Iglesia hispalense
Effetá, sin miedo a la libertad
Casi un millar de jóvenes han pasado por los 15 retiros de Sevilla, que nacieron como una adaptación juvenil de Emaús
Ponen el acento en vivir la fe en comunidad y en la vida sacramental
Sevilla
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Iniciar sesiónPara el último retiro, el de la semana pasada, llegaron a sumar 150 inscripciones a la hora de abrir el plazo. Un número entre 300 y 400 jóvenes entre 18 y 30 años se quedó sin plaza a la espera de una nueva convocatoria de ... este retiro católico de impacto (una revisión general de vida, en puridad) del que todos hablan. Sin poder contar nada.
Porque una de las reglas autoimpuestas es que no se puede destripar -ellos dirían hacer 'spoiler'- qué sucede desde la tarde del viernes hasta la del domingo entre las cuatro paredes de la casa de ejercicios de Betania, en San Juan de Aznalfarache, para que un centenar de chavales tenga un encuentro con el Señor.
«No tengo miedo a la libertad», como vocean exultantes un himno oficioso vestidos con camisetas blancas y haciendo ondear banderas cuando salen eufóricos del retiro. Metiendo ruido y haciendo lío en las parroquias, como tantas veces les ha reclamado el Papa Francisco a los jóvenes.
La cosa funciona, a tenor de los números: 900 personas han pasado por la quincena de retiros organizados en Sevilla en los cuatro últimos años. El primero, en noviembre de 2019 aunque luego sobrevino la pandemia y ralentizó el crecimiento. Pero, más allá de los números, sus responsables destacan el éxito que supone encaminar a los que perseveran a vivir la fe en comunidad y a desperezarse en la vida sacramental, que son los dos grandes pilares que sustentan la experiencia.
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«El misterio es atrayente, no saber qué pasa ni qué les pasa, pero la gente sabe que está perdida, los jóvenes tienen sed». Quien sentencia es Pablo Vela (27 años), pionero en pasar por la experiencia en primavera de 2018 en Córdoba e impulsor en Sevilla desde 2019. «Los mismos jóvenes demandan la fe en comunidad, luego te cuentan que se quedan impresionados de ver cómo tanta gente estaba tan perdida como ellos mismos», apostilla Jaime Ferraro (25 años) que comparte con Antonio Jiménez (23) la coordinación en San Juan Pablo II.
Se trata de un retiro en el que a través de testimonios en carne y hueso se hace «presente a Dios en la realidad del mundo», afirma Vela. Es decir, en su propia jerga juvenil, 'en plan' que nadie 'te raye'. Auxiliados por un número similar de servidores que atienden todos los aspectos de la organización y que también impresiona a los que siguen el encuentro.
Los retiros Effetá nacieron en Colombia como una adaptación para adultos jóvenes de los retiros de Emaús iniciados en Miami (Florida). A España llegaron hace cinco años, siempre en torno a una parroquia que los acoge y los promueve. Ahora habrá más de medio centenar en toda España. En Sevilla, se reúnen en la de San Juan Pablo II de Olivar de Quintos (Dos Hermanas), la del Espíritu Santo de Mairena del Aljarafe y la de San Vicente en el centro de Sevilla.
No se trata de ningún movimiento porque carece de estructura más allá de la fuerza operativa que se organiza para cada retiro, generalmente un par de ellos al año por cada parroquia donde se forman grupos. La única actividad que los une es un rato de oración (en torno a hora y media) a la semana con adoración del Santísimo, que vive una revitalización inaudita entre los jóvenes en todo el orbe católico, además de una pequeña charla catequética.
En el trajín semanal de los universitarios es, en muchos casos, el único momento en que pueden parar y dedicarse a contemplar el misterio. Cada uno es libre de vivir la fe donde y como quiera: hay quienes se enganchan a los círculos de la Obra o a los encuentros con Cristo de los Legionarios o simplemente buscan dirección espiritual con un sacerdote, que Vela destaca como otro de los efectos inmediatos de pasar por el retiro.
El perfil de quienes acuden a un retiro Effetá es universitario que vive en la ciudad, aunque en Madrid ya empieza a saltar la experiencia a barrios como Aluche y Vallecas con perfiles sociológicos completamente diferentes. Tienen becas por si alguien no tiene los algo más de cien euros que cuesta vivir la experiencia de un fin de semana al margen de birras y barras.
«Aquí viene gente de todas las clases sociales y de todo tipo de relación con Dios», sostiene Pablo Vela. Menudean las conversiones y el efecto arrastre en las familias: jóvenes que caminan en Effetá llevan a sus padres a Emaús o viceversa. Todo es cuestión de perderle el miedo a la libertad.
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