Gerontocracia en EE.UU.: la avanzada edad de sus gobernantes inquieta al votante
La influyente senadora demócrata Feinstein murió el jueves a los 90 años de edad, tras un evidente deterioro
El presidente Biden aspira a ganar de nuevo y dejar la Casa Blanca a los 86 años, y Trump ya ha cumplido 77
Biden, primer presidente de Estados Unidos que se une a un piquete sindical
Corresponsal en Washington
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Iniciar sesiónEra ya para Platón, allá por el siglo IV antes de Cristo, señal de buen gobierno en una sociedad avanzada que los jóvenes se sometieran a los designios de los mayores, pues «la vejez, en efecto, es un estado de reposo y de libertad ... respecto de los sentidos». Una defensa, aunque no explícita, de la gerontocracia –'dominio de los ancianos'– como forma de gobierno.
Estados Unidos sería, pues, todo un referente para el filósofo ateniense. El presidente Biden tiene 80 años, y su principal competidor en el Partido Republicano, Donald Trump, acaba de cumplir 77. Hasta enero pasado presidía la Cámara de Representantes una mujer demócrata, Nancy Pelosi, de 82 años. La media de edad en el Senado es de casi 65. El líder republicano en esa cámara, Mitch McConnell, tiene 81 años. El jueves falleció una senadora demócrata por California, Dianne Feinstein, que tenía 90 años y se había negado a jubilarse. Otro senador, Chuck Grassley, de Iowa, ganó el año pasado la reelección y en principio abandonará el cargo pasados los 95.
La muerte de Dianne Feinstein, senadora de 90 años en EE.UU., aumenta la presión sobre Biden
David AlandeteLa edad del presidente es objeto de críticas y Trump le acusa de deterioro cognitivo
Quienes no están muy contentos con la avanzada edad de sus principales líderes políticos son los votantes estadounidenses. Este mismo mes una encuesta realizada por CBS News y YouGov ha revelado que el 77% de ellos consideran que debería haber un límite de edad máximo para los funcionarios electos. El 45% de los entrevistados cree que ese límite de edad debería ser 70 años, mientras que el 30% opina que debería ser incluso 50 o 60 años. Sólo el 18% considera que 80 años debería ser el límite.
Una serie reciente de incidentes han hecho aumentar esas suspicacias.
Biden y los salves a la Reina
En junio, el presidente Biden cometió errores notables en varios discursos. En un viaje a Connecticut acabó su alocución diciendo «Dios salve a la Reina». En una conversación con la prensa en la Casa Blanca, dijo que Vladimir Putin está «perdiendo la guerra en Irak» y anunció planes para construir «un ferrocarril desde el Pacífico hasta cruzar todo el océano Índico», algo geográficamente impracticable, dado que los ferrocarriles son terrestres y el océano Índico es una vasta masa de agua. Aquel mismo mes, el presidente sufrió una caída, otra más, durante una visita a una academia de la Fuerza Aérea en Colorado.
Estos errores y accidentes, sin embargo, no son realmente novedosos cuando se trata de Biden, un político que ya era dado a ellos cuando era más joven.
Nancy Morrow-Howell, profesora de Política Social en la Brown School de la Washington University in St Louis, destaca que «la demencia no es una parte normal del envejecimiento, y la mayoría de las personas en los 80 años no tiene deterioro cognitivo que afecte su funcionamiento diario». «El comportamiento de salud de una persona, como la dieta, el ejercicio y el sueño, así como su sistema de apoyo social, también son esenciales. Es importante tener personal en la Casa Blanca que ayude a mantener horarios razonables y a reforzar prácticas de cuidado», añade.
Hay desventajas cuando un país es dirigido por sus ciudadanos de más avanzada edad. Los mayores problemas surgen cuando las habilidades físicas y cognitivas de los políticos disminuyen visiblemente. Varios incidentes recientes en el Senado son ejemplos de ello.
Parálisis en el Senado
El 30 de agosto, durante una breve conversación con periodistas, el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, simplemente se quedó paralizado tras una pregunta. Una de sus ayudantes se le acercó: «¿Ha entendido usted la pregunta, senador?». Siguió congelado, hasta que pareció sacudirse lo que le había sobrevenido, y se fue.
Era la segunda ocasión en que algo similar le ocurriría en dos meses. McConnell tiene 81 años, y no hay elecciones para su escaño del Senado por Kentucky hasta 2026.
El 27 de julio, en una comisión sobre presupuestos en el Senado, cuando le llegó el turno de votar a una propuesta, «sí» o «no», Dianne Feinstein apareció confundida, y se puso a leer un alegato a favor de la votación. Otra senadora, Patty Murray, estaba a su lado y preocupada, le dijo que sólo debía votar «sí».
La senadora Feinstein, que falleció este jueves, se giró y dijo «sí» resignado, sin decir nada más. Fue el último episodio de una larga serie de situaciones embarazosas, que pusieron en seria duda la capacidad de maniobrar de una política con nueve décadas de vida a sus espaldas.
Ya en 2019 Feinstein recibió la visita de unos niños que, en puro estilo Greta Thunberg, le exigieron de malos modos que se preocupe más por el medio ambiente. La senadora pareció olvidar que era una mera visita infantil y se puso a regalarles una diatriba sobre las ventajas de la experiencia y la veteranía en el Capitolio. Después les calló diciendo que de todos modos tenían 16 años y nunca la habían votado.
Trump y la Guerra Mundial
Durante la Guerra Fría, EE.UU. se refería a la Unión Soviética como una gerontocracia, por la avanzada edad de los hombres que controlaban sus designios políticos. La alta tasa de mortalidad entre los dirigentes soviéticos era tal, que el presidente Ronald Reagan, que entonces era septuagenario, dijo con socarronería: «¿Cómo se supone que debo avanzar algo con los rusos si se me siguen muriendo todos?».
Lo cierto es que después de Reagan, y antes de Biden, el presidente de edad más avanzada fue Donald Trump. Este, que tiene solo tres años menos que Biden, espera hoy volver a la Casa Blanca. El 15 de septiembre, en un discurso en la capital norteamericana, advirtió de que Biden está «cognitivamente perjudicado» y que si es reelegido puede precipitar a EE.UU. a una guerra. Al hacer esas advertencias, Trump cayó en sus propios equívocos. Trump confundió a Biden con Barack Obama y luego dijo que Biden nos está «llevando a la Segunda Guerra Mundial», un conflicto que acabó hace 70 años.
La avanzada edad en la Corte Suprema, donde los cargos son vitalicios, le permitió a Trump darle un giro decisivo a la máxima instancia judicial de EE.UU., con unos efectos sustanciales y duraderos que se notarán durante generaciones enteras. Ruth Bader Ginsburg, quien sirvió en la Corte Suprema de EE.UU. hasta su fallecimiento a la edad de 87 años, recibió no pocas peticiones para que dimitiera como magistrada, especialmente cuando Obama todavía era presidente, para que este la sustituyera por otro juez de considerado progresista. Sin embargo, Ginsburg se mantuvo firme en su decisión de permanecer en el cargo, destacando a menudo su buena salud y condición física, a pesar de que tenía patentes problemas de movilidad. A pesar de su determinación de servir hasta el final, su muerte en el cargo en 2020 permitió al entonces presidente Trump nominar a un sucesora, brindando la oportunidad de inclinar la Corte hacia una orientación mucho más conservadora, que hasta permitió revertir la jurisprudencia sobre el aborto el año pasado.
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