SIEMPRE AMANECE
Ussía y la buena leche
Antes teníamos a Ussía y ahora nos quedan Broncano y el Gran Wyoming, que cada día se parece más a Blas Piñar
La derecha no se lo cree
Elegía por una manta
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Iniciar sesiónAlguien me llama Chapuza como metiéndose conmigo, y lo único que me enfada es su absoluta falta de espíritu. El primero que me la hizo fue un tonto; no digamos el número un millón trescientos mil veintiuno. Una de las constataciones más desesperantes a día ... de hoy es la pérdida del sentido del humor de los pueblos y hay que decirlo ahora que el 'woke' y las hermanas superioras del Monasterio de Igualdad nos prohibieron hacer chistes. En la broma siempre hay un daño, una lesión de algo que asumimos gustosos como meternos con los gordos, los enanos, los cabezones o los tontos. El chiste es sano en cuanto supone una domesticación civilizatoria de la guerra como el toreo lo es de nuestra manera de sublimar la vida y la belleza mientras estamos expuestos al capricho de la desgracia. Hay por ahí un montón de gente a la que no se le ocurriría decir nada por no ofenderte, pero que, si pudieran te plantarían ante el pelotón mañana por la mañana.
Hablando de fusilamientos, recuerdo una anécdota que contaba Alfonso Ussía –21 columnas de silencio en su honor– sobre su abuelo Pedro Muñoz Seca en la que comentaba, como de pasada, que se podía morir de tristeza o de aburrimiento. Con la muerte de Ussía se ha muerto la mala leche elegante que a mí me parece buena y nos hemos quedado en este mundo con un montón de gente extremadamente pulcra en sus bromas, aunque diciendo en redes que «uno menos». Esto pasa mucho con la ofensa feminista en la que un partido como el PSOE defiende que sentarse con las piernas demasiado abiertas representa la ocupación del hombre del espacio público machirulo y facha, pero en Moncloa un estrechísimo colaborador de Pedro Sánchez se subía la bragueta en la cara de sus subordinadas, simulaba felaciones, y les pedía que les enseñaran el escote mientras el PSOE se fumaba las denuncias por acoso porque andaba vigilando que no dijéramos 'Charo'.
La izquierda no tiene ni puñetera gracia porque vive frunciendo el ceño y ven los programas de humor en la Telepedro con sacos terreros en un ejercicio de defensa de no sé qué democracia como si, en lugar de un 'late night' participaran en la batalla de Belchite. Todo en ellos es tan grave, tan justo y dicho tan desde el lado bueno de la historia que, en lugar de hacer reír, da unas ganas de llorar tremendas. Nuestro imperio agoniza por falta de sentido del humor, puesto que se confunde la ofensa de decir «follar» con la gracia, el arte y el 'age', que es una cosa que se tiene o que no se tiene. Del declive de un país habla que antes tuviéramos a Alfonso Ussía y ahora nos queden Broncano, que hace un programa para oligofrénicos, y el Gran Wyoming, que cada día se parece más a Blas Piñar.
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