Kamala apuesta por el populismo económico: lluvia de dinero para llegar a la Casa Blanca

Harris ha tratado esta semana de sacudirse el historial económico que comparte con Biden. Ayer presentó las líneas centrales de su plan económico en un mitin en Raleigh, en Carolina del Norte, uno de los estados decisivos en la elección: una batería de propuestas de corte populista e intervencionista, que promete lucha contra los precios altos y lluvia de dinero para los votantes.

Algunas medidas son una extensión de políticas ya iniciadas en la Administración Biden, otras son novedosas. Entre las más ambiciosas: deducciones fiscales de hasta 3.600 dólares por hijo y de hasta 6.000 dólares en su primer año de vida; eliminación de la deuda por costes médicos; subsidios de 25.000 dólares para la compra de la primera vivienda; un fondo de 40.000 millones de dólares para entidades locales para promoción de vivienda; negociar la reducción de los precios de los medicamentos con las farmacéuticas -en la víspera, celebró algunos logros en este capítulo con Biden-; o la expansión de los beneficios fiscales para las constructoras que levantan viviendas de bajo coste.

Entre las medidas, hay alguna robada a Trump, como la eliminación de los impuestos en las propinas -un guiño para ganar en Nevada, un estado clave con gran presencia del sector de servicios- y muchas referencias a los precios: Harris aseguró que la lucha contra la inflación será una prioridad «desde el primer día» y anunció una política de lucha contra el 'inflamiento corporativo de precios' con sanciones a las compañías que impongan «precios excesivos» a los alimentos.

Esta apertura a un posible control de precios ha desatado las alarmas incluso en algunos sectores demócratas sobre la posibilidad de que tenga como consecuencia lo contrario -todavía más inflación- y dio alas a que Trump calificara a Harris de «comunista».

«El primer día para Kamala fue hace tres años y medio»; replicó Trump en la víspera, cuando ya se conocían algunos detalles de su plan, en referencia al tiempo que su rival lleva en el Gobierno como vicepresidenta.

«¿Dónde ha estado? ¿Por qué no lo ha hecho?», cuestionó Trump en una rueda de prensa, en la que se rodeó de productos de la cesta de la compra -café, cereales, bacon- para ilustrar el dolor de los votantes cada vez que van al supermercado. «Nosotros bajaremos los precios, lo suyo es solo palabras», sentenció.

Buena parte del plan de Harris es, en cualquier caso, un canto al sol. La mayoría de las propuestas necesitan de aprobación en el Congreso, donde será difícil convencer a los republicanos sobre ellas. Además, la campaña de Harris no ha dado estimaciones sobre qué coste tendrían las medidas ni sobre su impacto en el déficit rampante de la primera economía mundial. Pero solo el plan de deducciones fiscales para hijos apunta a un coste de 1,1 billones de dólares en diez años.

La propuesta económica de Harris es, ante todo, un diseño electoral. No incluye un política fiscal agresiva -mantiene la promesa de Biden de no aumentar los impuestos a las rentas por debajo de 400.000 dólares al año- sin la cual es imposible pensar en reformas estructurales que mejoren el estado de bienestar de los estadounidenses. Pero propone regar con millones a las familias y a algunos electorados de clase media y baja, sin explicar cómo se pagará la factura.

La batería de medidas es, además, una de las primeras veces en las que Harris muestra por dónde camina su política. En estas casi cuatro semanas como nominada demócrata, su campaña han sido mucha sonrisa, entusiasmo y alivio por la renuncia de Biden y poca sustancia.

Su propuesta económica hace alusiones vagas al centrismo -»reducir los papeleos y los trámites burocráticos», «reducir el déficit»- pero sin dar ningún detalle. No incluye propuestas que podrían gustar a los independientes y moderados que necesita para ganar la elección, como reducir los impuestos a la clase media o bajar la factura la fiscal a las empresas.

Al contrario, su programa tiene más sabor al populismo izquierdista de Bernie Sanders, el senador por Vermont que ganó mucho apoyo en las dos anteriores campañas presidenciales en parte del partido con ideas de corte socialista.

Está por ver el impacto de estas propuestas -algunas compartidas por Trump, como las deducciones fiscales por hijos- en el electorado. Las encuestas muestran que la economía, como siempre, es una de las principales prioridades y, a la vez, uno de los asuntos peor valorados durante la Administración Biden-Harris. La vicepresidenta necesita una acrobacia: seducir a los votantes con una propuesta económica que redobla la apuesta por el gasto, pero que promete controlar los precios. Eso sí: tiene a su favor la contracción de la inflación en los últimos meses y la posibilidad de que la temida recesión no se sienta en la cita con las urnas.