puntadas sin hilo

(In)Justicia deportiva

Dicen que Sánchez desea sustituir a Úrsula von der Leyen, pero en realidad le gustaría ser Medina Cantalejo

En esta bonita España que nos está quedando se puede acusar de prevaricación al juez que investiga a la mujer del presidente del Gobierno, pero un futbolista no puede cuestionar un penalti. La apertura de un expediente al defensa del Betis Diego Llorente por manifestar ... su disconformidad con la pena máxima que decidió el derbi del pasado domingo es el último disparate de una justicia deportiva que se parece a la justicia lo que los cánticos de los hooligans a la música, parafraseando el célebre aforismo militar de Groucho Marx. Vaya por delante que estas líneas no son la pataleta de un bético por perder ante el Sevilla –justo vencedor del derbi– ni la discrepancia ante un penalti probablemente inexistente. Lo escandaloso de la judicatura futbolística no es lo que pitan los colegiados –que también, pero eso es harina de otro costal–, sino la reiterada arbitrariedad en la aplicación de la normativa deportiva en materia disciplinaria. El Comité Técnico de Árbitros ha abierto expediente a Llorente, con una previsible sanción de cuatro partidos, por decir que el colegiado del encuentro faltó el respeto y «mintió a la cara» a los jugadores que pedían explicaciones tras señalar el penalti. Llorente no profirió injuria alguna, pero la autoridad arbitral se arroga la capacidad de anular el artículo 20 de la Constitución, que reconoce el derecho de los ciudadanos españoles a expresar y difundir libremente sus pensamientos, ideas y opiniones. Es llamativo, por otra parte, que hace solo unas semanas el mismo Comité Técnico de Árbitros evitó abrir expediente sancionador al jugador del Real Madrid Jude Bellingham por llamar a un colegiado «pedazo de mierda». La máxima autoridad arbitral entendería que en este caso el talentoso extremo inglés estaba ejerciendo su libertad de expresión, o quizás que se trataba de una apelación cariñosa.

La justicia futbolística dista mucho de observar las garantías procesales exigibles en cualquier sistema democrático. Los árbitros –los jueces– se designan a dedo y los procedimientos se realizan sin publicidad. Las resoluciones son a menudo tendenciosas y las sospechas de corrupción históricas, como demuestran los pagos a Enríquez Negreira. Sería deseable que la justicia deportiva se fuese aproximando cada vez más la justicia ordinaria. Pero los planes del Gobierno actual pasan más bien por lo contrario, por introducir en los tribunales la parcialidad de la jurisdicción futbolística. Dicen por ahí que Pedro Sánchez desea sustituir a Ursula von der Leyen, pero creo que en realidad le gustaría ser Medina Cantalejo. Sueña con designar con su dedo al juez de cada duelo, imponer las penas a los ciudadanos en función del equipo en el que jueguen y cambiar las leyes caprichosamente, decidiendo cada año cómo hay que poner las manos para que te piten penalti. De momento ha futbolizado la Fiscalía General del Estado y el Tribunal Constitucional, y no parará hasta tener el poder suficiente para controlar quién canta el alirón en cada temporada electoral.

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