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desde la cornisa

Arde país

Una España amenazada donde los ciudadanos se dejan la vida apagando el fuego con sus manos

Silvia Tubio

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LA tarde se tornó en un color extraño. El verde habitual que predomina en el paisaje se oscureció por una neblina amarillenta que traía el viento acompañada de un olor dramático; aquel que sólo presagia cosas malas. El bochorno inusual hacía irreconocible el entorno y ... los vecinos salían de sus casas temerosos por si las lenguas de fuego habían alcanzado los montes más cercanos. «Mamá, ¿se te ha quemado algo en la cocina?», me gritaba desde la calle uno de mis hijos. El boca a boca, los teléfonos móviles e internet hicieron su trabajo y lograron apaciguar al personal. No, lo que estábamos presenciando era el humo procedente de los numerosos fuegos que asedian a la provincia de León, mi otra tierra materna, donde parte de mi corazón reposa y aguarda a mi regreso cada verano y fiesta de guardar. A estas horas, mientras remato esta columna, el tufo a chamusquina sigue presente en la calle.

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