Boris Johnson, la caída de un ambicioso conservador al que aupó el Brexit

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Se trata de un episodio que condensa bien la personalidad de Johnson. Después de que una cascada de dimisiones de sus ministros inaugurara el pasado martes una crisis política sin precedentes, el primer ministro ha presentado hoy su dimisión como líder del Partido Conservador. Tras el llamado 'Partygate' o escándalo por las fiestas celebradas durante el confinamiento, la superación milagrosa de una moción de censura interna y el escándalo provocado por su aliado en el Partido Conservador Chris Pincher, que dimitió tras ser acusado de acoso sexual por varios hombres, este desenlace solo es una sorpresa por la precipitación con el que se ha producido.

Johnson ostentará hasta el otoño el cargo de primer ministro, según la BBC, pero sin duda se trata del cierre de una etapa.

Nacido en Manhattan, Estados Unidos, en 1964, Alexander Boris de Pfeffel Johnson disfrutó de la doble nacionalidad hasta 2016, cuando decidió prescindir de la estadounidense. Hijo de una rica familia inglesa con raigambre conservadora -su padre, Stanley Johnson, es un 'tory' contrario al Brexit, que hace apenas dos años pidió la nacionalidad francesa en protesta por la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE)-, recibió la educación elitista que se espera de los miembros de su clase social, con su paso por centros educativos del prestigio de Eton y Oxford.

Después de estudiar filología clásica, el joven Johnson se decantó por la carrera periodística, que comenzó en el prestigioso periódico 'The Times'. Su relación con el medio acabó en 1987, cuando le despidieron por inventarse citas en sus artículos, en concreto una falsa referencia a su tío, el historiador Colin Lucas, sobre el posible amante del rey Eduardo II. Más tarde, recaló en 'The Daily Mail', en el que cubrió a inicios de los 90 la información europea desde Bruselas. También pasó por 'The Spectator'.

Tras conseguir cierta fama gracias a sus apariciones en televisión y atraer la atención por su tono irreverente y cómico, Johnson se convirtió en alcalde de Londres en julio de 2007, después de vencer en las elecciones al laborista Ken Livingstone. Comenzaban los años en los que se preparaba para el asalto al Número 10, el verdadero motivo de sus desvelos. También los años en los que se quedaba colgado de una tirolina con el casco puesto y una bandera en cada mano, ante el regocijo de los británicos, que seguían con asombro las hazañas de ese excéntrico personaje.

Lo cierto es que no todo era espontaneidad. Para satisfacer su anhelo de poder, Johnson se dedicó a explotar su desinhibición, se subió a la vertiginosa ola populista del Brexit y aprendió a sacar partido de su gusto por las provocaciones, llegando a afirmar que el proyecto europeo pretendía fundar un «superestado» como el que había soñado Napoleón o Hitler.

El proceso de ruptura con Bruselas, que provocó la salida del ex primer ministro conservador David Cameron, y también la de su sucesora, Theresa May, que dimitió después de que la aprobación de su Acuerdo de Retirada de la UE fuera bloqueada, abrió las puertas del poder a Johnson.

Hace dos años, en julio de 2019, el heterodoxo conservador se convirtió oficialmente en el nuevo primer ministro británico. Hoy afronta su salida, tras un rosario de escándalos que no ha logrado dejar atrás, a pesar de su apoyo sin reticencias al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en su lucha contra Rusia, y de su presencia en la Cumbre de Madrid, tal vez el encuentro geopolítico más importante de las últimas décadas. La identidad de su sucesor es un misterio.

Con su salida, Johnson se ha quedado muy lejos de emular la carrera de su admirado Winston Churchill, al que describió hace unos años en una biografía escrita con tino y buena pluma. Su vida y la del ex primer ministro británico se diferencian no solo en sus aventuras personales, en la que se han sucedido las mujeres, con tres bodas, dos divorcios y siete hijos, sino también en el desenlace amargo de su aventura política.