la leyenda histórica trianera que, en parte, pervive en nuestros días. Pues en la Iglesia de Santa Ana, en el corazón del arrabal trianero, podemos ir a visitar la tumba de nuestro personaje: Íñigo López, conocido como «El Negro de Triana».
¿Quién era Íñigo López?
Los azulejos que cubren el sepulcro, cuyo autor fue Francisco Niculoso Pisano, uno de los más grandes ceramistas de la historia y que introdujo el oficio de la alfarería en el arrabal, versan: «Esta figura y sepultura es de Íñigo Lopes, esclavo en el año del Señor 1503» . Sin embargo, según Juan Antonio Molina, el que aparece como esclavo fue en realidad un príncipe, ya que su padre era el rey de Boriquen, en Puerto Rico .
Cuando el 16 de noviembre de 1493 las carabelas españolas llegaron a Puerto Rico comandadas por Cristobal Colón, se encontraron con los indígenas que habitaban la isla. El conquistador le pidió al jefe de la tribu autóctona el ofrecimiento de algún indio joven que sirviera de prueba de su estancia en las Américas a los Reyes Católicos . «Como prueba, el monarca local le entregó a su propio hijo, un adolescente de buen porte, ojos brillantes y piel muy oscura», asegura Molina.
El joven borinquero embarcó hacía Sevilla, bajo la custodia de un franciscano, en enero de 1484, y al llegar se alojó en el desaparecido convento de San Francisco , que se ubicaba en el lugar de la actual Plaza Nueva. Los frailes le bautizaron con el nombre de Íñigo López por expreso deseo de su padrino, y a la vez benefactor de la orden franciscana, un noble cuya identidad silencian las crónicas por el duro desenlace de esta historia que hoy recordamos.
El gourmet del Nuevo Mundo
El chico vivió durante ocho años en el monasterio, tiempo que empleó en formarse. Allí aprendió las lenguas clásicas y adquirió conocimientos científicos. Según asegura el capítulo de 'La Cocina sevillana’, Íñigo López también se interesó mucho por el mundo culinario . «Muy curioso de las cazuelas y marmitones y le causaban un especial arregosto las ensaladas que por el estilo preparaban los frailes: de remolacha roja con rábano picante, de hinojo y calabacines, de pepinos con aceitunas, de zanahorias y colinabo… Y perdices, capones, urogallos y pavos, recién llegados (como él) del Nuevo Mundo».
Por vocación y placer ayudaba al hermano cocinero y «nadie como él preparaba el relleno para capón ni el rodaballo con cebolla, romero, eneldo, perejil y pimienta blanca». Descubrió el arte de la alquimia del adobo tan famoso en Sevilla , característico de algunos bares y aroma de ciertas calles del centro de la ciudad: marinar trozos de pescado en agua, vinagre, sal, ajo, pimentón, comino y orégano.
Su padrino visitaba semanalmente el convento, el hombre, «que era de sazón sodomítica, se sentía cada vez más atraído por el joven y las visitas al convento fueron haciéndose cada vez más frecuentes» . Tal fue el cariño que le tomó al adolescente, que pidió al prior hacerse cargo de la manutención y educación del chico. No le fue sencillo hacerse con la suya, ya que contó con resistencia e impedimentos, pero al final accedió a firmar la cesión de venta de esclavos.
No era un esclavo más, sino que gozaba de todos los parabienes que deseara, consentido por su cuidador. Pero al noble cada vez le era más complicado ocultar la pasión que sentía por el chico, aunque Íñigo, absorto en las cocinas del palacio del aristócrata, no se percataba de sus continuas insinuaciones. Una tarde, el noble siguió al joven hasta sus aposentos y le pidió que pasaran la noche juntos. Ante la negativa del borinquero, el marqués pasó de la súplica a la exigencia , intentó apartar a su presunto protector que, enojado por el rechazo del joven, se abalanzó sobre él golpeándole hasta la muerte.
La leyenda trianera
Desde que en 1845 apareciese en unas reformas el sepulcro, cuenta la leyenda que si te quieres casar, debes ir a la Iglesia de Santa Ana y darle siete patadas a compás a la tumba de «El Negro» . Y es que allí, junto al retablo de Ánimas, se encuentra la lápida de nuestro protagonista. Íñigo López, que fue enterrado en este lugar en 1503, tan sólo 19 años después de que el joven desembarcase en Sevilla como prueba de los viajes de Colón.
Su tumba no es una cualquiera , el cuerpo yace bajo una lápida de cerámica renacentista valiosísima, cuyo autor es Francisco Niculoso Pisano. Se decía que aquellas solteras que le dieran siete patadas al compás a la sepultura encontraban a un marido. Quién sabe si como recuerdo a ese amor no correspondido hacia el marqués, que le provocó la muerte… Tal vez como consecuencia de siete patadas recibidas.
Amparo Rodríguez Babío, archivera de Santa Ana , detalló a ABC de Sevilla esta historia que se cuenta también en el libro «Sevilla monumental y artística» de José Gestoso , que parte de un suceso que ocurrió a mediados del siglo XIX , cuando a un feligrés, conocido en el barrio como Castro, mientras se encontraba orando ante la capilla de las Ánimas, se le apareció un anciano fantasma que le indicaba que allí, detrás de un retablo, estaba la tumba de un esclavo que había sido asesinado por un marqués.
Creyendo que eran cosas suyas, volvió a Santa Ana y de nuevo se le apareció el anciano para indicarle que, allí mismo, estaba enterrado el malogrado esclavo. Corriendo, se fue a decírselo al párroco, quien no le creyó y, a partir de ese momento, le tomaron por loco en el barrio. Y así pasó algún tiempo y, en una de las remodelaciones que se hicieron en el interior de la catedral trianera, fue retirado el retablo detrás del cual aseguraba el viejo que se encontraba la tumba del esclavo asesinado. Y allí que apareció y, tanta fue la impresión que se llevaron los clérigos, que se reunieron urgentemente para averiguar quién era ese tal Íñigo López: el indio que se trajo Colón del Nuevo Mundo, enterrado como un noble en la parroquia de Santa Ana.
Según Amparo Rodríguez Babío, « la gente se emocionaba, se dedicaba a darle patadas, y tuvieron que poner una verja alrededor para evitarlo , ya que se estaban deteriorando mucho la tumba, que es de gran calidad».
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete