de la misa la media
'Aggiornamento' para el venerable Mañara
iglesia en sevilla
La eucaristía concluyó en una hora y se dio paso a la sesión de fotos con asilados y juntas de gobierno. Jubileo ganado, desafío lanzado
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Iniciar sesiónMisa Jubileo de las hermandades de la Santa Caridad
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Templo: Catedral de Sevilla
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Fecha: 23 de septiembre
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Hora: 19:00 h.
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Asistencia: lleno, en torno a 200 personas
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Preside: monseñor Saiz Meneses
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Ornato: ramos en el paso de la Virgen de los Reyes
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Música: órgano y de la propia asamblea
El jubileo de las hermandades de la Santa Caridad de Sevilla y Marchena se convirtió en una ocasión para reafirmar el anhelo de ver al venerable Miguel Mañara (sin preposición entre el nombre y el apellido y sin tomarlo como antecedente del mito de ... Don Juan), que convirtió a la hermandad en «faro de misericordia» desde 1662, en los altares. Antes de la misa con que acogidos, hermanos, voluntarios y personal sanitario lucraron las indulgencias, se repartió una estampita con la siguiente oración a Mañara: «Dios y Señor mío, por aquella caridad tan heroica que infundiste en el corazón del venerable D. Miguel Mañara, te suplico me concedas la gracia de que renazca entre los católicos el mismo espíritu de fe, de humildad y amor que animó a tu fiel siervo, para que así como él se santificó en el ejercicio de estas virtudes, así nos santifiquemos todos y yo además consiga la gracia de… [pídase lo que se quiera alcanzar] cuyo favor confiado principalmente en tu divina bondad y en los méritos infinitos de Nuestro Señor Jesucristo. Amén». Si algún fiel obtiene el favor pedido, sírvase comunicarlo a la hermandad. Dios lo quiera.
El arzobispo invitó a pedir la intercesión del que fue hermano mayor de la Caridad y escribió sus reglas para que pronto pueda calificarse el milagro que lo convertiría en beato. «Vamos a ponernos en serio a rezar por Mañara», dijo antes de ofrecer su puesto en el dicasterio de la Causa de los Santos para impulsar el proceso, por ser el autor del 'Discurso de la verdad' «una figura muy atractiva en su tiempo y ahora».
El vicepostulador estaba presente y, para que no quedara ningún cabo sin atar, se pidió por su beatificación en la oración de los fieles. También por la canonización (por duplicado) del beato Marcelo Spínola. Y ya que hemos hablado de la oración universal, merece la pena detenerse en ella. La hizo un acogido del hospital de la Caridad que subió al presbiterio con bastón, del brazo de un hermano. Pero su voz no necesitaba ayuda: qué énfasis, qué entonación cantarina, qué vigor vocal, qué acento más sevillano, qué gestualidad, qué entusiasmo derrochó. Y a cada petición, él mismo se respondía en tono perfectamente audible 'Señor, escucha y ten piedad', aunque la asamblea replicaba 'Te rogamos, óyenos' como dictaba el presidente. Fue entrañable. No sólo por la musicalidad que le imprimía a las plegarias, sino por el empuje con que hablaba ante el micro.
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Todo lo contrario de lo que pasó con los cantos. ¡Ay, los cantos litúrgicos! Vale que el de entrada no lo conozca el pueblo (difícil siendo 'Alrededor de tu mesa', pero puede pasar), pero el kyrie, el sanctus y el agnusdéi hay que cantarlos sí o sí, que para eso son oraciones obligadas de la asamblea. Y el salmo, siempre tan precioso cuando se entona, se quedó también casi sin replicar. Sólo en la 'Salve regina' se unieron unánimes las voces de los muchos hermanos perfectamente trajeados cuya indumentaria formalísima contrastaba con los babis blancos de los sanitarios y los polos celestones de los voluntarios de Caixabank.
Eran fieles de mucha misa los que se sentaban en el trascoro de la Catedral. Eso se veía en detalles de la liturgia: todos en pie para incensación tras la preparación de las ofrendas antes de que el acólito hiciera ningún gesto con la mano, la inmensa mayoría arrodillada en la consagración y la inmensa mayoría comulgando así lo acreditaban. Y sin manitas abiertas para rezar el padrenuestro… En otras hermandades -no vamos a decir cuáles- nada de eso pasa.
Monseñor Saiz, que concelebró con el vicario de la Magdalena y el capellán de la Santa Caridad, animó a los hermanos a ser fieles a su tradición sin renunciar a ser una hermandad «creativa e innovadora» para atender «las nuevas pobrezas: los que mueren de soledad en medio de la multitud, acompañar ancianos sin familia cercana, dar esperanza a los jóvenes sin futuro, integrar a los migrantes, anunciar la vida en una cultura marcada por la indiferencia y la muerte»... Invitó a «discernir el presente y abrirse al futuro» y a escuchar «dónde clama hoy la pobreza en Sevilla y responder» enumerando «barrios olvidados, cárceles, familias rotas, juventud sin horizonte» como realidades para responder con obras.
El arzobispo estaba marcando nuevos rumbos a la centenaria hermandad en la que «el texto del Evangelio de hoy se hace carne» porque «la caridad no es un adorno, sino la esencia de la vida cristiana». «Anunciar, liberar, sanar, consolar es la misión de la Iglesia y que vuestra hermandad ha hecho vida en Sevilla», dijo el prelado hispalense, que tomó la Epístola a los Romanos (el lector cambió sin querer la atribución de San Pablo a San Pedro) como hilo conductor de su homilía, de unos diez minutos enjundiosos.
También los exhortó a «alimentar la vida espiritual» individual y a mantener la unidad de la hermandad, de la que dijo que es «un tesoro y un testimonio precioso». La eucaristía concluyó en una hora y se dio paso a la sesión de fotos con asilados y juntas de gobierno. Jubileo ganado, desafío lanzado.
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