TRIBUNA ABIERTA

La devoción a la Virgen del Rosario

Don Juan de Austria respondió con su celebérrima frase: «Señores, ya no es hora de deliberar, sino de combatir». Y así sucedió

ABC

Manuel M. Gómez del Castillo

El 7 de octubre de 1571, en el golfo de Patras, cerca del puerto de Lepanto, se libró una de las más cruciales batallas navales de la Historia. En ella se enfrentaron la Armada del Imperio Otomano, al mando de Alí Pachá, y la Armada ... de la Liga Santa (integrada por el Imperio Español, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la República de Génova, la Orden de Malta y el Ducado de Saboya). El mando de la Armada cristiana fue encomendado, por Felipe II, de acuerdo con el Papa Pío V, a Don Juan de Austria. Las fuerzas enfrentadas fueron bastante desiguales; aun cuando las fuentes históricas no son acordes, en términos generales la Armada turca tenía unos 100 buques más que la Armada cristiana, y unos 120.000 hombres, la mayoría de ellos combatientes, frente a unos 90.000 hombres, de los que solo 20.000 eran soldados.

Entre estos últimos, Don Juan de Austria había ordenado embarcar a 4.000 infantes y 500 arcabuceros españoles, muchos de ellos procedentes de los tercios. Con este escenario, y en la fecha y el lugar ya señalados, tuvo lugar la cruenta batalla, que duró desde las primeras luces del amanecer hasta las primeras oscuridades del anochecer. Culminó con el mutuo abordaje de las naves ‘capitanas’ (‘La Real’ de Don Juan de Austria –siempre «espada en mano»— y ‘La Sultana’ de Alí Pachá); en este enfrentamiento, Alí Pachá murió por el disparo de un arcabucero español, y, propagada la noticia, la Armada turca, dándose por vencida, se replegó (con ya solo 30 buques) y la batalla terminó.

Esta batalla tuvo un importante componente religioso para la Cristiandad. Tal fue así que, según las crónicas, poco antes de la batalla, Don Juan de Austria, enarbolando la bandera entregada por Pío V con las imágenes de Cristo crucificado y la Virgen María, se puso de rodillas y rezó a Dios pidiéndole la victoria; y lo mismo hicieron todos los de la galera real y todos los del resto de la Armada; y tras ello fue impartida la absolución por los padres jesuitas y capuchinos embarcados. Y, aunque a la vista ya de la Armada turca, y de su enorme potencia, algunos generales propusieron una deliberación sobre la oportunidad de la batalla, Don Juan de Austria respondió con su celebérrima frase: «Señores, ya no es hora de deliberar, sino de combatir». Y así sucedió.

Y, mientras en el mar Mediterráneo se libraba la gran batalla, Pío V, confiando la victoria a la intervención divina de la Virgen María, convocó al rezo continuado del santo rosario en la basílica de Santa María La Mayor; y, tanto en Roma como en otros cientos de lugares de la Cristiandad, miles y miles de creyentes procedieron a ello durante todo el día. Y, al día siguiente, sabida la noticia de la victoria, Pío V la dio a conocer urbi et orbi.

La victoria en la batalla fue atribuida a la intervención de la Virgen. Por ello, Pío V consagró el 7 de octubre como festividad de la Virgen de las Victorias; en 1573, Gregorio XIII cambió el nombre de la solemnidad por el de la Virgen del Rosario, al entender que fue el rezo continuado del santo rosario por miles y miles de fieles lo que permitió la victoria.

Pío V falleció en 1572, beatificado en 1672 y canonizado en 1712; sus restos reposan en la basílica papal de Santa María La Mayor (Roma). Don Juan de Austria falleció en 1578; sus restos reposan en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. La batalla de Lepanto cumplirá su 451 aniversario el 7 de octubre de 2022; en ella, España puso sus hombres y su dinero, y recibió, como contraprestación, las banderas, los guiones, los estandartes y los muy diversos objetos cogidos a los navíos otomanos; algunos de ellos tan curiosos como un «gran farol» que se conserva en el Monasterio de la Virgen de Guadalupe (España); es –creemos— un símbolo bastante significativo de que tanto el Cid como el Quijote siguen cabalgando entre nosotros. A Dios gracias.

Lo importante, al margen de los hechos históricos, es que la devoción a la Virgen del Rosario, y al santo rosario, sigue intacta, como lo ha demostrado recientemente, con ocasión de la festividad del Corpus Christi en Sevilla, la brillantísima exposición de ‘Nuestra Señora del Rosario Coronada, Reina y Patrona, Honor y Gloria de Carrión de los Céspedes’, dada a conocer, en el Círculo Mercantil e Industrial de Sevilla, por la Hermandad de Nuestra Señora del Rosario de dicha localidad.

Impresionante.

(*) Manuel M. Gómez del Castillo y Gómez ES catedrático de Derecho Procesal y abogado

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