¿Por qué Bielorrusia representa el modelo servil que Putin quisiera imponer en Ucrania?
Esta peculiar visita a Minsk se enmarca dentro de los renovados esfuerzos de Vladímir Putin por aparentar que retiene ese control incuestionable que detentaba antes de la invasión

Si se volviera a rodar una nueva entrega de la saga de Austin Powers, Vladimir Putin no tendría que sobreactuar demasiado para interpretar el papel de Doctor Maligno. Y a pesar de las evidentes diferencias en estatura y peso, Alexánder Lukashenko podría hacer de ' ... mini-yo': un clon ocho veces más necio que el genialísimo del Kremlin.
Más allá de este casting de fantasía para el ruski mir, los caminos de Alexánder y Vladimir se cruzaron por primera vez en el desenlace de la Unión Soviética. El déspota de Bielorrusia sobrevivió al final del telón de acero y el déspota de Rusia encontró su lugar al ofrecer orden sin ley cuando su país se convirtió en una película postcomunista de Mad Max.
Como destacado actor secundario del Kremlin, Lukashenko ha terminado por representar a la perfección el modelo servil que Putin quería imponer en Ucrania. Su dependencia de Moscú es ahora absoluta. Sin la ayuda de Moscú en materia de finanzas, energía y represión, el sátrapa bielorruso no habría sido capaz de mantenerse en el poder durante 28 años.
Desde que empezó la invasión de Ucrania hace casi diez meses, la inquietante pareja se ha reunido al menos medio docena de veces. Una serie de audiencias celebradas siempre fuera de Bielorrusia pese a que el vasallo de Putin se prestase a servir como base para el frustrado asalto contra Kiev. De ahí lo excepcional de que Lukashenko recibiera ayer a su benefactor en casa.
Esta peculiar visita a Minsk se enmarca dentro de los renovados esfuerzos de Vladímir Putin por aparentar que retiene ese control incuestionable que detentaba antes de la invasión. Y de paso, multiplicar la presión para que su reluctante lacayo se implique todavía más en Ucrania. No importan los multiplicados riesgos que todo esto supone para la OTAN. Ni tampoco las comparaciones entre Bielorrusia y la Italia fascista en su alianza con Hitler, que más que un valioso aliado militar terminó por convertirse en un embarazoso lastre.
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