COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL
Persuasión
La fórmula se ha agotado, se nos rompió el catalán de tanto usarlo
Un toque de persuasión nunca viene mal para las negociaciones. Para convencer, y, sobre todo, para vencer; o si lo prefiere, para triunfar, como la persuasiva Anne Elliot de la novela de Jane Austen, que tuvo que camelarse de nuevo al capitán Wentworth, después de ... haberlo rechazado en su juventud. Ya ve, todo está en los libros, que diría Murakami; hasta el novelón de Pedro Sánchez. «El desafío que tenemos las izquierdas es persuadir a la ciudadanía» ha dicho en innumerables ocasiones el presidente del Gobierno, que considera una herramienta política lo de persuadir, y lo utiliza como sinónimo de convencer, cuando —aunque lo parezca— no es lo mismo. Porque la persuasión sirve para pescar en peceras, es decir, implica una actitud pasiva, irracional y, la mayor parte de las veces, irreflexiva, que utiliza mecanismos psicológicos, mientras que la convicción apela a la razón y requiere de una actitud crítica ante los argumentos expuestos.
Por eso Pedro Sánchez ya solo persuade a los suyos, y no a todos, según parece. Las concesiones del Gobierno central a la Generalitat de Catalunya, —ese 'magnífico' pacto— han abierto un poco más la brecha interna que divide a los socialistas y han dejado al descubierto las heridas infectadas de los socios de gobierno.
El persuasor persuadido se podría llamar este capítulo del camino a la perdición que lleva nuestro presidente. Porque aquí, los que han desplegado el catálogo completo de la persuasión —en el sentido más platónico del término— han sido los independentistas catalanes, sabedores de que tienen la sartén por el mango, aunque no tengan la razón.
Los de ERC andan preocupados por la continua caída en el uso del catalán entre los más jóvenes. Apenas un veinticinco por ciento lo utiliza como lengua habitual frente al cincuenta por ciento que afirma que se comunica en castellano en su día a día. Fue tanta la inmersión lingüística en los años ochenta y noventa que ha terminado ahogando a una lengua que, difícilmente, sirve para comunicarse en un mundo tan globalizado como el actual; no es la lengua de la calle. La fórmula se ha agotado, se nos rompió el catalán de tanto usarlo. Hablar catalán hoy en día no es necesario, esa es la verdad. Y lo que la verdad esconde es que se ha asociado la lengua al independentismo, algo que rechaza gran parte de la población catalana y que parece ser el caballo de batalla de las negociaciones políticas. Raquel Sans, portavoz de ERC, lo decía alto y claro tras el acuerdo alcanzado para el pacto de investidura, «el catalán es la llave de la nación», «la Generalitat debe contar con un Departamento de Política Lingüística que blinde la vehicularía del catalán en la escuela y en los servicios sanitarios». La persuasión de Rovira iba aún más allá: «o se cumple lo pactado o dejarán caer al Gobierno de Pedro Sánchez».
Hubo un tiempo en el que el presidente del Gobierno de España leía y entendía el catalán —aquello de hablarlo en la intimidad, ¿se acuerda?— sin que tuviese un coste político tan alto. Veremos a ver hasta dónde llegan Pedro Sánchez y su persuasión.
Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras