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Réquiem por el gran señor del bosque

Lo cierto es que el urogallo se nos muere, desaparece de forma inexorable

Réquiem por el gran señor del bosque BARCA

Gerardo Pajares Bernaldo de Quirós

San José marcaba un hito en el calendario de las gentes del campo asturiano. El final del invierno era ocasión de ferias que, aparte de los intereses comerciales de adquirir o vender una yegua o una vaca, se prestaban al encuentro entre conocidos y ... parientes aislados por las inclemencias propias de la estación vencida. De entre esas ferias, tengo un imborrable recuerdo de la celebrada en Tineo. Una de las imágenes más entrañables de aquellos certámenes era la de los paisanos que acudían con enormes mazos de pieles secas. En el tiempo que yo la conocí solo eran de zorro. Cuando embobado miraba los postes de los que colgaban los pellejos, no faltaba quien evocaba aquellos otros en los que se vendían pieles de tejón para brochas de afeitar, de ardillas o topos y, por supuesto, de martas y garduñas. Una buena piel de zorro se pagaba a cinco mil pesetas y una corriente, a la mitad. Cada mazo podía contener entre 25 y 50 pieles, de modo que aquello reportaba al cazador unos buenos duros. Por lo que sé, gracias al testimonio de algunos buenos y viejos guardas de caza, por una piel de marta se lograba holgadamente el sueldo de un mes. Huelga decir que por esta razón, los carnívoros de piel estuvieron perseguidos con ahínco durante muchos años en estas tierras del norte.

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