El hermano Pablo y las Santas Patronas

Las viejas pinturas del altar con las santas alfareras, originales de Juan Brito, están ahora a los pies, según se entra por una rampa larguísima, sustituidas en el presbiterio por dos esculturas del imaginero Martín Nieto. Y el Cristo y la Virgen 'posconciliares' (ya puede intuir el lector el estilo indefinido de ambas piezas) han sido reemplazados por un soberbio crucifijo y otras imágenes devocionales de talla polícroma, más del gusto popular.

Si no fuera por la inquieta nenita con gafas que correteaba descalza entre los bancos y su jovencísima madre mulata, la media de los fieles no bajaba de los 65 años, o sea, que conocieron la parroquia de antes. Ahora todo está cuidado en el templo. Hasta conservan unos dispensadores de gel hidroalcohólico con pedal reliquia de cuando el Covid que siguen utilizando los fieles para nuestra sorpresa, pero no estaría de más que los lectores (y el propio oficiante en la homilía) se cuadraran ante los micrófonos unidireccionales porque, por momentos, llega el sonido ambiente captado pero no claramente lo que pronuncian.

Al hermano Pablo (el ahora seminarista y durante tres décadas fiel secretario de monseñor Amigo, Pablo Noguera Aledo), eso no le pasa. Agarra el micro y lo sostiene bien dirigido para que se le escuche perfectamente. El último día del triduo a las santas alfareras de Triana, hay rezo del rosario, meditación del Evangelio, elogio de las mártires con reseña histórica y letanías de Santas Justa y Rufina antes de que empiece la misa, presidida por el párroco, José Antonio García Benjumea, revestido con el rojo martirial.

Tener al hermano Pablo de acólito es garantía de unción. Él solo sostiene la celebración como hicieron las santas alfareras con la Giralda cuando el terremoto de 1504. El canto de entrada, el kyrie, la antífona del salmo, el aleluya, el santo, el agnusdéi, la comunión… todo lo entona el hermano Pablo con solícita disposición, arrastrando a la asamblea. Sólo se le resiste el himno a las santas mártires trianeras con que acaba el oficio divino, pero es que ya resulta difícil seguir la melodía de la composición como para también saberse la letra de corrido…

El hermano Pablo se mueve con la soltura de haber estado en el presbiterio muchos años y todo lo tiene dispuesto para realmente cumplir con lo que se le pide, ayudar en misa: prepara las ofrendas, completa la oración de los fieles pidiendo por las comunidades de carmelitas de la archidiócesis después de recordar uno por uno sus conventos de calzados y descalzos, trae la reserva del sagrario, avisa a los fieles cuándo ponerse de pie y cuándo sentarse… Lo hace todo tan fácil y tan natural que el sacerdote sólo tiene que ocuparse de su parte, insustituible.

García Benjumea es director del departamento de Teología dogmática en la Facultad San Isidoro de Sevilla. Su homilía hilvanó el Evangelio del día con las virtudes de las santas trianeras en cuyo honor se celebra: «No hicieron grandes cosas para pasar a la historia, sino seguir a Cristo para pasar a la pequeña historia cotidiana». Se recrea en el testimonio de las alfareras como corresponde a la celebración, aunque sea la festividad de la Virgen del Carmen, que sólo menciona para felicitar a las que llevan tal nombre en la despedida final. Para algo es la víspera de las Santas Justa y Rufina en la parroquia de la que son titulares.