desde la cornisa

Arde país

Una España amenazada donde los ciudadanos se dejan la vida apagando el fuego con sus manos

LA tarde se tornó en un color extraño. El verde habitual que predomina en el paisaje se oscureció por una neblina amarillenta que traía el viento acompañada de un olor dramático; aquel que sólo presagia cosas malas. El bochorno inusual hacía irreconocible el entorno y ... los vecinos salían de sus casas temerosos por si las lenguas de fuego habían alcanzado los montes más cercanos. «Mamá, ¿se te ha quemado algo en la cocina?», me gritaba desde la calle uno de mis hijos. El boca a boca, los teléfonos móviles e internet hicieron su trabajo y lograron apaciguar al personal. No, lo que estábamos presenciando era el humo procedente de los numerosos fuegos que asedian a la provincia de León, mi otra tierra materna, donde parte de mi corazón reposa y aguarda a mi regreso cada verano y fiesta de guardar. A estas horas, mientras remato esta columna, el tufo a chamusquina sigue presente en la calle.

Les explico: el fuego en la montaña es una catástrofe de difícil comparación porque no sólo arden hectáreas de incalculable valor ecológico; también se volatiliza la fuente de riqueza de la que viven las familias de agricultores, ganadores y los que decidieron apostarlo todo por el turismo rural como último recurso antes que renunciar para marchar a la ciudad. Un incendio en una aldea del Bierzo mata el presente y el futuro de sus habitantes. Los que vivimos en las urbes, lejos de estos contextos, sentimos con bastante distancia la verdadera dimensión de la tragedia que se cierne estos días en un país en llamas. Una España amenazada donde sus ciudadanos son capaces de dejarse la vida por apagar un fuego con sus propias manos mientras sus políticos vuelven a no estar a la altura. Una vez más.

En estos últimos días, las llamas han logrado colarse en un tesoro patrimonio de la humanidad como son Las Médulas leonesas. Que el responsable político del dispositivo de emergencia estuviera de fiesta en Asturias, al más puro estilo 'mazoniano', no sería más que una anécdota si este monumento natural hubiera contado con un plan de protección integral que hubiera amortiguado el efecto del fuego. Pero carecía de ello, para que tome nota la Unesco.

Como ocurre después de tanto desastre, vuelve a salir a la luz la carencia absoluta de una gestión eficaz del monte; se cuestiona la respuesta punitiva hacia los pirómanos; se llora por la falta de medios. No se escarmienta y el marrón le va ganando espacio al verde en nuestra península.

Y como colofón, tenemos al ministro tuitero, que pasará al recuerdo por la capacidad inagotable de la batería de su móvil antes que por una buena gestión al frente de la cartera de Transportes. Este metepatas de manual volvía a hacer bromas en mitad de un funeral. Ironía lo califica el susodicho, más entregado a azuzar el fuego del enfrentamiento político porque sólo en el fango él tiene sentido.

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