El concierto de Niña Polaca en la Sala X, un éxtasis que deja a Sevilla con ganas de más

El reloj confirma que pasan unos minutos de las nueve y media y la inconfundible voz de Surma llena el escenario, todavía faltan algunas personas por entrar, pero 'Travieso' ya se canta desde dentro de la sala y la electricidad empieza a contagiarse entre el público, como ese efecto dominó que anticipa la explosión que llega con «Máster en imbécil». Al grito de «¡Sevilla nunca defraudas!» de Rubén, el guitarrista, dan paso a una de sus canciones del primer disco «Pinta Malasaña».

Las gotas de sudor se desprenden de la frente de Beto y Kobbe toca la batería sin camiseta, a la vez que los últimos abrigos caen en el guardarropa: el calor se hace presente en la sala, y el público se va activando cada vez más, a medida que pasan los minutos.

No es para menos, la banda no les da tregua y juega con el paso del tiempo entre las canciones, intercalando el presente y el pasado, haciendo que la emoción por escuchar los acordes del próximo tema aumente la adrenalina de los allí presentes: «Perdí los galeones» e «Ivona (Voy a Decirle a Mi Madre Que la Quiero)» serán las siguientes, y el público se deja la voz coreando «¡Veo las caras de los que me querían, cogiendo polvo, allí en la estantería...!», que precede al primer estribillo.

A estas alturas de la noche, Niña Polaca no se ha parado a hablar mucho entre canción y canción, con excepción de algún que otro: «Os queremos mucho, ¿vale?». Pero eso ya da igual, porque hay conexiones en las que las palabras están de más y la vibra entre público y artistas va tan de la mano, que la catarsis colectiva no hace más que contagiarse.

Y es que, el concierto de Niña Polaca se convierte en algo adictivo a medida que pasan los segundos. Para rebajar la energía que se había generado con «Pdr Snchz», Claudia toma las riendas del grupo con «Invierno de mierda», y sumerge a la sala entera en una hipnosis de melaconcolía y rabia. La mezcla perfecta para dar paso a «Dolores Rayo» y desatar la pasión.

El primer pogo de la noche no se hace esperar y volviendo el tiempo atrás con «Mary The Queen», el público comienza a gritar, saltar, dar vueltas y conectar no sólo con aquellos con los que habían a acudido a esta cita, sino con todos los allí presentes.

Las sonrisas de Surma al micrófono indican que encima del escenario el éxtasis también está llegando. Con el pelo ya mojado por el sudor, la banda apuesta por «Caballo» y sus melodías de otro mundo, que pueden recordar a «Los Planetas», pero con la originalidad y la frescura de quien sabe que está empezando algo grande.

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4,80

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4,24

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2,10

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21º

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1,16

La lista no incluye las “Big Four”

Fuente: Elaboración propia

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La lista no incluye las “Big Four”

ABC SEVILLA

Fuente: Elaboración propia

Ahora sí. Entre el público se genera una especie de hermandad que hace que los que entraron allí siendo desconocidos, parezcan amigos de toda la vida: el efecto de compartir las historias que cuenta Niña Polaca.

El clímax llega con una de las canciones favortias del vocalista «Lo que yo te he querido» y «Los días malos», que se convierten en una explosión de buen rollo, pogos por doquier y sentimientos encontrados, ante unas letras que ya todos los presentes cantan con la mano en el corazón, con o sin destinatario concreto.

Las miradas han cambiado para esta parte del concierto, saben que está llegando el final, y como en esa atracción de la que no te quieres bajar sin pensar en repetir, tanto la banda como el público se hacen uno con la llegada de «La Muerte de Mufasa»,y para contrarrestar, una inyección del aura de «Nora».

La banda presenta a sus componentes uno a uno y se despiden de su público sevillano con «Mucho tiempo contigo», toda una declaración de intenciones por parte de Niña Polaca para con los allí presentes.

El éxtasis llega, y con él, el final de un concierto de película en el que crees que todo puede ser posible. Un final que te llena pero no te sacia, porque Niña Polaca siempre deja a Sevilla con ganas de más.