Día negro en Kiev: Rusia bombardea el hospital materno infantil más grande de Ucrania

La ofensiva aérea de Moscú también alcanzó a otras ciudades del país dejando más de 30 muertos y cien heridos

Al menos 20 muertos y 50 heridos en Ucrania tras un bombardeo masivo de Rusia

Equipos de rescate en el lugar del impacto de un cohete en el hospital infantil 'Okhmadyt' en Kiev EFE

Miriam González

Corresponsal en Kiev

Un olor que recuerda a los neumáticos quemados inunda las calles aledañas del mayor hospital infantil de Ucrania, el Okhmatdyt. El trasiego de gente cargando botellas de agua comienza mucho antes de llegar al corazón del ataque. Cientos civiles, pero también militares, policías o ... el personal de los servicios de emergencias se personaron inmediatamente en la zona para intentar paliar las terribles consecuencias del ataque ruso. El misil de crucero «Kh-101» que impactó contra uno de los edificios del complejo médico, volaba a una altitud «extremadamente baja», afirma la Fuerza Aérea de Ucrania. No hubo forma de poder pararlo. Una parte del edificio se derrumbó en el acto mientras que las fachadas y el interior de los bloques contiguos, los más modernos de la clínica, quedaron totalmente destruidos.

Yaroslav Sharkyi, un veterano de guerra de 26 años, no dudó en trasladarse a la zona «para ayudar». El joven deja varias garrafas de agua en el suelo para reposar un segundo a la sombra. Camina con tal destreza que su prótesis en la pierna pasa casi desapercibida. A pocos metros de donde descansa el soldado, hay dos filas de personas, perfectamente ordenadas, y frente a frente que se van pasan los escombros unos a otros. Marcos de puertas destartalados, hierros doblados o sacos llenos de cristales rotos vuelan de unas manos alas siguientes hasta llegar al punto final que es el remolque de un camión.

Los soportales de la entrada principal se transformaron en terrazas improvisadas que sirven a los voluntarios para agilizar las labores de limpieza. Nestor Sich, un adolescente de 16 años, escuchó la explosión desde su habitación y rápidamente se dirigió a lugar: «es mi país debo ayudar» sentencia. Una amiga suya estaba aquí ingresada. «Ella me contó que pasó miedo, muchos niños estaban durmiendo. Yo traje agua y comida y ahora seguiré limpiando. Si nosotros no ayudamos ¿Quién lo hará?» explica Nestor con una firmeza inusual para alguien de tan corta edad.

Las mismas cadenas de gente que cortan el patio principal, se reproducen en las escaleras del interior de uno de los edificios desnudo de ventanas. En la planta tres se encuentra el diputado del partido de Zelenski, Volodímir Kreydenko, junto a los voluntarios de la organización civil «Drobobats». «Yo estaba en la mi oficina del Parlamento cuanto escuché la explosión y decidí venir aquí para colaborar con el resto de voluntarios». El legislador reconoce que es todo un desafío tratan de proteger las ciudades de Ucrania: «Cada día tenemos hay destrucción en este país» destaca

En total, Rusia lanzó más de 40 misiles contra seis urbes ucranianas: Dnipro, Kryvyi Rig, Slovyansk, Kramatorsk, Pokrovsk y Kiev. Este bombardeo masivo dejó más de 50 infraestructuras civiles dañadas en todo el país, incluyendo hasta tres subestaciones transformadoras de la empresa energética DTEK. Las víctimas mortales ascendieron a 33. Solo en Kiev, más de 20 personas murieron en el ataque múltiple, cuatro de ellos en el complejo clínico.

Un rescatista atiende a un bebé tras el ataque ruso EP

La tecnología más avanzada

El hospital Okhmatdyt albergaba la tecnología médica puntera de Ucrania y su departamento para tratar el cáncer infantil era único en el país. Julia Boriak, vecina de Kiev, fue paciente del hospital cuando tenía tan solo dos años por un problema cardíaco que lograron remediar en la clínica. La joven de ojos azules, como la mayoría de los ucranianos, está consternada y furiosa por el despiadado ataque ruso. «Este era un hospital muy especial. Había gente que venía aquí a buscar su última oportunidad para vivir. Otros esperaban hasta medio año para conseguir una cita. Cuando los médicos de los hospitales regionales no consiguen descifrar un diagnóstico, mandan aquí a los enfermos» sentencia Julia Boriak mientras termina de limpiar una de las habitaciones blancas del complejo.

La enfermera Inna Bondarenko M. gonzález

La mayoría de los pacientes fueron trasladados a otros centros de la capital poco después del impacto. Pero varios miembros de personal médico decidieron quedarse para aportar su granito de arena. Inna Bondarenko tiene sus zuecos blancos manchados de sangre y varias vendas cubren las heridas de su cara. Durante más de 24 años, la clínica Okhmatdyt fue su lugar de trabajo. Inna admite que no es capaz de recordar mucho en el momento de la explosión. «Todo voló por los aires. Yo acababa de trasladar a algunos niños a otro lugar. Llegué hasta la habitación y no me dio tiempo de refugiarme en el pasillo», recuerda. A pesar de la traumática experiencia esta enfermera no quiere perder la sonrisa y antes de irse, se despide con un «Slava Ukraini» (Gloria a Ucrania).

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