COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL
Lo que me queda en el convento
El sillón de Pedro Sánchez no corre ningún peligro, porque con enemigos como este, no hace falta tener amigos
A Ramón Tamames no le sorprende nada de lo que está ocurriendo a su alrededor. Ni que el partido de Abascal lo designara como ponente en la moción -o lo que sea- de censura a Pedro Sánchez, ni que su discurso se haya filtrado antes ... de tiempo, ni que esto se haya convertido en el espectáculo más surrealista de la historia democrática española. «Estas cosas pasan» dice el viejo profesor; y pasan porque, con la edad, uno va perdiendo la capacidad de asombro, por eso a Ramón Tamames no sólo no le sorprende nada sino que está viviendo su momento -más a lo Rosa Benito que a lo Castelar, todo sea dicho-, su particular 'canto del cisne', cuando está cerca de cumplir los noventa años. Su círculo más íntimo insiste en que está pletórico: «con lo que le gustan los medios, y ahora todo el mundo le hace caso», como si ese fuese el único propósito de quien, un día, fue militante activo del Partido Comunista, cuando el partido comunista era ambas cosas, partido y comunista.
Ramón Tamames está encantado de ser el centro de atención de este país, con la lectura dramatizada de los treinta y un folios que todo el mundo ya conoce y que leerá mañana desde el asiento de Santiago Abascal, después de haber dado mil vueltas a la puesta en escena, que si sentado, que si de pie, que si con bastón, que si en el graderío o que si en el centro del hemiciclo. «Para lo que me queda en el convento», dirá el viejo catedrático. Y tan encantado está, que no se sabe si hace esto por la Patria -como defienden los de Vox- o para que hablemos de él, aunque sea de su tinte y de su «torpe aliño indumentario».
Lo que pase el miércoles en la votación es, tal vez, lo que menos interesa de esta historia. Entre otras cosas porque nadie se ha tomado en serio esta moción de censura, y eso es lo verdaderamente preocupante. Que se haya desperdiciado tan tontamente la oportunidad, porque todo el mundo ya da por sentado que esto es un mamarracho y que el ego de Tamames es incontrolable. Y que el sillón de Pedro Sánchez no corre ningún peligro, porque con enemigos como este no hace falta tener amigos, ni ministras respondonas. Porque lo que Tamames plantea parece más bien un discurso de agradecimiento al recibir el Goya de honor, o el auto homenaje que cree merecer y que nadie le ha hecho todavía; «me siento como volviendo a casa después de muchos años».
Dice el Eclesiastés que hay un tiempo para cada cosa. Y no le falta razón a Salomón. Hay un tiempo para gobernar y un tiempo para rendir cuentas de lo gobernado, un tiempo para pedir explicaciones y un tiempo para buscar soluciones reales a los problemas. Y hay un tiempo para retirarse y para dejar que pasen otros. Pero se ve que Ramón Tamames no ha leído mucho el Antiguo Testamento.
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