Crítica de 'Green border': (***): Kafka en las fronteras de Europa
La película es muy elocuente, quizá en exceso, y trata la precariedad y bondad de los que huyen de un infierno y se meten de bruces en otro
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En la frontera entre Polonia y Bielorrusia podría tener una silla Kafka para soñar desde ella cualquiera de sus pesadillas: es un paso envenenado y de ida y vuelta para la inmigración de Oriente Medio y África que busca la entrada a Europa y el ... asilo. Los bielorrusos se los mandan a los polacos y los polacos se los devuelven a los bielorrusos para que los vuelvan a empujar al otro lado de la frontera, en una zona boscosa infestada de guarniciones y militares con órdenes que no dudan en violar las convenciones de derechos humanos. Un lugar y unas circunstancias que refleja la directora polaca Agnieszka Holland para contar varias historias, todas terribles, de enorme dureza dramática y que pone el dedo en las mil llagas europeas, en el sistema y el antisistema.
La película ofrece diversos sitios a los que mirar, a una familia siria que llega en avión a Minsk, la capital bielorrusa, que se dirige a Suecia, donde los espera un pariente cercano que les ha preparado el viaje. Padres, abuelo, niños y hasta un recién nacido. También mira a un joven militar polaco destinado en esa frontera, a su situación familiar y, sobre todo, al odio y desprecio con el que los adiestran para frenar a todo el 'despojo' que pretende invadirlos. Y mira a los grupos de voluntarios que arriesgan su vida para atender a los inmigrantes abandonados y apaleados en esa decretada zona de exclusión.
La película es muy elocuente, quizá en exceso, y trata la precariedad y bondad de los que huyen de un infierno y se meten de bruces en otro, sin poder salir ni entrar, y acentúa la absoluta deshumanización policial, hasta el punto de hacer increíble lo que sin duda es real y cierto. Prescinde Agnieszka Holland de cualquier tentación de sutileza (quizá la realidad no dé para ellas) y presenta el horror con todas sus erres de tal modo que el espectador asiste a la más profunda villanía de su propia especie. Es, pues, una película incómoda y de la que no se escapa fácilmente, en especial por el dolor y los atropellos a esa familia siria con la que la historia nos implica y desgarra.
Si bien 'Green Border' es eficaz (te desploma), es también una pieza no bien engarzada en sus partes, como si el sufrimiento de esa familia pidiera algo más de control y fuerza en sus historias complementarias, o algo más de originalidad, de reflexión y matiz, incluso ideológico. Aunque sí deja caer la porosidad fronteriza que sí hubo en Polonia en el caso también tremendo de Ucrania.
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