puntadas sin hilo

En mi cama mando yo

El intervencionismo genital del Ministerio de Irene Montero deja en pañales al adoctrinamiento social del franquismo

Después de los esfuerzos del Gobierno por controlar nuestra economía, nuestro vocabulario, nuestra memoria, nuestra dieta o nuestro género, parece que le toca el turno ahora a nuestra intimidad. No me refiero a cualquier intimidad —el momento de la evacuación intestinal, por ejemplo, no han ... intentado regularlo todavía, aunque todo llegará—, sino a la del dormitorio. Al roce, al amancebamiento, al concubinato, al refregoteo, ya saben de lo que hablo. Ha asegurado la ministra Irene Montero que «va a tocar hablar de tener relaciones sexuales con la regla», y su asesora conocida como Pam —esa chica gordita o de morfología diferente, como dicen ahora, que cobra más de 100.000 euros al año— ha considerado «un escándalo» que el 75 por ciento de las mujeres españolas heterosexuales prefiera el sexo en compañía masculina y con todos sus avíos antes que en solitario. Para el Gobierno el escándalo no es que salgan a la calle violadores y pederastas por el dislate jurídico que ha cometido, sino que las féminas prefieran el chocolate con churros en lugar de solo.

El intervencionismo genital del Ministerio deja en pañales al adoctrinamiento social del franquismo. El régimen se conformaba con mandar estudiar el catecismo de Ripalda y vigilar para que corriera el aire entre las parejas en las fiestas del pueblo, pero Irene Montero se mete directamente en nuestra cama para reconducir nuestra vida íntima. Tras los años oscuros de la dictadura, los jóvenes de mi quinta estrenamos una libertad sexual basada en el respeto. Las normas del juego amatorio eran consensuadas por los jugadores (normalmente dos, para qué nos vamos a engañar) sin más límites que la mutua anuencia. Pero el progresismo podemita tolera mal la libertad, y el sexo no es una excepción. Montero y su pandilla de hippijis bien remuneradas nos dicen cómo hemos de vivir nuestra sexualidad si no queremos ser fascistas. Y no crea que se refiere a los jóvenes: «Va a tocar hablar del deseo sexual de las mujeres de 60, 70 y de 80 años», advierte la ministra. Aquí no se libra ni el tato.

Resulta paradójico que el Gobierno quiera imponer una sexualidad programada precisamente en la sociedad que más información ha tenido al respecto en la historia de España. El sexo ya no es tabú, y los ciudadanos tienen libre acceso al especialista para cualquier problema relacionado con sus relaciones íntimas. La obsesión del Gobierno no obedece por tanto a una necesidad social, sino al ansia por restringir libertades. Pues ahórrense sus preceptos. Señoras del Ministerio, hagan ustedes en sus camas lo que deseen y dejen que cada españolito o españolita viva su sexualidad como le venga en gana. Cela dijo que no es lo mismo estar jodiendo que estar jodido; ya que su Gobierno se encarga de hacer realidad lo segundo, déjennos a nosotros al menos lo primero.

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